Tras un lustro bajo control opositor, el oficialismo recuperó el poder parlamentario hace un año, con unas elecciones sin rival, lo que permitió sacar adelante 38 leyes y 17 proyectos con la tranquilidad de saber, de antemano, que cualquier propuesta contaría con el respaldo de un pleno adoctrinado.
Meses antes de las elecciones legislativas, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) intervino los partidos opositores tradicionales. Luego suspendió a sus directivas y nombró, para ocupar los cargos vacantes, a disidentes de la oposición. A ellos los calificaron de «traidores» sus excompañeros de formación política. El miércoles se ratificó a Jorge Rodríguez como presidente del órgano legislativo, perpetuando, de esta forma, su estadía en el poder.
A continuación, las claves de un curso parlamentario sin escaños disonantes en Venezuela:
1.- Opositores a la carta
De un pleno de 277 diputados, 256 son chavistas. Las mayorías calificadas están garantizadas, incluso, desde antes de efectuarse la votación para el órgano parlamentario. Pero, además, los 20 opositores que ocupan el mismo número de escaños están alineados con el oficialismo en una hermandad sin precedentes. En el peor de los casos, cualquier propuesta cuenta con, al menos, 276 cómodos votos. El único no alineado es el legislador Óscar Figuera, del Partido Comunista de Venezuela (PCV), fiel defensor del chavismo original y detractor del rumbo hacia «capitalismo» al que, considera, conduce al país Nicolás Maduro, alejándose cada vez más de su padre político, Hugo Chávez.
2.- El que se mueva no sale en la foto
A la voz discordante de Figuera, único que se atreve a confrontar abiertamente al presidente del Parlamento, el chavista Jorge Rodríguez, la censuran cada vez que trata de argumentar cómo el oficialismo se aleja de la doctrina de Chávez y avanza hacia un sistema completamente opuesto a la ruta fijada por el exmandatario de 1999 hasta su muerte, en 2013.
Cuando Figueras toma la palabra en la plenaria y trata de poner en evidencia todas aquellas estrategias con las que el chavismo actual va en contravía de la filosofía de su líder, la señal de la televisión estatal VTV, que retransmite en directo las sesiones, cambia de inmediato a los promocionales o da paso al plató de informativos.
3.- Disciplina de voto o castigo
Los 256 legisladores chavistas llevan la lección aprendida de casa. El voto será siempre favorable a la propuesta o proyecto que se presente, al margen de si se trata de un planteamiento económico o el apoyo incondicional a la política de un país amigo, como los recientes casos de Nicaragua y Cuba. Ahí es donde radica el éxito indiscutible de un grupo bien aleccionado, conformado por distintas vertientes del chavismo, con opiniones dispares, más o menos radicales en privado, pero con un estribillo uniforme en el que nadie desafina en público, ya que cantar con un tono por encima o por debajo del que marca el director de orquesta puede excluir al barítono del grupo.
4.- Las sanciones que lo justifican todo
Cualquier reforma, propuesta o proyecto parlamentario que requiera de un argumento que justifique su impopularidad, si se da el caso, siempre contará con el respaldo de una explicación recurrente: las sanciones económicas de Estados Unidos. Las sanciones obligan a hacer esfuerzos sobrehumanos a un pueblo que las padece en su propia piel. Tampoco se olvidan de las sanciones de la Unión Europea (UE), aunque estas no recaen sobre el país ni los fondos que pertenecen al pueblo, sino sobre personas concretas, que son las únicas que ven afectados sus movimientos o sus bienes personales. Pero esta explicación siempre queda en el limbo.
5.- La comisión delegada, sin voz ni voto
Un grupo de exdiputados de la anterior legislatura (2016-2021), liderado por Juan Guaidó los dos últimos años, creó lo que denominaron «comisión delegada». El grupo pretende manejar como una prolongación del Parlamento que un día tuvieron en sus manos, pero que hoy, pese a sus reuniones semanales, sus aprobaciones y debates no tienen repercusión a efectos prácticos. La escasa trascendencia del plan opositor da más fuerza real al Poder Legislativo controlado por el chavismo, que va sacando leyes, mientras la «comisión delegada», conformada por menos de 10% del pleno que un día fue, escribe en papel mojado, al no contar con institucionalidad ni fuerza real.