Unos días antes de su acto de graduación de bachillerato, lo comentó en voz baja. «Quizá no venga», dijo. Quienes lo escuchaban no le prestaron atención. No la suficiente. Pensaron que era una broma. Poco después, él decidió quitarse la vida. El caso de este joven es una de las 15,5 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes que registró el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) en Mérida en 2023; el vigésimo segundo año consecutivo en el que el estado andino encabezó el listado con la tasa de muertes autoinflingidas más elevada de Venezuela.
Son muchos más los casos: el de un padre que le lleva un regalo significativo a su hijo, sin motivo aparente. El de la nieta que, extrañamente, pasa la tarde con su abuela. El del adolescente que se despide de sus compañeros de clase y de sus profesores de manera inusual para luego quitarse la vida. Son todas señales sutiles, imperceptibles, de una realidad de la que se habla poco, aunque cada vez más: el suicidio. Un tema que sigue siendo tabú pero que, afirman expertos, puede prevenirse.
Con 2.358 suicidios contabilizados en total por el OVV en 2023, Mérida fue uno de los 17 estados que registró un aumento en la tasa de suicidios. Le siguió Táchira (13,6 muertes por suicidio por 100 mil habitantes), Distrito Capital (13,3), Trujillo (11,9) y Lara (10,2). La grave crisis económica, social, política y humanitaria que vive el país desde 2014, según datos del OVV, es un factor determinante para que ocurrieran 8,2 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes en Venezuela. En comparación con los datos de 2022, año que se registró una tasa de 7,7 suicidios por 100 mil habitantes, 2.173 suicidios en total, el OVV registró un aumento de 6,5%.
Las cifras, las que se conocen, son preocupantes. El investigador y profesor Gustavo Páez, coordinador del OVV en Mérida, explicó que en Venezuela existe un subregistro importante de casos de suicidio que no figuran en las estadísticas. No existen cifras oficiales y faltan datos, destaca. Sobre las tasas publicadas por el OVV se debe tener en cuenta que hay un gran número de suicidios que no están registrados o no se catalogan como tal.
Sin embargo, las cifras recogidas por el OVV permiten hacer un diagnóstico de una situación que requiere más que atención.
Cuando alguien decide quitarse la vida automáticamente 20 personas de su entorno más cercano se vuelven vulnerables. «Es como una bola de nieve que va creciendo», comenta la legisladora merideña Fabiana Santamaría, cofundadora de la campaña Aquí estamos, una iniciativa que surgió en 2022 para atender las altas cifras de suicidio en la entidad andina. Hay un gran número de personas expuestas a factores de riesgo que pueden desencadenar la ideación suicida. Sin embargo, solo 9% de los venezolanos acude a instituciones sociales, políticas, religiosas o deportivas para pedir ayuda. En el país no existe una cultura de la prevención. Tampoco está normalizado buscar apoyo o hablar de las emociones con libertad.
Resilientes, pero con profundo dolor
En marzo de 2023, la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) publicó los resultados de una encuesta nacional realizada para retratar las vulnerabilidades psicosociales de la población venezolana. Este estudio, titulado PsicoData Venezuela, reveló que 90% de los encuestados expresó sentir preocupación por la situación del país, a 73% le entristecía pensar en el futuro de la nación, 81% no confiaba en el otro y a 51% le costaba encontrar palabras para definir sus sentimientos.
Pero, a pesar de todo, el estudio también reveló que una gran mayoría de la población se sentía bien consigo mismo: 73% afirmó que logró cosas importantes en su vida. «Si se sintetiza el resultado de este estudio tendremos dos características: el venezolano es una persona profundamente resiliente, capaz de vencer en medio de las adversidades. Se siente contento y capaz, está adecuado socialmente. Sin embargo, al mismo tiempo, está presentando profundas heridas», comenta el sacerdote jesuita, profesor y director de la Escuela de Psicología de la UCAB, Danny Socorro.
Esas heridas se ven reflejadas en los resultados: 75% de la población está en duelo por causa de la migración masiva. De ese porcentaje a 34% le costaba retomar la cotidianidad tras la ausencia de sus seres queridos y 35% sugirió que no vale la pena seguir luchando. «Hay un tejido social frágil y roto», comenta Socorro. En medio de tanto malestar emocional, explica, el tema del suicidio aparece constantemente como una medida drástica. «Si además hay unas características de personalidad como la impulsividad, baja autoestima, ansiedad o depresión se forma un coctel muy fuerte que puede llevar a situaciones críticas como el suicidio», añade.
