«Soy Arianna y tengo 18 años, soy venezolana», así inicia la película Del otro lado, una producción de la Acnur, financiada por la Unión Europa, que obliga a ponerse en los zapatos de las personas que engrosan uno de los mayores desplazamientos de este siglo.
«Este proyecto lo que quiere es concienciar, conectar y humanizar la situación de las personas que, por razones ajenas a su control, tienen que desplazarse de su hogar». Así lo explicó a Efe la actriz y protagonista de la cinta Rosa Ortiz, de 21 años, y que hace casi 7 emigró con su familia de Venezuela a Ecuador.
Oriunda de la ciudad de Bolívar, Ortiz interpreta a Arianna, una joven que acaba de alcanzar la mayoría de edad y decide dejar atrás su país para iniciar un recorrido que la conducirá hasta Quito para encontrarse con su hermana mayor.
«La valentía que tuvo Arianna de decidir tomar sus cosas e irse sola de caminante es impresionante. A pesar de que es un personaje de ficción, está basado en muchas realidades«, recalca la joven migrante.
La película, que se presenta este jueves en un acto virtual, es una experiencia inmersiva e interactiva. El guion podría corresponder al de miles de historias de migrantes y refugiados venezolanos, que han nutrido la puesta en escena para conferirle un resultado tan naturalista como conmovedor.
Basado en muchas realidades
«En este caso se enfoca en los desplazados venezolanos, pero es un tema general», subraya la actriz. No solo es importante el relato, sino la historia detrás de cada persona, que no siempre es buena, no siempre es feliz, y es dura, dice.
El personaje que interpreta tuvo que abandonar su país y recorrer 2.559 kilómetros para llegar a un lugar seguro, con el objetivo de graduarse y entrar en la universidad. «Mi sueño es ser doctora».
En su travesía, a ratos a pie, otros en autobús, o pidiendo cola (autoshop), la protagonista enfrenta múltiples vulnerabilidades por ser joven, mujer, migrante e ir sola, circunstancias que le han dado más que un susto.
«Comenzaron a gritarme cosas»
En una escena, para darle mayor realismo a la filmación, el equipo de producción se escondió mientras ella hacía autostop. Un vehículo redujo la velocidad y dos hombres comenzaron a proferirle exabruptos: pudo comprobar de primera mano el peligro real que acecha a personas en esa situación.
«Comienzan a gritarme cosas, yo me asusto, me pongo nerviosa, el carro retrocedía y la producción salió. No me quiero imaginar si hubiese sido de verdad o estuviese sola», rememora.
Grabada en las inmediaciones del puente internacional de Rumichaca, que sirve de paso fronterizo entre Colombia con Ecuador, así como en las ciudades de Tulcán, Santo Domingo y Quito, esta película ha contado con venezolanos en su elenco y producción, algunos de los cuales han recreado sus propios desplazamientos.
«En una escena nos pusimos a llorar ‘toditos’ porque los diálogos eran casualmente similares a la historia de dos que me acompañaban», revela la intérprete de este personaje tan reconocible por los desplazados al vivir situaciones como cruzar una trocha con lo indispensable o ser transportada entre hortalizas en una furgoneta.
Cinta 360
Para darle una vuelta de tuerca al realismo de la migración, el proyecto ha sido grabado con una cámara de 360 grados, que permite al espectador imbuirse en la escena y, además, experimentar las difíciles decisiones que marcan el futuro de migrantes como Arianna.
La cinta ofrece al espectador la posibilidad de elegir entre dos opciones, caminos o guiones realizados por la protagonista, lo que ha supuesto para todo el equipo un doble esfuerzo y gran intensidad, al punto de que una escena donde ella es víctima de acoso tuvo que repetirse hasta 20 veces.
«Discriminación, acoso, necesidades, peligro. Uno puede ver la cantidad de situaciones que afronta Arianna y yo como personaje me sentí ‘chiquitita’, un granito de arena en el mundo», dice la actriz.
La crisis económica, política y de seguridad en Venezuela ha empujado a más de 6 millones de personas a emigrar. La mayoría a países de América Latina y el Caribe, entre ellos Ecuador acoge a más de medio millón, según la Acnur.
Ortiz espera que Del otro lado sirva para humanizar y para «ponerse en otros zapatos». Y, tomando el paralelismo con Ucrania, asegura que nunca se sabrá cuándo alguien será esa persona que tenga que refugiarse en otro lugar que no es su hogar.