Diálogo, la palabra favorita de Nicolás Maduro para aplacar la ira opositora. El líder oficialista, que se considera una persona que resuelve los conflictos políticos a través del debate, duplica el llamado a conversar cuando hay procesos electorales. Y si hay que hablar con el diablo, se habla.
«¿Cómo dialogar con los que no quieren dialogar? Dialogando. Yo no soy un hombre orgulloso, de rencores, yo no. Si hay que sentarse con el mismísimo diablo, nos sentamos con el diablo a hablar, eso sí después nos persignamos y nos echamos bastante agua bendita», decía el martes Maduro en una rueda de prensa.
Maduro aseguraba que su régimen es el campeón mundial del diálogo y celebra que en Venezuela se hayan realizado 26 elecciones en más de 20 años de mandato chavista. Las últimas cinco cuestionadas por falta de garantías y cuatro de ellas no contaron con la participación de los líderes tradicionales de oposición.
El primer llamado
Su régimen se sienta en la mesa con los líderes populares de oposición o, incluso, aquellos menos conocidos con tal de afirmar que se encuentra negociando. Lo hace para afirmar que están buscando soluciones para el conflicto político, económico y social que enfrenta desde que tomó posesión en 2013, luego de una cerrada elección en la que consiguió la victoria por un escaso margen.
Con apenas nueve meses en el poder, Maduro vio la primera ocasión para llamar a diálogo. Fue a propósito de los comicios municipales en los que el chavismo obtuvo la mayoría de las alcaldías. Al contarse en votos, la diferencia entre la oposición y el oficialismo fue de poco menos de 900.000.
A diferencia de su mentor y antecesor, Hugo Chávez (1999-2013), que en 2002 llamó a un diálogo en medio de una de sus más grandes crisis políticas, Maduro ha hecho múltiples invitaciones. Pide conversaciones siempre que hay procesos electorales o que se ve presionado por las protestas de calle.
El líder socialista responde a estas presiones con invitaciones para una negociación, en la que sus adversarios terminan por participar pese a la negativa que muestran en principio. Una máxima que siempre se cumple.
El rechazo opositor
La resistencia opositora a estas conversaciones se debe a que no han visto, en su opinión, resultados favorables en estas reuniones. Además, consideran que el régimen consigue ganar tiempo para prolongar su asiento en el poder.
Pese a denunciar esto, la oposición, representada en cada ocasión por el líder más conocido en ese momento, aceptó los llamados al diálogos de 2013, 2014, 2016, 2017 y 2019. La oposición también está presionada por la comunidad internacional, quien auspició algunos de estos encuentros y que pide reiteradamente solucionar la crisis a través de la palabra y la negociación.
Todos esos procesos estaban antecedidos o sucedidos por comicios y hasta un referéndum para revocar su mandato como el de 2016 que no se concretó.
Concretamente, en ninguna de estas reuniones los factores políticos cedieron en sus principales demandas. Entre ellas, la eliminación de inhabilitaciones de líderes políticos en el caso de la oposición para que puedan participar en elecciones. O el levantamiento de las sanciones extranjeras que pidió el antichavismo contra el régimen.
La disposición para dialogar
Analistas consultados por Efe revelaron que el diálogo no funciona porque además de que los factores políticos no están dispuestos a ceder en sus peticiones, también influye el hecho de que el régimen mantiene el control sobre varias instituciones del Estado.
«La negociación no podemos abordarla de manera ingenua. Y cuando digo que no la podemos abordar de manera ingenua es que la negociación básicamente es un juego de alternativas», comenta a Efe el director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, Benigno Alarcón.
Con 20 años como experto en negociaciones, Alarcón señala que en el caso venezolano, el régimen actual tiene muchas alternativas. «Controla las instituciones, la Fuerza Armada y eso le da opción para mantenerse en el poder».
De esta manera, la disposición a dialogar se ve limitada cuando las partes no acceden a algunas de las peticiones. Para Maduro termina siendo una oportunidad para seguir vendiendo su discurso de ser un presidente al que le gusta el debate.
¿Diálogo este año?
Y aunque este año el régimen de Maduro no consiguió que la oposición entera, y principalmente su mayor adversario, Juan Guaidó, se siente a conversar con él nuevamente, sí lo hizo el líder Henrique Capriles, con quien se midió en 2013.
Producto de esa reunión, el mandatario concedió medidas de gracia a 110 personas, entre ellas indultos a 53 presos políticos y sobreseimientos de procesos o diversos castigos. Se liberaron a diputados opositores, periodistas o ciudadanos antichavistas, y ese ha sido, casi, el único gesto al que cedió en las reuniones.
Maduro también consiguió conversar este 2020 con una parte de la oposición que es señalada de tener vínculos con su régimen. Fue este mismo grupo el que participó en las cuestionadas elecciones parlamentarias del domingo pasado en las que el chavismo consiguió una amplia victoria.
El chavismo se quedó con 91% de los escaños de la Asamblea Nacional, lo que significa que tiene 253 de los 277 puestos que estaban en disputa.
Estas elecciones no contaron con la participación de la oposición representada por Guaidó debido a que, entre otros temas, el TSJ intervino varios partidos. Además, puso al frente a militantes que fueron expulsados por tener supuestos vínculos con actos de corrupción.
De esta manera, los partidos sí aparecieron en la tarjeta electoral, pero sin sus líderes tradicionales.
La elección terminó con una participación de 30% y en pleno acto electoral, Maduro llamó a los venezolanos a dirimir las diferencias a través del diálogo.
El martes, Maduro aseguró que estaba dispuesto a dialogar con todos, sin excluir a nadie, aunque no se refirió directamente a la oposición liderada por Guaidó.
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