Los resultados llevaron a la UCAB a intervenir. El año pasado se planificó un viaje a Mérida para investigar el fenómeno que ha convertido al estado en la región con más casos de suicidio. Luego, la Escuela de Psicología elaboró un Programa de Prevención del Suicidio a escala nacional. El proyecto, comenta Socorro, se sostiene en cuatro pilares fundamentales: promover, formar, atender e investigar.
«Nos encargamos de promover la salud mental en todos los contextos y, a través de diferentes plataformas, generar conciencia. Los cuidados, desmitificar los mitos, enseñar las señales de alarma. Es todo el tema de concientizar y documentarse», explica. Asimismo, se han propuesto formar a diferentes actores de la sociedad, como maestros, políticos, comunicadores y médicos para que puedan dar primeros auxilios psicológicos.
Desde la UCAB ya no solo se trata de investigar las razones que llevan a una persona a sentirse tan desbordada emocionalmente para contemplar el suicidio como salida. También se han propuesto atender y brindar ayuda. Fue así como 8 estudiantes de los últimos semestres de Psicología y 10 profesores de la Escuela realizaron un Campamento Psicosocial en Mérida en febrero. Allí se encontraron con una población profundamente afectada emocionalmente que, a pesar de la crisis, está dispuesta a recibir ayuda: realizaron 25 talleres de formación en los que participaron 1.087 personas, brindaron atención clínica individual a 108 y realizaron entrevistas psicosociales a 310 participantes.
“Bien, gracias a Dios”
El suicidio es multifactorial y personal, razón por la que es tan complicado establecer los motivos por los que alguien decide llevarlo a cabo. Fabiana Santamaría, Gustavo Páez y Danny Socorro señalan que existen macro factores que influyen en el malestar emocional. La falta de servicios básicos como el agua potable, electricidad o gasolina; el precario sistema de salud, la crisis económica que desencadena fuertes sensaciones de estrés así como la inestabilidad política influyen notoriamente. Hay una realidad común a todo el país que, consideran, en Mérida se acentúa.
«En el estado se va mínimo 3 veces la electricidad al día lo que también afecta la producción. No hay servicios públicos garantizados, el tema de la salud es precario aunque hay fundaciones que ayudan. El tema del ocio es otro factor muy crítico, hay pocas oportunidades de recreación. La gente tampoco puede ser referida a un psiquiatra porque no tiene los recursos para pagar una consulta», destaca Socorro. La red hospitalaria, además, está muy centralizada, algo que la campaña Aquí estamos busca atender. Si alguien de las regiones apartadas tiene ideación suicida no se va a movilizar cinco horas hasta la capital para asistir a una consulta con un psiquiatra.
¿Por qué, además de estos macro factores, Mérida se ha mantenido como el estado con más casos de suicidios? Existen, comenta Santamaría, algunas teorías de sociólogos y psicólogos que destacan el tema de estar rodeados de montañas como un desencadenante de una constante sensación de ahogo. «No se puede ver el horizonte nunca. Aunque no es una teoría probada, quizás pudiésemos decir que algo de cierto tiene ya que no vemos tantos casos de suicidio en el oriente del país, por ejemplo».
A esto se le suma lo complicado que es hablar del tema. El merideño es, en palabras de Santamaría, muy reservado con sus emociones. «Si tú le preguntas a alguien en la calle cómo está, te va a responder: ‘Bien, gracias a Dios’. Nunca te dirán que están mal». Ese es un factor cultural con el que coincide Páez, quien además detalla que es importante diferenciar la Mérida de la década de los 60, 70 y 80 y la Mérida del 2000.
«La Universidad de Los Andes (ULA), como una de las principales casas de estudios, atrajo en el pasado a multitud de estudiantes de distintas partes del país; individuos en edades muy frágiles, vulnerables, asociados a diferentes factores de riesgo. Muchos de ellos alejados de sus padres, viviendo diferentes situaciones negativas», comenta.
Poco a poco, se impuso otra realidad: a la par de estos jóvenes en riesgo había casos en adultos por otros factores. «Si ya la ciudad tenía una particularidad con los jóvenes, esta se superpuso a la realidad de los adultos. Eso va sumándose y se engorda la lista de casos. A eso se le añade otra realidad: la del ámbito rural», señala Santamaría.
