El retorno a Venezuela se ha convertido en un calvario para quienes lo hacen por tierra desde Brasil, ingresando legalmente por Santa Elena de Uairén. En Puerto Ordaz, la Fundación Armonía, conocida en la zona como Mundo de Sonrisas, el refugio dispuesto por el régimen de Nicolás Maduro, acoge a 150 personas, que en estos momentos están atrapadas a la espera de cumplir su tiempo de cuarentena por la pandemia de coronavirus.
La Fundación Armonía depende de la Gobernación de Bolívar. Brinda atención a los adultos mayores. Las condiciones en las que están los viajeros en nada son envidiables. Distan mucho de ser ni siquiera tolerables.
Habitaciones con literas, donde se agrupan hasta ocho personas sin ningún control ni protocolo sanitario; baños con filtraciones y fugas de agua, pocetas que no funcionan y mal olor; se come con las manos o improvisando tenedores y cucharas con los platos plásticos que les dan. La comida principalmente es pasta y sardina, y algunos días arepas.
Las personas tienen prohibición de salir y tampoco se puede comprar nada fuera. Pasan las horas en los espacios abiertos, pero sin mantener la distancia social. Por ninguna parte se ve un dispensador de gel alcoholado. La supervisión está a cargo de militares armados.
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De Brasil a la Fundación Armonía
“Tiene acá una trampa montada con la excusa del protocolo de bioseguridad”, dijo Douglas Madera Buscarini, futbolista y empresario que reside en Italia desde hace tres años y llegó el pasado viernes procedente de Brasil, donde estuvo por negocios ligados al mundo deportivo.
“En la Fundación Armonía no tenemos las mínimas condiciones de salubridad para albergar seres humanos, mucho menos para un protocolo de prevención del coronavirus”, señaló.
Madera llegó el viernes a las 5:00 pm a la frontera entre Venezuela y Brasil. Minutos después le hicieron una prueba PCR que salió negativa. “A la mañana siguiente viajamos en autobús a Puerto Ordaz y nos aseguraron que al llegar nos harían otra prueba, que si salía negativa podríamos salir en el transcurso del día”, explicó.
El viaje les costó 30 dólares, a pesar de que el autobús era propiedad del gobierno, indicó.
“Al llegar a la Fundación Armonía nos cambiaron las señas. Nos recibió un grupo de militares armados que indicaron que teníamos que esperar a una doctora que nos daría la charla. Nos dijo que teníamos que quedarnos siete días como parte del protocolo de bioseguridad. Eso fue el domingo. Hubo reclamos, pero ya no había forma ni manera de salir”, afirmó.
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Impresiones de un médico
Un médico que está confinado en el lugar hizo llegar sus impresiones a El Nacional. Las escribió en un cuaderno. Prefirió mantener el anonimato para evitar represalias.
“Lejos de ser un lugar de armonía es realmente un lugar trágico, sin condiciones básicas para albergar seres humanos”, aseveró.
“No existe un dispensador de alcohol en gel o alcohol en spray, tampoco hay antisépticos presurizados para rociar al viajero ni su equipaje”, manifestó.
“De manera inverosímil quienes reciben a los viajeros no son ningunas personas capacitadas en salud, sino militares que repiten una y otra vez que ellos están encargados de nuestra custodia. Además, no usan equipos de protección personal”, expresó.
Explicó además que el personal de limpieza del lugar solo se presenta cada dos días. Dijo asimismo que el albergue está infestado de zancudos.
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