Carlos Tablante (Maracay, 29 de octubre de 1954) fue electo Gobernador del estado Aragua en enero de 1990, cuando tenía 35 años. Ya antes había hecho gala de precocidad, cuando en plena adolescencia y siendo liceísta, integró el grupo de fundadores y dirigentes del Movimiento al Socialismo (MAS), cuya primera Convención Nacional tuvo lugar en enero de 1971 (Tablante tenía 16). A los 19, ya era concejal por el antiguo Distrito Ricaurte del estado Aragua y así siguió hasta que en 1983 fue elegido diputado al Congreso Nacional, con 29 años.
Ahora acaba de cumplir 70 y, quizá también de manera prematura, ha devenido figura de referencia por su honestidad en el desempeño de cargos de elección popular y por sus posturas políticas, de probado compromiso con el interés del país, puesto que, entre otras cosas, carece de aspiraciones a cargos y canonjías. «En la actualidad», dice, «soy un activista en la búsqueda del cambio político en Venezuela, vinculado al partido Voluntad Popular».
Lo correcto, lo justo, lo inteligente
—El objetivo estratégico -dice Tablante- es evitar que Maduro intente juramentarse el 10 de enero, porque fue derrotado y la victoria, sin lugar a dudas, es de Edmundo Gonzákez Urrutia (EGU).Un intento de normalizar la situación, pasar la página o justificar una cohabitación, equivaldría a urdir una oposición de enchufados a los que Maduro, cada vez que quiera, podrá desenchufar. Sería un acto de traición inaceptable para la mayoría que votó por el cambio.
«El compromiso histórico es con el resultado del 28 de julio. A pesar de las violaciones al acuerdo de Barbados y de las restricciones antidemocráticas impuestas, María Corina Machado (MCM) y los partidos convirtieron una candidatura producto de extraordinarias circunstancias en expresión del anhelo de cambio contra el continuismo de Nicolás Maduro en Miraflores.»
—¿Además de unas elecciones, qué diría usted que ocurrió el 28 de julio, qué significa esa fecha?
—El 28 de julio hubo en Venezuela una la rebelión de los votos, que no terminará hasta que logremos consolidar la victoria con la juramentación de EG como presidente electo. Esa fecha es un alegato a quienes tienen el control de las armas de que no deben permitir el fraude y una grotesca violación de la Constitución; porque los militares no están al servicio de ninguna persona o parcialidad política.
En medio de tensiones y amenazas, esa alternativa logró una victoria aplastante, certificada con la publicación de las actas de las mas de 30.000 mesas de votación con mas de ocho millones de votos. Y si le suman los votos de los venezolanos en el exterior, a quienes se les negó el derecho a votar, obtendríamos más de 12 millones de votos. Es el sentimiento de un país que no aguanta más y clama por un cambio político urgente. Este es el pacto histórico que salió de las urnas de votación y que los dirigentes, a pesar de sus diferencias, fueron capaces de lograr con una conducción política unitaria y la también poderosa bisagra de MCM, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) y EGU.
—¿Qué puede ocurrir después del 10 de enero?
—Además de los testigos de las mesas y del propio PSUV, todos saben que el ganador fue EGU. Como sabemos también que el Consejo Nacional Electoral anunció un resultado fraudulento, violando las normas electorales de verificación, y que el TSJ judicializó ese golpe antidemocrático para imponer al perdedor como presidente de facto sin legitimidad alguna. A Maduro le quedaba una precaria legitimidad de origen de las elecciones de 2018, pero a partir del 10 de enero, sería un usurpador al que la FANB no debería ningún tipo de obediencia,según la Constitución.
