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Caimán del Orinoco y el sapito arlequín están en peligro de extinción en Venezuela

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El caimán del Orinoco y el sapito arlequín están en peligro de extinción en Venezuela, pero una fundación trabaja para evitar que estas especies depredadoras desaparezcan. El martes, fueron presentados en el Palacio de las Academias los avances de dos proyectos sobre estas especies.

La doctora Margarita Lampo, presidenta de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, indicó que hace 40 años la especie Atelopus cruciger ocupaba una extensión geográfica de 17.000 kilómetros a lo largo de la parte central de la cordillera de la costa, en el norte del país.

Actualmente solo se conocen dos poblaciones aisladas que cuentan con una extensión de aproximadamente 80 kilómetros cuadrados. Las estimaciones señalan que existen 433 individuos reproductivos, divididos en dos subpoblaciones.

«No se trata solo de producir muchos individuos, sino de variabilidad genética, hacer cruces entre diferentes parejas. Además, debemos mitigar las amenazas en los sitios donde están y sensibilizar y educar a las comunidades aledañas sobre la importancia de su conservación», destacó Lampo.

«Han ido desapareciendo de su antiguo hábitat presumiblemente por la quitridiomicosis, una enfermedad infecciosa causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis«, señaló la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela en Instagram.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ubica al sapo arlequín en el grupo de «peligro crítico» debido a su pequeña área de distribución.

Caimán del Orinoco

Omar Hernández, director general de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, señaló que se estima que entre Colombia y Venezuela haya alrededor de 300 ejemplares del caimán del Orinoco.

En Venezuela, hay poblaciones de este caimán en los ríos Cojedes y Capanaparo, en el Parque Nacional Santos Luzardo, estado Apure. Sus principales amenazas son la extracción de sus huevos y la cacería furtiva de jóvenes y adultos.

«En el río Cojedes no debe haber más de diez hembras reproductoras y en el río Capanaparo no más de treinta», señaló Hernández.

En el caso de Capanaparo, el experto destacó el saqueo de nidos. «Hay una condición de pobreza crítica y desnutrición impresionante. Aparte de la cacería para el consumo de su carne, también están las muertes incidentales por las redes de pesca», dijo.

 

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