VENEZUELA

Análisis de entorno: Hay que emitir bonos sociales

por Avatar Benjamín Tripier

El rol del empresario venezolano en la Venezuela de hoy, ha cambiado sustancialmente con el paso del tiempo, y con la consolidación de la revolución, así como de las sanciones de EE UU y de muchos de los países con los que históricamente Venezuela estuvo relacionada.

Ha habido un efecto dominó que arrancó con las sanciones de Obama, y que llegaron a un clímax con las de Trump, privando al gobierno revolucionario de la fuente de ingresos que le permitía hacerse cada día más fuerte, e incidir en la región, exportando la ideología; así como controlar, casi absolutamente, la economía venezolana. El 95% de las importaciones de Venezuela las hacía el estado venezolano; había créditos baratos y hasta gratuitos, el dólar libre estaba prohibido y castigado muy severamente, el acceso al dólar oficial era una herramienta de control, los controles de precios y de producción se hacían con armas largas, y, casi toda la economía giraba alrededor del estado, de sus permisos y concesiones; y había hiperinflación (la más poderosa herramienta de control político), así como escasez y desabastecimiento de casi cualquier cosa.

Las sanciones tuvieron su lado positivo, pues obligaron al gobierno a ver la economía desde un ángulo que no habían visto nunca, y que ni siquiera hubieran pensado que podía existir: que no hubiera ingresos ilimitados… y que el petróleo comenzara a escasear, no porque se acabara, sino porque no podía sacarse del subsuelo, y que si se lo sacaba no era tan fácil de producir y de exportar. Por las sanciones, por un lado, y por la falta de mantenimiento sostenido, por el otro.

Para el chavismo, el mundo cambió de un día para otro, y las opciones eran, o bien, más radicalización, tipo Cuba, o bien, más apertura, tipo China.

Como somos latinos, y buscamos el camino más fácil, nos fuimos por el modelo chino… pero claro… no somos chinos, así que controlaron lo que pudieron, y dejaron a su propio destino todo lo demás. Controlaron a los pobres, muchos, y cada vez más, y a los que aún no lo eran, pues los/nos dejaron para que hicieran lo que pudieran.

Pero, así como el gobierno no sabía “no controlar”, los empresarios, tampoco sabían cómo “no ser controlados”, y ambos tuvieron que aprender. El gobierno se replegó de la economía, desapareció el crédito bancario, el dólar comenzó a circular libremente, en un entorno de aislamiento del país, que hace que nuestra economía sea una burbuja cerrada con muy pocos y complejos modos de conectarnos con el mundo, y de importar o exportar, pagar o cobrar, cualquier bien o servicio; y los empresarios tuvieron que arreglárselas como pudieron.

Long story short, hoy cada producto en el anaquel de un supermercado fue pagado de su propio bolsillo, y por adelantado, por un empresario privado, y los precios se negocian libremente, teniendo como límite superior la capacidad de compra del cliente. Claro que, por las características del mercado, solo una minoría puede pagarlos, y una gigantesca mayoría vive en pobreza.

Lo cierto es que la capa empresarial en su aprendizaje tuvo que financiarse con sus propias reservas para poner en marcha una maquinaria industrial que, en términos generales operaba, en promedio, a menos de 20% de su capacidad instalada, y en la actualidad ya ha llegado a 30% de utilización. Y ese crecimiento fue generando fuentes de trabajo para aliviar la pobreza; pobreza que viene del desempleo, pero también de la falta de formación de los recursos humanos que nos quedaron. Porque gran parte de los 7,1 millones que se fueron, pertenecían al grupo de profesionales y a lo que reconocíamos como el bono demográfico… que ya no está.

Hoy la economía está apoyada en la actividad privada, 95% de las importaciones, ahora están en manos privadas y el Estado, en su repliegue, va transformando –de hecho- una economía controlada, en una liberal de mercado. Y allí es donde entra en acción el tema del modelo político y de concentración del poder; porque, así como la decisión en un momento, hace un par de años, fue ir hacia el mercado, perfectamente podría revertirse o cambiar de sentido con la misma facilidad y velocidad. Nada de lo que tenemos hoy, es irreversible.

