VENEZUELA

Análisis de entorno: síndrome de Estocolmo sociológico

por Avatar Benjamín Tripier

El síndrome de Estocolmo sociológico es un fenómeno psicológico que se desarrolla en situaciones de dominación sociopolítica y económica, donde los sujetos, ya tratados como grupos sociales, tienden a desarrollar una identificación con el actor dominante como mecanismo de supervivencia.

Es un fenómeno complejo y no generalizado, y que su prevalencia puede variar significativamente dependiendo de la situación específica del individuo y de la sociedad de la cual forma parte; y que puede manifestarse de varias maneras.

En un contexto de control político, social y económico como el que tenemos en Venezuela habría que centrarse en el análisis de la interacción entre los diferentes estratos socioeconómicos y cómo pueden influir en la estructura política del país. Por ejemplo, la relación del gobierno con los pobres, que se mueve en el sentido de que se mantengan pobres para que no se conviertan en escuálidos (dirigentes del chavismo dixit), genera un aparato administrativo para hacerle seguimiento y asegurarse que les está funcionando.

Y como todo tiene sus límites con bonos de 3 dólares o 5 dólares, y con salarios mínimos inferiores a los 10 dólares, sin aumentos en los últimos 500 días y sin vías de mejora en el presupuesto 2024, la gente se cansará de tanto pasar malos ratos y que nunca les alcance para nada. Porque, simultáneamente, Venezuela en general y Caracas en particular, tienen los precios más altos de Latinoamérica, haciendo que la brecha sea gigantesca y genere riesgos de inestabilidad social.

Por eso el enfoque termina impactando en la transformación del sindicalismo y en los procesos de movilización y participación de los trabajadores, que ya están incluidos en la categoría de pobres. Antes, si tenías un trabajo, no eras pobre… ahora sí está pasando, y cada vez con más frecuencia.

Por lo que la topología de la sociedad se enfrenta a desafíos significativos, como la censura, la represión y la autocensura. Sin embargo, allí mismo comienza a sembrarse el germen del cambio, principalmente por el proceso de transformación de las sociedades, no solo por el cambio generacional, sino también por la evolución de la tecnología de las comunicaciones, con foco en el aquí y el ahora, haciendo que la gran base social pueda estar un paso adelante, y se convierta en un factor activo de la promoción de cambios.

Asumiendo que los cambios que busca una sociedad descontenta como la venezolana, siempre serán para mejorar la calidad de vida, rompiendo el paradigma del síndrome de Estocolmo… cada vez mayores grupos de la sociedad van quedando libres del síndrome y comienzan a reconocer la realidad tal cual es, y no tal cual se la estaban “vendiendo”.

Y esos cambios, casi siempre bottom up, son los que llevan a choques como el que se produjo en Argentina con el advenimiento de Javier Milei. Que se produjo en forma ordenada y democrática, sin la más leve sospecha de fraude o de trampas (más allá de la dinámica usual de cualquier proceso electoral en una masa grande de gente), con el claro reflejo de la voluntad de la gente que masivamente votó por un cambio.

En los últimos años, en Argentina, la sociedad estaba en alrededor de 50% o menos, oponiéndose al kirchnerismo, que supo ser la fuerza política dominante, de izquierda, populista, estatista y con rasgos hegemónicos. Como un ejemplo clásico del síndrome que les mencionaba más arriba. Pero esta vez, la sociedad argentina fue llevada a un límite máximo que le terminó de abrir los ojos a una parte de la sociedad cautiva (aunque no a todos…) llevándolos a votar por casi 56% por la opción de cambio radical, que le ofreció a la sociedad “sangre, sudor y lágrimas”, pero con luz al final del túnel, y con final feliz… que la otra opción fue incapaz de ofrecer.

En nuestro caso en Venezuela, la sociedad está siendo llevada a probar sus límites, por lo que todos los días, grandes contingentes sociales se “despiertan” y se libran del síndrome. De esos, una parte abandona el país –más de 8 millones- pero los que quedan, descubren figuras como la de María Corina Machado que logra capitalizar (hasta sin buscarlo) ese descontento del náufrago que ve algo que flota y se aferra a eso.

Y el uso de la palabra “flotar” como contraposición a “hundirse”, no es casualidad… gran parte de nuestra sociedad se está hundiendo, y necesita ser rescatada.

Venezuela y Guyana

Foto: EFE/ Prensa Miraflores

Político

Bueno… ya la malvinización fue desactivada, porque no funcionó… el pueblo no fue masivamente a la plaza para aclamar a “Galtieri” … eso ya no va más.

El último tiempo fue acaparado por el tema Guyana con un enfoque triunfalista y de seguridad, que se sabía que no respondía a la realidad. Que hiciéramos o dijéramos lo que sea de nuestro lado, desde el de ellos la posición parecía inconmovible: “La CIJ tiene el caso y no vamos a hacer nada para afectar su decisión, las concesiones petroleras continúan y son exclusivamente de Guyana, y tenemos suficientes amigos declarados como para no tenerle miedo a Venezuela” … más o menos así fue el resumen de su posición.

