En la barriada Nicolás Maduro votarán por la oposición en las elecciones venezolanas del 28 de julio. Fundada hace 17 años en un terreno invadido del estado Barinas, tierra del presidente Hugo Chávez, sus vecinos dicen hoy sentirse «abandonados».
Barinas ya le dio la espalda a Maduro, que aspira a un tercer mandato que lo proyecte a 18 años en el poder. Este antiguo bastión oficialista, gobernado siempre por miembros de la familia Chávez, pasó al control de la oposición en 2022.
Es una gesta que inspira a muchos en la oposición, por los paralelismos con la elección presidencial de este año. Al igual que ahora, el candidato principal de entonces fue inhabilitado y sustituido por un desconocido que debió enfrentar al gigantesco aparato del Estado al servicio del chavismo.
«Lo que pasó en Barinas es la expresión de un pueblo cansado de tantos atropellos y de tantas injusticias», dice a la AFP el gobernador Sergio Garrido, que asumió la candidatura cuando Freddy Superlano fue inhabilitado justo después de ganar la elección, en 2021.
Ese es el papel que desempeñará Edmundo González Urrutia el 28 de julio cuando enfrente a Maduro en lugar de María Corina Machado, ganadora de la primaria opositora y favorita en las encuestas pero vetada para ejercer cargos públicos por 15 años.
«Abandonados»
Gabriel Martínez cuenta que hace 17 años más de 200 familias invadieron parte de una finca convertida hoy en el barrio Nicolás Maduro, bautizado así cuando el actual mandatario era aún canciller de Chávez.
Las calles no están pavimentadas, no hay red de agua potable o gas doméstico, el servicio eléctrico llega por una conexión clandestina que falla casi siempre y las neveras están vacías. Sus habitantes viven en pobreza extrema y hablan de cambio.
«La gente le puso ese nombre con la esperanza de que los tomaran en cuenta, mejoraran el lugar, le pusieran electricidad, vialidad, agua… y no fue así», recuerda Martínez, de 31 años de edad, en la puerta de su casa de bloque y techo de zinc. «Y como está este sector hay muchos en Barinas: abandonados, sumergidos en la pobreza».
La huella del chavismo está plasmada en cientos de vallas por todo este estado de 800.000 habitantes. Una de ellas muestra a Maduro a caballo, mientras que murales de Chávez de niño, adolescente y con uniforme militar verde oliva besando una bandera tapizan las paredes públicas.
«Cuna de la Revolución», se lee en la entrada de Sabaneta, donde el expresidente Chávez nació en 1954. El 28 de julio, día de la elección presidencial, cumpliría 70 años y sus seguidores insisten en dedicarle la elección.
Hay una estatua y un museo en honor del comandante.
Maduro visitó por estos días Sabaneta. Ordenó asfaltar calles y remodelar el hospital en ruinas.
«Aquí lo que hay es gente enferma por donde quiera, y no hay plata», se queja María Canelón, campesina de 85 años de edad, diabética, hipertensa y con artrosis, que depende de las remesas que recibe del exterior de dos de sus hijos.
La derrota de Maduro en Barinas «Muy fuerte, muy duro»
Sergio Garrido ganó en enero de 2022 una elección especial ordenada por la corte suprema después de anular el triunfo de Superlano sobre Argenis Chávez, hermano del mandatario fallecido y en el poder desde 2017. Antes gobernó su hermano Adán (2008-2017) y su padre Hugo de los Reyes (1999-2008): 22 años de hegemonía de la familia Chávez.
«Barinas en las elecciones de 2021 votó por un supuesto cambio», reclamó Maduro el 10 de julio en un mitin en esa ciudad. «¿Salió ganando eligiendo un gobernador de la vieja clase política?», interpeló.
Esa derrota fue un golpe directo a Maduro, que había impuesto el candidato: el exvicepresidente Jorge Arreaza, que obtuvo 41,3% de los votos, frente a 55,3% de Garrido.
«Fue muy fuerte, muy duro», recuerda el gobernador de 56 años de edad, que asegura trabajar con lo mínimo. «Logramos obtener el triunfo a pesar de las circunstancias, de no tener recursos para hacer una campaña frente a un gobierno todopoderoso, que tenía todo a su mano».
Cuatro días antes de Maduro estuvo Machado con González Urrutia en Barinas. Congregaron a miles de personas, incluido Gabriel Martínez.
«No había visto tanta gente desde hace mucho tiempo», sostiene.