La economía de Mérida, coinciden los expertos, se basa en la agricultura y el turismo, dos áreas profundamente deprimidas. Culturalmente, es frecuente el consumo de bebidas alcohólicas. «El alcohol como sustancia psicoactiva puede conducir a una persona al suicidio si se combina con otros factores. Y en el ámbito rural se consume mucho alcohol. De hecho, tenemos conocimiento de que a muchos jóvenes se les paga con alcohol por su trabajo», revela Gustavo Páez del OVV Mérida. Al factor bebida se le añade la violencia. Durante el campamento psicosocial, Danny Socorro atendió casos en los que la violencia intrafamiliar era uno de los factores más influyentes. El bullying que pueden sufrir los jóvenes en las escuelas también es parte del problema.
Un tema de salud pública
El campamento psicosocial de la UCAB estuvo en Santo Domingo y Pueblo Llano en alianza con una amplia red de organizaciones, iglesias y actores sociales. La campaña Aquí estamos formó una Alianza por la vida con más de 40 grupos que han logrado, poco a poco, concientizar a la población merideña de que el suicidio es un tema de salud pública. Incluso se realiza cada 10 de septiembre un Festival por la vida para, a través de la cultura y el deporte, hablar del tema. El OVV también ha participado en diferentes actividades.
Aunque sí se ha notado un cambio en la mentalidad del merideño, ahora más dispuesto a pedir y recibir ayuda, las acciones no son suficientes: durante las primeras 10 semanas de 2024 se produjeron en el estado 8 sucesos vinculados con la violencia autoinfligida: 4 muertes por suicidio y 4 intentos, destacó el OVV. De estos, el Observatorio sospecha que 3 se dieron por el conocido efecto de imitación suicida.
«Diseñamos una ruta de 10 acciones por la vida para ser transformadas en políticas públicas que se planteó en el Consejo Legislativo y al gobernador del estado (Jehyson Guzmán). No hemos obtenido respuesta positiva al respecto. Es una de las preocupaciones más grandes que tenemos porque no se está tomando con seriedad. Al final el suicidio sí se puede prevenir, pero hay mucho por hacer. No se está buscando resolver salvo las iniciativas que realizan las campañas y organizaciones, que al final no es el deber ser porque eso le correspondería al Ejecutivo», dice Santamaría.
Lo que no se conoce
Atender el tema del suicidio en el país requiere compromiso y mucha atención. Santamaría comenta que al no existir estadísticas oficiales es complicado diseñar políticas públicas para ayudar. «No es lo mismo un plan de prevención para las mujeres del campo que para hombres en edad productiva o para estudiantes universitarios».
Las últimas estadísticas oficiales sobre suicidio en el país se publicaron en 2021, en el Anuario de Mortalidad realizado por el Ministerio de Salud con datos del año 2016. «Tenemos un doble desfase allí, primero son datos de 2016 que se conocieron cinco años después. Estamos en 2024 y las cifras más recientes son de 2016″, afirma Gustavo Páez. El OVV se encargó de estudiar los registros publicados desde 1995 hasta 2016. Se determinó que en Venezuela existe subregistro de 39%. Es decir, existe un porcentaje importante de suicidios que no se registraron como tal porque hay casos que se catalogan como «muertes no determinadas» o «muerte en investigación».
«Si eso no se corrige, el resultado que se obtendrá es que la tasa está cayendo cuando en realidad no es así. Si uno revisa los dos últimos anuarios, 2014 y 2016, verá que hay dos hallazgos clave: las muertes por suicidio, sin corregir, aumentan de un año a otro. Eso corrobora lo que nosotros revelamos desde 2017: las muertes por suicidio en Venezuela van en aumento», destaca.
Otro hallazgo del OVV revela que en 2014 los homicidios y los suicidios estaban en el quinto lugar dentro de las primeras cinco causas de muerte en Venezuela. En el de 2016, el suicidio se ubicaba de tercero detrás de las enfermedades cardíacas y el cáncer. En dos años subió dos puestos. «Cuando se publique el anuario de 2017, si es que se publica, es probable que la tendencia se acentúe».