A través del plan República, la FANB tiene el sobre Nº1 de cada mesa de votación,donde consta el verdadero resultado, que convierte a Edmundo González en el presidente electo de Venezuela y, por tanto, comandante en jefe de la fuerza armada. Los militares saben que EGU arrasó en todos los sectores populares e incluso en los cuarteles. La mayoría de los militares y sus familiares votaron por el cambio. Con el sobre Nº1 los militares tienen la llave para abrir la puerta de una negociación que evite que Maduro, sin legitimidad, asuma la presidencia de facto el 10 de enero.
—Aún así, parece estar clara la intención de Maduro de juramentarse el 10 de enero.
—Para ejercer de dictador, Maduro tiene la debilidad de que él mismo y su entorno saben que fue derrotado de manera contundente. Los países vecinos ya han dicho que no lo reconocerán, lo mismo EEUU y la Unión Europea. Aumentarán las sanciones, el aislamiento y los intereses de los pagos pendientes de la deuda externa, estimada en mas de 260 mil millones; se multiplicarán los embargos sobre los activos del país (aviones de Conviasa, buques con cargamento de petróleo, cuentas oficiales internacionales, Citgo, reservas de oro en Londres, etc).
Un atrincheramiento de Maduro en el poderaumentaría las carencias y necesidades del país: la inflación; el colapso de los servicios públicos; el deterioro de la infraestructura y la destrucción de lo que queda del aparato productivo, incluyendo a Pdvsa, cuya agonía comenzó al ser declarada “roja, rojita” y convertida en un antro de corrupción. En este angustioso escenario, se incrementará el hambre y la desesperanza, acentuándose así la crisis migratoria. En suma, de tener éxito ese intento fraudulento de Maduro, lo convertiría en un usurpador con la consecuente profundización una grave crisis humanitaria.
—¿Cuál diría usted que debe ser la actitud de la oposición en la actual circunstancia?
—La prioridad estratégica es la defensa de los resultados del pasado 28 de julio. La comunidad internacional, los sectores democráticos del país y la fuerza armada deben impedir el fraude madurista y presionar para que, a través de una negociación, se logre la juramentación de Edmundo González el próximo 10 de enero.
Esta es la única opción para sacar al país de la crisis humanitaria y el aislamiento, renegociar la deuda, atraer inversiones y, con ello, aumentar la producción petrolera y de otros sectores. Es decir, construir una economía de expansión, capaz de lograr los equilibrios macroeconómicos necesarios para controlar la inflación con un poder adquisitivo competitivo,que cree bienestar para las grandes mayorías. Para esto es urgente el cambio político.
Y, por supuesto, trabajar en una gran reforma del Estado para garantizar un Poder Judicial idóneo, con un sistema policial eficiente y confiable, promover la reforma de los partidos políticos y la transparencia de su financiamiento. La descentralización del poder es fundamental. Hay que fortalecer la gestión de los estados y municipios. Finalmente, hay que establecer una amnistía fiscal y, con la cooperación internacional, adelantar un plan de recuperación de los activos robados al país.
La ruta es clara: evitar que Maduro continúe en el poder y lograr el cambio que el país necesita. Este no es un deseo ni una cuestión de conveniencia, es el mandato que el pueblo expresó en las urnas. La tarea es concretar este cambio y resistir cualquier intento de fraude, con unidad, fuerza y dignidad.
—Usted ha aludido a un pacto histórico. ¿Cómo lo concibe?
—En principio, debe haber un acuerdo para impedir que el autócrata imponga el fraude. Y después del 10 de enero, debemos construir un pacto nacional en defensa de la Constitución para abordar el proceso de transición.
En los días siguientes al cambio de Gobierno, las instituciones aún estarán en manos de quienes han acompañado a Maduro. La Asamblea Nacional, el sistema judicial, la Fuerza Armada, el sistema policial, la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, así como los grandes medios de comunicación, seguirán bajo su influencia. Es indispensable un gran diálogo, en el marco de los acuerdos de Barbados, para atender de manera prioritaria la crisis humanitaria compleja, las leyes de amnistía y de justicia transicional, respeto a los derechos humanos, y los incentivos políticos para que quienes salen del poder no se sientan amenazados y faciliten la negociación para su salida del poder.
