La pastoral social de la iglesia de San Antonio de Padua, en Boleíta Sur, organiza todos los viernes un comedor, en el que le ofrece un plato de sopa a cada persona de escasos recursos que llegue a sus puertas.
“Es una bendición para todos los que tenemos una situación precaria. Es una ayuda bastante importante”, dijo Ángela Brito, de 30 años de edad.
Brito asiste cada viernes desde hace dos años y recibe la ayuda que le ofrece la pastoral. Ella explica que no solo le dan sopa, también le ofrecen ropa y medicinas.
“Tengo 38 semanas de embarazo y aquí me han brindado ayuda con mis vitaminas, con la ropa del bebé, atención médica. Son personas que no tienen ninguna obligación con nosotros y aún así nos están ayudando”, indicó.
La mujer espera que el gran portón azul de la iglesia, ubicada en la avenida Rómulo Gallegos, se abra a las 12:00 m.
Entra y hace cola para poder limpiarse las manos con un poco de jabón líquido disuelto en una botella de refresco.
Luego continúa su paso por el patio en el San Antonio de Padua y espera en una fila hasta que llegue su número para sentarse a comer.
Al otro lado del patio se encuentran agrupadas cinco mesas de madera vieja adornadas con un pequeña planta. Tienen platos de sopa puestos en orden, junto con un cubierto de plástico y un vaso de agua.
Brito se sienta en la mesa y la recibe una mujer de la pastoral que reza un Padre Nuestro para dar gracias a Dios por los alimentos que hay en esa mesa.
Los hombres se quitan las gorras y bajan la cabeza. Unos guardan silencio, mientras que el resto reza entre murmullos.
Mujeres, niños y hombres empiezan a comer al terminar de rezar.
Sus inicios
El obispo Enrique Parrabano y María Palma iniciaron estas ayudas a la comunidad con 30 mujeres pensionadas en 2001. Les daban sopa, ropa, medicinas y una bolsa de comida una vez a la semana.
También les ofrecían orientación religiosa antes de empezar a comer.
Con el paso de los años se dieron cuenta que más personas necesitaban de esta ayuda y permitieron que hombres y niños entraran al patio a comer.
Desde hace cinco años el coordinador Juan Carlos Castaño observó que el número de personas que asistía se incrementó a 600 y 800 todos los viernes.
“Algunas personas en situaciones difíciles se ven obligados a venir aquí a buscar algún tipo de auxilio”, aseguró.
Personas en situación de calle, algunas con trabajo, otras con casa pero de escasos recursos, acuden a la pastoral para poder obtener al menos una comida al día.
Castaño detalló que asisten a personas de Los Ruices, El Rosario, Capitolio, Boleíta Norte y Sur, y el barrio La Lucha.
La solidaridad del venezolano
Ana Cecilia García es una pensionada de 76 años de edad. Observó que en las calles había una necesidad que se debía atender y acudió a la pastoral social San Antonio de Padua para poner su grano de arena.
“Siempre quise venir a colaborar a la parroquia, porque vi tantas colas de personas necesitadas, y ahora que no trabajo, puedo asistir para ayudar a la olla solidaria”, señaló.
García es ayudante en la cocina en los comedores del pastoral. Se reúne con un grupo de mujeres y hombres desde las 6:00 am, para preparar 18 ollas de sopa.
Entre todos pican las verduras, hierven el agua y cocinan los alimentos.
También para los colaboradores de la olla es un reto llevar a cabo esta tarea. García se fracturó la mano izquierda y a pesar de su dolor buscada otros quehaceres dentro del pastoral.
“Venía y trabajaba con una sola mano ayudando a poner los cubiertos, limpiar la mesa”, afirmó.
La crisis lo obliga
Juan Alberto Montes es un vigilante de 66 años de edad y su única comida asegurada en la semana es la que recibe en San Antonio de Padua cada viernes.
Su sueldo apenas le alcanza para vivir en una habitación en El Silencio, en el centro de Caracas, por lo que busca comedores sociales para poder calmar su hambre.
“Unos compañeros que siempre están en la cola me dan la ubicación de dónde se puede tener un bocado de comida”, dijo.
Montes debe gastar 10.000 bolívares diarios para poder pagar su habitación y no le alcanza para comprar comida.
A su vez debe guardar dinero para pagar el transporte hasta su trabajo. Denunció que los sueldos no alcanzan para comer y pagar sus necesidades básicas.
Donaciones y ayuda
“Nos mantenemos con la generosidad del venezolano”, dijo Castaño.
La pastoral se sostiene con donaciones. Reciben comida, ropa, zapatos y medicinas.
Las clasifican y las entregan a quienes más lo necesitan. Los medicamentos son repartidos con récipe médico.
Castaño subrayó que las donaciones se reciben desde dentro y fuera del país, y les ayudan a poder llevar cada viernes un plato de comida a los más necesitados.
@Marle_aib