Cada año es particular, comenta. Hay patrones que se repiten, pero también se pueden ver cambios. Los dos primeros años (2021 y 2022) en los que el OVV monitoreó medios de comunicación como fuentes de información se descubrió que los casos de suicidio en adultos mayores eran los segundos más frecuentes después de los adultos en edades de entre 30 y 64 años. «Luego comenzamos a observar que los adolescentes y jóvenes tomaban más peso. Esto desde el punto de vista de los casos reportados por los medios donde es importante tener en cuenta que existe un subregistro», matiza. Cada vez son más los reportes de suicidios en adolescentes.
Está bien pedir ayuda
Es necesario crear una cultura de prevención y contrarrestar una realidad que, en medio de la opacidad de cifras, resulta preocupante. Lo principal, destaca Danny Socorro de la UCAB, es entender que hablar del tema no genera más suicidios. Eso sí, es importante saber cómo abordarlo. «Se ha demostrado que expresar los mecanismos que utiliza la gente para quitarse la vida es lo que resulta poco favorable. Tenemos que generar espacios de seguridad, mostrando posibilidades de buscar ayuda para mirar más allá de la situación».
Además de las redes de organizaciones como la Fundación Cultivar o la campaña Aquí estamos en Mérida, la población puede acudir a la línea de la Federación de Psicólogos para pedir ayuda. En Caracas uno de los servicios más accesibles lo ofrece Psicólogos sin fronteras: la consulta cuesta 20 dólares. La UCAB también ofrece ayuda en el Parque Social Manuel Aguirre ubicado en el Centro de Salud Santa Inés. «Está bien pedir ayuda, hay que acabar con ese otro mito que afecta, ese de que ir al psicólogo es para locos», insiste Socorro.
Hay otro mito: sólo se suicidan quienes están deprimidos. La depresión influye, sí, como un factor de riesgo, pero no es determinante. También hay otros factores como la impulsividad, baja autoestima, poco apoyo familiar que hacen que las personas sean más vulnerables. «Es necesario desmitificar esa creencia de que solo las personas con trastornos mentales o depresión se suicidan. Cualquier persona puede cometerlo», comenta Socorro. Y añade: «Hay otro elemento muy crítico: toda experiencia de suicidio en la familia genera mucha culpa y mucha vergüenza además del dolor. Eso tiende la familia a vivirlo en profunda intimidad, en silencio. Tienden a aislarse, cortan toda relación con los demás».
Otro mito, asegura por su parte Fabiana Santamaría, es quien dice que se va a suicidar no lo hace. La abogada señala: «Nosotros notamos, y lo respaldan los estudios, que aquellos que lo plantean realmente lo están pensando. Cuando comienzan a comentar del tema, a investigar, a comentar los casos de suicidio o a buscar los métodos, eso es una señal de alerta».
Dichas señales se dan en tres niveles: el cognitivo, el pensamiento y el personal. Si aparecen pensamientos recurrentes de inutilidad o surgen comentarios como que hizo bien en suicidarse, hay que intervenir. También lo es experimentar la sensación de que los problemas son demasiado grandes y no saber si tienen solución.
Se tiene que prestar atención a los cambios drásticos en el estado de ánimo, en el comportamiento, el sueño, el apetito, la apariencia física así como también el rendimiento académico o la productividad laboral. Aunque un suicidio es particular en cada persona, explica Socorro, hay que estar atentos con aquellas personas que comienzan a resolver asuntos pendientes. Santamaría añade: «Una de las más graves es cuando alguien está pasando por un proceso de conflicto, está alterada, aislada y de pronto la actitud es de calma. Eso significa que la persona ya tomó la decisión».
Al momento de intervenir, continúa, recomienda hacerlo con mucha calma y hablar del tema con naturalidad. No se debe hacer sentir a la persona incómoda o avergonzada, hay que aplicar la comunicación asertiva. «Si estamos tratando con una persona que está pasando por eso yo no puedo empezar a llorar o alterarme, yo no puedo hacer que se sienta culpable por lo que quiere hacer o por lo que intentó. Tiene que existir una red de apoyo bastante sólida, buscar ayuda profesional y conversar».
Allí radica la importancia de formar e informar sobre el tema: si una persona no tiene conocimiento del tema y no está sensibilizado al respecto, no sabrá cómo afrontarlo. Aunque lo más complicado siempre será que la persona acepte la ayuda, muchas veces conversar con alguien, mirar a la persona a los ojos o dar un abrazo puede hacer la diferencia. Siempre será necesario, siempre estará bien buscar ayuda. Mientras más personas se involucren en la prevención de manera adecuada, más vidas se podrán salvar.