La escasez de gas doméstico y los altos precios que cobran por recargar las bombonas obligaron a volver a prácticas de siglos pasados para poder cocinar.
En el sector Altos de Milagro Norte, en Maracaibo, cientos de familias corren el riesgo de padecer enfermedades respiratorias irreversibles por la exposición prolongada al humo de leña, reseñó Voz de América.
Keinel, un bebé de solo 45 días de nacido, tose «como un hombre». Su madre, Sujeily Ríos, de 26 años de edad, describe así el sonido de las sacudidas bronquiales frecuentes que hace su niño durante los últimos días.
Los niños están entre los más afectados por las humaredas generadas por los fogones a leña.
El hogar de los Ríos está enclavado en una comunidad de bajos recursos, donde los servicios públicos, como el gas doméstico, no funcionan con eficiencia.
Casas con cercas de latones, trillas arenosas y acumulaciones de basura predominan en el paisaje. Con casi un millar de familias, Altos de Milagro Norte es una de las comunidades más pobres e inseguras del Zulia.
A poco más de un mes de nacido, su pequeño comenzó a toser “como un hombre” debido al humo del #fogónaleña, cuenta esta vecina del barrio Altos de Milagro Norte de Maracaibo, #Venezuela. La historia completa aquí: https://t.co/8v228s1yih
📹: @gusocandoalex pic.twitter.com/Nmr4WtwB7h— Voz de América (@VozdeAmerica) December 12, 2019
Sujeily vive junto con sus cuatro hijos y José Miguel, su esposo, un pescador veinteañero, delgado, que generalmente trae parte del botín diario de su oficio para comerlo. La forma de cocinarlo, a falta de gas, es siempre sobre un fogón de leña.
«Toda la vida tenemos cocinando a leña. Aquí, no llega el gas», comentó la mujer.
Es el método de cocina más común en la vecindad: cortan palos y talan árboles en la playa del lago de Maracaibo, a casi 300 metros del barrio, los reducen dentro de recipientes metálicos, los encienden con fósforos, gasoil, querosén o gasolina, y así cuecen los alimentos.
Los Ríos preparan su comida dentro de un rectángulo de metal, que anteriormente fue parte de una carretilla de construcción. En él se notan cenizas de un brasero reciente. Una parrilla de flejes finos yace en sus entrañas. A su lado, un balde con restos de pescado.
La familia, a veces, come una vez al día. «Cuando hay comida, comemos dos. Y cuando no, nos acostamos a dormir sin comer», admitió.
El humo que se desprende del fogón y del de los vecinos entre una y tres veces al día, dice la madre, es la causa de la complicación pulmonar del bebé.
Una médico diagnosticó hace poco que el infante sufre de un «bronco espasmo» por causa de las fumaradas diarias. Empezó a ahogarse hace semanas, relata Sujeily.
«Todos cocinamos en leña y el humo le hace mal. Cuando los vecinos comienzan a cocinar, yo salgo», dijo.
El olor a tablones quemados es común en Altos de Milagro Norte. Sus habitantes se quejan de que las tuberías de la red de gas doméstico son un monumento inservible.
La falta de servicio de gas obliga a muchos a instalar improvisados fogones a leña.
La más reciente Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida indicó que, luego del ingreso económico, la precariedad de los servicios a la vivienda es la segunda razón de peso que causa la pobreza en Venezuela.
El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social precisó que 273 de las 1.739 protestas registradas en octubre pasado en el país, se realizaron para reclamar derecho a la vivienda y mejoras en los servicios públicos. Fue el segundo motivo de protesta más común después de la exigencia de los derechos laborales.
«Se agrava el déficit en servicios básicos. Esto afecta negativamente el desenvolvimiento cotidiano de las personas que se mantienen dentro del país», publicó la organización.
José Luis, uno de los lugareños del barrio Altos de Milagro Norte, detalló que comprar en Maracaibo una bombona vacía de gas cuesta aproximadamente 50 dólares y llenarla significa invertir 75.000 bolívares. Es lo que ganan cada 15 días, en promedio, los hombres de Altos de Milagro Norte, la mayoría pescadores, vigilantes o albañiles.
La Gobernación del Zulia asumió la distribución del gas residencial hace cinco meses para optimizar el servicio y el despacho de bombonas de gas a la población.
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En Altos de Milagro Norte, al menos, no han notado tal mejoría.
José Luis indicó tener materia prima para sus fogones hasta enero. «Tengo un cuarto lleno de leña. Iba todos los días a buscarla. Tengo bastante guardada».
Un grupo de vecinos habla de sus padecimientos diarios con la cocina. Tres hombres y cinco mujeres despotrican de las carencias de servicios en la ciudad, como la electricidad, agua y gas.
La cocina a leña no es patente exclusiva del barrio. Ni siquiera de la ciudad. La modalidad se extiende no solo a zonas rurales, sino a múltiples ciudades del país.
En sitios como Altos de Milagro Norte, en Maracaibo, la preocupación de madres por la salud de sus hijos pequeños se repite.
La agencia Reuters informó en agosto que venezolanos vecinos del Parque Nacional Henry Pittier, en Aragua, cortaban árboles para cocinar. La investigación menciona talas similares en las ciudades de Maracay, Barquisimeto y Maracaibo.
Iván Freites, sindicalista petrolero, indicó entonces que apenas 20% de los 15 millones de cilindros de gas para 7,5 millones de hogares estaba en buenas condiciones.
Una silla de madera en mal estado, con 2 de sus retablos desprendidos, está recostada contra el barril en el que Gladys Mundo, en sus 50 años, cocina a leña una vez al día.
Era parte de su comedor. Hoy y mañana será brasa para su fogón. «Es la última que me queda», comentó mientras la zarandeaba. «Me da para uno o dos almuercitos», expresó.
Con plástico y papel, suele encender. Anteriormente la encendía con gasolina, pero el combustible escasea en la ciudad. Dura prendida 1 hora cada 24 horas, señaló. En ella cocinan generalmente arroz, pescado, sopa, huesos de proteína animal.
«Pero nada de carne y de pollo. Si veo un pollo me desmayo de la alegría», bromeó. 2 kilos de pollo entero cuestan en el país cerca de 200.000 bolívares o 4,4 dólares, más que el salario mínimo mensual, 150.000 bolívares.
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