Ellos fueron a la reunión de San Vicente y Las Granadinas a documentar su posición, y permitir que Venezuela colocara al acuerdo de Ginebra en el texto… pero nada cambió… a menos que la CIJ diga algo en contrario, nosotros quedamos mirando desde afuera.

El tema de la desaparición de Roberto Abdul, que se sabe que fue detenido, pero no dónde está ni quién lo tiene, es para preocuparse, porque enturbia el ambiente político y manda mensajes confusos, tanto a la comunidad nacional, como fuera de Venezuela.

Y no es porque la desaparición de Roberto fuera más especial que la de los otros detenidos en esta redada, o de los políticos que ya llevan tiempo presos, sino porque se trata de un técnico que no practica la política partidista, sino que dirige Súmate, una ONG creada para seguimiento electoral.

Y si bien es un opositor al gobierno, eso no debería ser una razón para detenerlo por tener pensamientos distintos al poder hegemónico… o que por lo menos intenta serlo por la fuerza, y cada vez lo logra menos.

Ojalá que cuando llegue el momento de votar en 2024, encontremos una institucionalidad fortalecida que impida que el descontento se canalice por vías no electorales. Está en manos de todos, pero especialmente del gobierno, el darnos unas reglas posibles que todos debamos respetar.

Social

La situación argentina que dio por terminada la etapa kirchnerista, no fue política ni económica, sino eminentemente social. Una sociedad con un perfil de comportamiento y aceptación de pautas y reglas de juego cuasi peronista, hasta de parte de los opositores, asumió un desgaste progresivo a lo largo de los años, que solamente la independencia de criterio de la nueva generación pudo frenar.

Porque en realidad, en el mundo social de las esperanzas y las expectativas, la generación de los baby boomers, había decidido aceptarlas y convivir con ellas como si fueran un “hecho de Dios”. Los nuevos, algunos de los cuales no tienen idea de quiénes fueron Perón o Evita, encontraron que no había justificación para seguir como estamos y decidieron ponerle un alto a esa manera de manejar la pobreza.

Y encontraron en Milei la alternativa, que cruzó clases socio económicas, desde los más pobres a los más ricos, pero concentrándose en jóvenes entre los 16 y los 40 años que fueron los que influyeron en sus mayores para que también votaran por él.

Porque hay que estar claros en que no votaron a Milei como voto castigo a la política, sino como voto esperanza en el futuro.

En nuestra Venezuela está sucediendo algo similar, por lo que les comentaba más arriba, de estar llevando a la sociedad a un extremo que los hace reaccionar con claro instinto de supervivencia, que, al no encontrar respuesta en la manera que tiene el gobierno de hacer las cosas, busca alternativas.

Lo cierto es que, al fenómeno de cambios en la región, hay que verlo más como un tema social crítico que verlo como electoral. Si siguen así, la brecha que claramente se percibe entre la dirigencia y las bases, se va a profundizar.

Económico

Para el cierre del año quiero compartir un resumen, en un clima económico de extrema volatilidad:

Guyana

Foto: MARCELO GARCIA

Internacional

El tema del diferendo del Esequibo sacó a la superficie un conjunto de informaciones que sirve para rearmar el mapa geopolítico de la región donde un actor muy pequeño… tal vez el más pequeño de Sudamérica, mueve las piezas de tal manera que despierta la ira de su otrora poderoso vecino, que ya no solo no lo es tanto, sino que se quedó solo y tuvo que “echar para atrás” un discurso agresivo y soberbio que no pasó la prueba de la primera vuelta.

No hubo un solo gobierno que actuara incondicionalmente a favor de la posición venezolana sino que comenzaron a verlo como un miembro incómodo de la comunidad regional, siempre con problemas, y en la mayor parte de los casos causados por ellos mismos.

Ya está claro que la posición de Brasil no es favorable a Venezuela, considerando que eran en el pasado los mejores amigos, y terminan poniendo a Venezuela al mismo nivel de un país muy pequeño que tiene poco poder e influencia en la región. Caso similar el del Caricom, y especialmente el de Cuba. Es de esperar que Venezuela tome nota de eso, y comience a reordenar intereses versus ideología. Que, por cierto, la ideología no está teniendo mucho que ver, sino los intereses.

Porque no hay que perder de vista que los tres macro poderes que estaban respaldando incondicionalmente a Guyana fueron el Reino Unido, EE UU y la UE. Así que es posible que Guyana termine quedándose con todo, y que Venezuela pueda sostener la fachada atlántica y tal vez, solo tal vez, solicitar que no pongan bases norteamericanas en esa zona. Porque es difícil que Venezuela reciba algo de los recursos naturales de la zona.

Sería importante que quede abierta una ventana para que nuestras generaciones futuras puedan desempolvar el tema dentro de 50 años, y ya con mejor posición y reputación internacional, retomar esa reclamación.

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