1. Tal como lo advertí, Gustavo Petro no es pendejo como para repetir la fracasada experiencia venezolana. Comienza su gestión de gobierno dando una lección de realismo nada mágico: “Si nos aislamos, nos tumban”. (Revista Cambio).
2. Petro se distancia del sectarismo: «El objetivo es construir un nuevo clima político. Hay que luchar tanto con el sectarismo de las derechas como con el sectarismo de las izquierdas, porque la polarización es eso”. (Revista Cambio”).
3. Petro: “No es que no existan diferencias sino que esas diferencias no se trasmiten a partir del sectarismo. Porque el sectarismo en Colombia lleva a la violencia».
4. El nuevo presidente de Colombia no se limita a simples enunciados políticos sino que fue a los hechos. Se concilió con Alvaro Uribe ignorando las denuncias y amenazas de llevarlo a la cárcel “por criminal”y “aliado de los paramilitares narcotraficantes”. Pasó la página del odio y la venganza.
5. Uribe por su parte también puso en el congelador todas las denuncias acerca del supuesto talante dictatorial de Petro, cuando dijo además que era más peligroso que Chávez. Lo que sí validó Uribe es que Petro es más inteligente que Chávez y Maduro juntos.
6. Uribe salió de su encuentro con el nuevo presidente pidiendo a los colombianos no irse del país sino que hay que “trabajar, trabajar y trabajar más” a pesar de tener un gobierno izquierdista, y prometió colaborar con todas las leyes que beneficiaran a los colombianos.
7. El prudente optimismo de Uribe no es otra cosa que una magistral pieza de inteligencia política. Eso indica que la nueva oposición colombiana no pisará el peine que pisaron los impacientes dirigentes opositores venezolanos implantando la estrategia del “Petro vete ya”.
8. El 3 grandes retos: crear un ambiente de colaboración entre los poderes públicos, (es decir, cero confrontación radical con la izquierda), evitar la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, y que dentro de 4 años los colombianos puedan acudir de nuevo a las urnas electorales para decidir si Petro debe seguir o no en el Palacio de Nariño.
9. La actual posición conciliadora y de consenso nacional de Gustavo Petro no implica necesariamente que haya abandonado sus objetivos políticos y sus compromisos con la izquierda. Su objetivo final aún está por verse.
10. Por ahora, Petro sólo está demostrando pragmatismo político, magnanimidad con el adversario derrotado, y disposición a cohabitar y entenderse con toda la sociedad colombiana, sin excepción, lo cual lo ubica más cerca de la izquierda post industrial europea que de la izquierda trasnochada de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
11. Petro no está amenazando con “freír la cabeza” de los adversarios ni está estimulando el odio social. Por el contrario, está pidiendo la unidad de todos los colombianos para equilibrar más al país y evitar una escandalosa desigualdad social que no conviene a nadie.
12. Petro sabe que el sistema político colombiano no es sólo el palacio de Nariño sino que existe un gran elefante político llamando “estado profundo” al que habrá que comérselo en rodajas.
13. Eso abre una nueva esperanza al fortalecimiento de la democracia colombiana. Este será un momento estelar para que los partidos políticos se transformen y se acoplen históricamente al siglo XXI. Hay que apostar por ello.
14. Un viejo amigo venezolano, estudioso del caso colombiano me dijo hace varios años: “El día que Colombia supere la violencia, el narcotráfico, y la gran desigualdad social, el mundo entero conocerá el poder de los colombianos”. Es el gran reto no sólo de Petro sino de toda Colombia.
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