Sentados en semicírculo en un pueblo de pescadores de Venezuela, niños juegan barajas con fajos de billetes en bolívares, la moneda nacional, pulverizada por la inflación más alta del mundo.
La escena transcurre en una calle de Puerto Concha, un caluroso poblado en el estado Zulia, fronterizo con Colombia. Donde para muchos el bolívar es historia: tres reconversiones monetarias desde 2008 eliminaron 14 ceros a la moneda.
Billetes
Los billetes sirven para hacer coronas y otras figuras, además de ser usados por los niños, que se tiran en el suelo a jugar entretenidos.
«Si vos ponéis cien, te ganáis cien». Así lo explica una niña zuliana que coordina la partida de Ajiley. El popular juego de cartas, al que los pequeños le han dado un giro creativo transando los premios con estos billetes inservibles, que almacenan en una caja de cartón en forma de guitarra, con el dorso pintado con los colores patrios.
Depreciación
El bolívar se ha depreciado 72,54% en lo que va de 2021 y el viernes pasará por una nueva reconversión en la que se le quitarán seis ceros.
Pero en Puerto Concha importa poco o nada la moneda nacional. En los últimos años se han familiarizado más con los pesos colombianos, que usan todos los días.
«Aquí el bolívar ya pasó a la historia», remarca Jonatan Morán, obrero de una finca, desde el mostrador de una bodega repleta de productos colombianos, más baratos que los locales.
«El nuevo bolívar que salió ni lo conozco, ni lo quisiera conocer. ¿Para qué?», se pregunta, tajante, en diálogo con la AFP.
Hay habitantes de Puerto Concha que recuerdan que antes de la reconversión decretada por Nicolás Maduro en 2018, la segunda en la era chavista, muchos salían con baldes repletos de billetes para hacer compras en el supermercado.
Bolívares «de recuerdo»
Con esta nueva reexpresión monetaria, Venezuela pasa a ser el país de América Latina que ha eliminado más ceros de su moneda. Así lo señala el economista José Manuel Puente.
Él está convencido de que en unos meses se repetirá el ciclo y el nuevo bolívar quedará otra vez rezagado.
Peso colombiano gana terreno en occidente
Esta inestabilidad expandió el uso del peso colombiano en los estados fronterizos, mientras el país vive una dolarización de facto. Algo que que si bien contradice la «narrativa antiyanqui» del chavismo, es vista como válvula de escape frente a una economía con ocho años de recesión y cuatro de hiperinflación, apunta Puente.
Al ser una región vecina de Colombia, muchos suelen cambiar dólares a pesos en Puerto Concha, pues les facilita las compras al menudeo. Algo que no ocurre con el billete verde, pues la dolarización informal limita el flujo de billetes de bajas denominaciones y complica las operaciones.
«Ahorita es más beneficioso el peso que el bolívar, porque el bolívar no nos da». Así lo cuenta María Martínez, una vendedora de lotería de 38 años, que oculta su rostro con un suéter para protegerse del sol.
Bolívar solo por tarjetas
El uso del bolívar quedó prácticamente restringido a operaciones con tarjetas de débito. Esto debido a una escasez crónica de efectivo, necesario para las principales actividades en el pueblo: la pesca, la ganadería y la siembra de plátano.
No existen cifras de la cantidad de pesos colombianos que circulan en la economía venezolana.
En cambio, estimaciones del sector privado consideran que en el país las transacciones en dólares abarcan al menos 70% de las operaciones.
De esta tercera reconversión, María, madre de tres hijos, solo sabe «lo poquito que se ve en las noticias». Igual no piensa trabajar con la moneda oficial, porque el bolívar está desvalorizado.
Aunque acepta pagos en bolívares de manera electrónica, Hugo Fernández, dueño de un local de víveres, dice que conoció uno de los últimos billetes gracias a unos turistas que viajaron desde Caracas hace cuatro meses.
«Los guardamos para tenerlos de recuerdo, porque no los habíamos visto. Y ahora los van a cambiar otra vez». comentó este comerciante de 24 años de edad, que se siente más confiado de trabajar con pesos colombianos.
«Por lo menos es más estable», concluye.
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