—¿Cómo describiría el arco que ha trazado la figura de María Corina Machado?
—MCM logró sintonizar con el sentimiento de cambio mayoritario del país y, superando las trabas de la desconfianza, logró también un acuerdo político con factores políticos distintos,mediante la realización de la elección primaria convocada por la PUD. Con flexibilidad y amplitud, superando los rasgos sectarios, se ha construido una alternativa muy amplia y plural de la que ella es una parte muy valiosa. Como ella misma ha dicho, la confrontación en Venezuela no es entre derecha e izquierda sino entre el régimen y quienes buscan el bien común, a partir de la victoria del 28 de julio.
—¿Cuál cree que debe ser la conducta de los diversos sectores de oposición respecto de la muy perseguida María Corina Machado?
—Es necesario mejorar la coordinación y la cooperación entre MCM, EG, la PUD y todos los actores sociales y políticos que podamos sumar en una gran alianza nacional para impulsar la transición hacia la democracia. En Venezuela está emergiendo un nuevo liderazgo que vendrá a renovar la política. Los políticos experimentados deberíamos facilitar y apoyar la promoción de los nuevos líderes. Algunos de esos nuevos líderes, a quienes aprecio mucho y a quienes no voy a nombrar, tratan de calificarse descalificando a los otros. En estos tiempos de turbulencias e incertidumbre debemos promover el debate constructivo: más es lo que nos une que lo que nos separa. Si hay algún desacuerdo polémico es conveniente que cada familia política lo canalice adecuada y democráticamente. Hacer públicos los desacuerdos y la pugnacidad es contrario al mensaje unitario y de esperanza que el país espera de sus líderes.
—¿Qué cree que hubieran hecho sus maestros en la actual circunstancia?
—Yo me he formado en la escuela de la vida. El amor de mi madre hacia el prójimo me enseñó a ser solidario y así he definido mi vínculo con el nuevo socialismo y la nueva izquierda, bajo la influencia de mis grandes maestros, Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff.
Del liderazgo histórico del país aprendí, que, a pesar de las diferencias, siempre hay que ser capaz de dialogar y llegar a acuerdos por el bien de Venezuela. Este es el ejemplo que debemos seguir hoy. Necesitamos un acuerdo amplio y generoso, sin exclusiones, en defensa de la democracia y el Estado de derecho en Venezuela. Ya logramos un primer acuerdo con la candidatura de EGU, que nos permitió ganar las elecciones. Ahora, el desafío es materializar esta victoria y mantener la unidad en el camino hacia el cambio político que el país necesita y merece.
Las restricciones impuestas por el estado terrorista a través de la represión, persecución, amenazas, más de dos mil presos políticos, partidos intervenidos, Ley anti fascista para promover la censura, acallar la crítica y controlar a los medios de comunicación, cierre de radios y periódicos, periodistas detenidos… toda esa represión es la forma insegura y débil con la que Maduro trata de ocultar su derrota. A pesar de ello, hasta con una cierta clandestinidad, debemos fortalecer la articulación unitaria.
—Al llegar a los 70 años, ¿cuál considera el mayor error de su trayectoria?
—Haber participado del apoyo que el MAS le dio a la primera candidatura de Hugo Chávez en 1999. Carlos Andrés Pérez, Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Rafael Caldera me alertaron de los riesgos que representaba el proyecto neopopulista y militarista de Chávez. Sin embargo, me dejé influir por el mensaje humanista, solidario y democrático contenido en la Constitución que hicimos en la Constituyente que, por cierto, no fue un traje a la medida del autócrata y que, por supuesto Chávez, neocaudillo populista, violó de manera sistemática. A partir de finales de 2000 enfrentamos a Chávez y a su proyecto de frente y en todos los frentes, siempre en el marco de la Constitución.