Las mujeres del barrio lo conocen. Por su gran infraestructura, porque han ido a dar a luz en sus salas o por sus grandes letras plateadas y rojas sobre fondo gris en la entrada. Le dan el nombre del presidente que lo construyó: Hospital Materno Infantil Hugo Chávez.
Las puertas principales conservan aún su fachada original. Blancas y de gran tamaño, permanecen cerradas, incluso, a plena luz del día. En la avenida sobresalen los árboles alineados en el borde de la acera. La mujer del quiosco arregla los periódicos que aún le quedan por vender. En Inversiones Jaimez, el local de empanadas y tequeños junto al edificio, se preparan para cerrar. Los niños en el parque se deslizan desde el tobogán y se columpian una y otra vez. El tumulto de gente que se acumula frente al hospital se pelea cuando llega el autobús, igual que en las horas pico en las mañanas.
El materno, ubicado en Los Jardines de El Valle, en Caracas, se ha vuelto muy conocido en estos días. En lo alto de los barrios que lo rodean, y en los edificios de clase media a su alrededor, las personas hablan de los niños que mueren allí o de los partos que no atienden.
Exigen investigar muerte de bebé en materno infantil de El Valle
Es sábado por la tarde. En la entrada de la emergencia hay menos gente que la que se acumula en los días de semana. Pero es fin de semana, no hay motivos para que las salas estén abarrotadas o las sillas estén ocupadas. Desde adentro, a unos cuantos metros de la puerta, *Mariángel revisa la historia de una paciente, que se ve rayada con números y garabatos.
Vestida con su uniforme de lino blanco y su material para tomar apuntes en los bolsillos de la camisa, se dirige hacia la puerta para recibir a su primer paciente del día. En los pasillos, que lucen abandonados luego de una semana larga de partos y niños con algún diagnóstico, se escucha con claridad el sonido del tacón de sus zapatos mocasines.
“Los fines de semana no hay anestesiólogo. Hay personal de guardia, pero no se atienden cesáreas. Si se presenta una, se analiza primero. Si son dolores y no hay casi dilatación no se atiende. La única manera de que se atienda, es que venga con el muchacho afuera”.
Mariángel es enfermera y también asiste como instrumentista en los quirófanos. A pesar de que lleva el tiempo suficiente para estar adaptada a las dificultades de tener que trabajar en sitios donde ni siquiera hay insumos médicos ni personal, le desagrada el hecho de que, al menos entre semana, los anestesiólogos no cumplan sus horarios.
“De lunes a viernes ellos deberían quedarse todo el día, pero en la noche nunca hay anestesiólogo. Si la última intervención se terminó a las 6:00 pm, a las 7:00 pm se van”.
A unos cuantos metros de la puerta, lejos ya de la entrada, camina hacia la zona de los ascensores, pero sigue de largo. Los elevadores tienen varios meses con fallas y no pareciera que repararlos sea una de las prioridades. Mariángel entra por la puerta de las escaleras que debe subir y bajar cada vez que sea necesario.
Planificar los dolores de parto
En el Materno atienden a mujeres de todas partes. Pero para eso primero hay que superar varios obstáculos. Si una paciente no muestra el control perteneciente a la maternidad, es difícil que la atiendan aun así llegue con dolores de partos, asegura Mariángel.
Pero muchas, aunque llevan su control en ese hospital, ruegan para que los dolores no les den de noche y entonces se tengan que ver obligadas a parir allí, pues saben que no hay anestesiólogo para una cesárea en horas de la noche. Otras, por su parte, planean parir en el Materno Hugo Chávez. Pero esperan, si su caso es de cesárea, que los dolores les den entre semana y a tempranas horas del día.
Ninguna quiere ser esa joven a la que le negaron el ingreso el domingo 27 de enero de este año a las 6:00 pm porque no había quién la atendiera y le tocó parir en la calle, justo frente al materno.
