La estación migratoria de San Vicente está ubicada en la provincia del Darién, en Panamá. Allí llegan, tras cruzar la peligrosa selva del Darién, miles de migrantes. Solo en 2021 pasaron por esta frontera entre Colombia y Panamá 134.000 migrantes, la mayoría haitianos (62%), seguidos de cubanos (14%), africanos (3%) y venezolanos (2%).
Para llegar a Panamá desde Colombia, los migrantes tienen dos opciones: pagar 400 dólares para tomar un bote desde Capurganá (en ese país), hasta Carreto (Panamá) y luego cruzar la selva caminando durante dos o tres días hasta llegar a Canáan Membrillo (Panamá). La otra ruta, menos costosa pero más peligrosa, consiste en caminar desde Capurganá hasta la comunidad indígena panameña de Canáan Membrillo, trayecto que puede tardar entre 7 y 10 días y en el que se denuncian constantemente robos, agresiones y casos de violencia sexual.
Allí, en San Vicente, Médicos Sin Fronteras atiende un promedio de 150 pacientes cada día por dolencias en la piel, diarreas, dolores en el cuerpo y infecciones respiratorias, entre otras. En lo que va de año, la organización ha atendido a 100 pacientes por violencia sexual, y en salud mental se asiste en promedio a 7 pacientes cada día por problemas asociados con ansiedad, depresión, estrés agudo y otras afectaciones que deja el peligroso trayecto del Tapón del Darién. La organización está presente en Panamá desde abril de 2021 con un proyecto de atención a población migrante, tanto en salud física como mental y salud sexual y reproductiva.
Cruzar la selva del Darién
Yuleidy Peña tiene 20 años de edad. El 19 de abril de 2019 dejó su casa en Venezuela y viajó a Ipiales, Colombia, buscando un trabajo para sobrevivir: “Estuve dos años trabajando en un restaurante con mi esposo y enviando plata a Venezuela. En Ipiales tuve a mi bebé, quien ya tiene un año. Lamentablemente la situación se complicó para nosotros porque ya no querían a los venezolanos; no nos arrendaban, no nos dejaban trabajar, y por eso decidimos cruzar a Panamá y buscar llegar a Estados Unidos”.
Con el bebé de un año de edad, Yuleidy y su esposo atravesaron la selva del Darién en siete días. Irse en bote hasta Carreto no era una opción, pues necesitaban 800 dólares para pagar los boletos. Optaron entonces por cruzar caminando.
Cuando llegaron a la comunidad panameña de Canaán Mebrillo, Yuleidy tenía 39 de fiebre y su hijo no paraba de llorar. Al no tener un puesto médico cerca, fueron embarcados por el Servicio Nacional de Fronteras de Panamá (Senafront) en el primer bote para la estación de San Vicente.
“Nos trasladaron después al hospital en Metetí y nos hicieron exámenes. Parece que por tantos golpes que me di en la selva y por no comer durante cuatro días tenía baja la hemoglobina”, señaló.