Pocos vieron cuando la ayudaron a sentarse en el piso, y ella, sin saber sus condiciones y las del feto o si podía dar a luz por vía vaginal, empezó a pujar.
Vestida con bata de dormir y recostada al filo de la acera comenzó su trabajo de parto. La multitud, en su mayoría hombres, en pocos segundos empezó a rodearla. Como pudieron le pusieron pedazos de cartón debajo de las piernas que encontraron en los alrededores y un joven de aproximadamente 28 años de edad la asistió en el proceso. Se supo después que era uno de los residentes del centro de salud.
Mientras tanto, otro hombre de entre la muchedumbre atravesó su moto junto a ella y encendió la lámpara delantera para que la oscuridad no entorpeciera la labor de parto. Del otro lado de la calle, otro individuo iba y venía para informar a la gente que hacía la cola en una parada de jeep. «¡Ya parió!», dijo sonriente después de 20 minutos de zozobra, aunque poco después muchos dijeron que el niño había nacido muerto, pues no lloró cuando salió del vientre de su madre. De inmediato fue ingresado al Hugo Chávez. Allí, dice Mariángel, le suministraron oxígeno y lograron salvarlo.
Recientemente, se escucha en el barrio: el turno fue para una joven de 20 años de edad que vive en lo alto del sector El 70. Cuentan que llegó con dolores a las 7:00 am, pero los médicos no la quisieron atender porque no había dilatado lo suficiente. La dejaron en sala de espera y la indicación que le dieron fue que debía dilatar más. Para cuando la atendieron, ya en horas de la noche, el niño estaba muerto.
La familia alega que el médico residente que evaluó a la paciente le dijo a la especialista que esa era una posible cesárea, pero la obstetra rechazó esa posibilidad.
Una de las trabajadoras del hospital, por su parte, asegura que le preguntó a la especialista por qué no atendía a la joven y esta le contestó que la orden la había dado el anestesiólogo, que había dicho que ya eran las 5:00 pm y ya se iba, pues no le habían presentado esa paciente en la mañana.
Los que estuvieron de guardia, cuenta Mariángel, dicen que la joven avanzó, que en el transcurso de la tarde logró llegar a sus nueve dilataciones y borró cuello. Pero cuando la pasaron a parir, y la pusieron a pujar, el niño no descendió.
Después de conocerse la noticia, la familia de la joven demandó al residente por maltrato porque durante el parto este se le montó en la barriga para poder sacar al bebé.
Los médicos dicen que el niño murió asfixiado en el canal de tanto esperar. Sin embargo, el médico que atendió el parto hizo una contrademanda a la familia de la joven, pues asegura que lo que hizo fue una maniobra para ayudar a descender al bebé.
La especialista no volvió más al materno. Desde ese día no supieron más de ella.
Mariángel asegura que parte del mal servicio que prestan en el hospital se debe a la falta de personal. En el caso de las enfermeras hay poco más de 20 en cada turno, que se organizan para que haya 4 enfermeras por área durante el día y solo 6 por turno durante los fines de semana.
“Si, por ejemplo, una mujer necesita hacerse un legrado y es fin de semana no la podemos atender porque para eso también se necesita anestesiólogo. Tampoco se hacen histerectomías. Claro, lo que es Hospitalización siempre tiene pacientes, en Pediatría también, pero las cosas de mayor complicación se atienden entre semana.
Asegura que en el caso del personal de enfermería debería haber 50 por turno porque el hospital tiene 7 servicios. «Lo ideal sería 5 enfermeras por cada servicio», dice mientras prepara el tratamiento de una mujer que apenas hace una noche dio a luz a un varón.
La situación en quirófano no es diferente: en esa área es menor el número de enfermeras que están operativas y solo dos de los cuatro quirófanos que hay en el centro de salud están en funcionamiento.
«Hay áreas que no están activas como el área de recuperación de quirófanos, que está cerrada porque tampoco hay personal suficiente. Entonces las mujeres que acaban de parir se sacan del quirófano y se ponen en recuperación de sala de parto con las parturientas», continúa.
Guardias con pocas enfermeras
En el materno todo es silencioso un sábado a cualquier hora. Incluso, si se aparece un niño jugando en el pasillo de Pediatría se pensaría que es un alma en pena que quedó vagando en esas áreas.
«Hay personas a las que les da miedo caminar por ciertas zonas. A mí no, uno se acostumbra», dice mientras tacha y corrige en un papel la cantidad de suero que le suministró a una paciente.
Una joven alta, de tez morena, vestida con un uniforme de estampados, y que pareciera estar buscando a alguien, la interrumpe. No encuentra a la supervisora.
—Hay que bajar a una paciente de piso para sulfatarla. La enfermera que estaba en sala de parto está cubriendo otra área.
—Creo que no hay personal, solo estoy yo.
—¿Y ahora, cómo hacemos con ella? Tiene la tensión por las nubes.
—Llamaré a ver quién la puede bajar.
La mujer, que lleva la carpeta de la paciente en la mano, se queda parada frente al escritorio y con cara de ser poco amable espera impaciente mientras escucha la conversación telefónica.
—Lourdes, ¿puedes subir a piso y bajar a una paciente que necesita sulfato? La recibes y yo bajo a cubrirte en emergencia… bueno, quédate en emergencia.
—Doctora, después de que cumpla el tratamiento de la otra unidad bajo a la paciente a sala de parto. No hay más nadie.
Un hospital joven
Son las 5:30 pm. Mientras conversa con un residente, Mariángel pasa a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Aunque no hay un letrero en la puerta que advierta que allí solo puede entrar personal médico y los padres de los recién nacidos, los extraños saben que esa es un área restringida. En recepción, otra enfermera, que camina de un lado a otro buscando una inyección para suministrarle medicamento a un niño que está en los brazos de su madre, le responde a las preguntas a la supervisora de turno sin prestarle mucha atención.
—¿Cuántos tratamientos hoy?
—Pon ahí 18.
—¿Evaluados?
—23
—¿Ingresos?
—Ninguno
El materno, a pesar de ser un centro de salud relativamente nuevo, parece que tuviera más años en funcionamiento. Se inauguró en 2012 luego de unos seis años de construcción. Las paredes sucias, las puertas de madera carcomidas, las áreas inoperativas, las luces de las lámparas dañadas, los ductos del aire, destapados y las cerámicas, que fueron arrancadas de las escaleras, dejan entrever que no ha recibido mucho mantenimiento desde su inauguración.
La supervisora, que apenas se da cuenta de que había dejado el turno abandonado, repite el mismo procedimiento en Hospitalización pediátrica y obstétrica: 20 pacientes, 10 ingresos, 8 tratamientos, 4 evaluados. Se da cuenta de que algo anda mal con la edad de una niña y corrobora con la madre la edad de la pequeña. «1 año y 9 meses», le contesta la mujer.
Denuncian que niña murió por falta de oxígeno en Materno Hugo Chávez
«Hay enfermeras a las que les da flojera hasta preguntarle a las mamás los datos de los pacientes», dice Mariangel al ver el error en la historia de la niña.
Camina de nuevo hacia el área de los ascensores, se pierde entre los pasillos desolados hasta llegar a la escalera. El área de Emergencia sigue despejada. Los niños corren en el parque y el materno rodeado de carros estacionados en su frente se oscurece entre los árboles.
Aunque Mariángel no sabe con precisión cuántos recién nacidos han muerto durante el año en el Hugo Chávez, pues no lleva ese control, por los pasillos del hospital, y por las calles del barrio, se rumorea sobre los cadáveres que permanecen en la morgue del materno, pues muchas veces los familiares de los niños prefieren dejarlos ahí por no tener recursos para enterrarlos.
*Se utilizó el nombre de Mariangel para guardar la identidad de la enfermera
@Kzcastilla