El tema, es la confianza -o la falta de confianza- en que el nuevo sentido de dirección pueda sostenerse en el tiempo… y eso solo lo puede dar un modelo político con una institucionalidad que no dependa de voluntades individuales.

Otro tema, que por esta época del año resurge, es la salida de Guaidó del gobierno interino, porque tiene fecha de renovación el 5 de enero de cada año. Y cada año que pasa se le da mayor credibilidad a la no renovación. Y mueven opinión pública, hacen decir cosas off the record a innombrados funcionarios norteamericanos, e interpretan como pasaje bíblico cualquier posibilidad que implique que “hasta aquí llegó”.

Recuerdo una reunión del mes de septiembre de 2019, reunido con dos connotados representantes, uno del chavismo y el otro de la pseudo oposición, que juraban y rejuraban que no le daban más de tres meses a Guaidó… que estaba listo… que hasta ahí. Y, al igual que con la apertura de sanciones y de Chevrón, cuando uno se para en octubre del 2022, y mira hacia atrás, pues ninguna de las predicciones se cumplió: Guaidó sigue en su puesto y las sanciones también. Pero bueno… es una cuestión de tiempo… nada es para siempre.

Porque lo que hay que estar claros es que esa posición del interinato sigue cumpliendo la misma función que cuando se creó, que es la de ser un muro institucional de contención, para el manejo y protección de los activos externos, y ser un vocero cuasi oficial de la voluntad del gobierno de EE UU.

Tocando un tema de fondo, nuestra pobreza es tan grande que ya, casi sin duda, deberíamos verla como un mercado que permita el desarrollo humano, y que, de acuerdo a las posibilidades de cada sistema, se vaya reemplazando pobreza por clase media (C. K. Prahalad la fortuna en la base de la pirámide).

Es el ejemplo de la carreta con 20 millones de personas arriba, empujada por 5 millones de personas. Y los 7,1 millones que se fueron, para sumar los 32 millones que éramos antes de que comenzara el descalabro, 80% de ellos, si no se hubiera ido, pues estaría también arriba de la carreta. Y los otros, si no se hubieran ido, pues estarían empujando la carreta. Lo cierto es que, en números netos, la carreta se hizo más liviana, aunque los que debían empujar, pero prefirieron irse, se llevaron una vitalidad y una fuerza que hace que los que quedamos tengamos que hacer más fuerza.

Lo anterior es para ejemplificar que hay que buscar métodos para las dos cosas: para lograr que más gente se baje a empujar (y no se vaya del país) y algún método para que se pueda empujar de una manera más práctica.

Los planes de emprendedores que hay en la actualidad, que están más orientados al crédito barato o a fondo perdido, hacen énfasis en la oferta de dinero y en la manera de lograr o justificar su rescate o sus pérdidas, y no en la manera en la que van a utilizar esos fondos, y menos que menos en los resultados.

Los Bonos de Inversión Social pretenden poner el énfasis en la calidad y el impacto de los resultados, pues la rentabilidad financiera está asociada al cumplimiento de metas. A emprendimientos exitosos, a estudiantes graduados, a niños alimentados, a empleos genuinos obtenidos, a familias alimentadas y bien constituidas… y en general a la efectividad de los programas. Moverse desde la eficiencia como medida, hacia la efectividad; donde lo que importa es lograr resultados medibles, sustentables y reproducibles.

Nuestro mercado de valores en Venezuela pudiera ser la plataforma de emisión y colocación de estos instrumentos financieros, emitidos por ODS´s reconocidas y financiados por fondos nacionales o internacionales para la mitigación de la pobreza. Tenemos que comenzar a trabajar en eso (yo ya lo estoy haciendo) y entender que a la pobreza hay que visibilizarla, caracterizarla, persona por persona, y armar una hoja de ruta para establecer el modo y la velocidad a la que haremos que bajen de la carreta y se pongan a empujar con todos nosotros, los que tenemos la bendición de no estar en situación de pobreza.

En lo económico, los temas de la semana volvieron a ser, en forma reiterativa, las noticias sobre Chevrón y las sanciones, así como el deslizamiento del tipo de cambio que alcanzó el piso de 9 bolívares por dólar antes de lo esperado.

Del optimismo fantasioso no hay mucho para decir, más que tener cuidado en la toma de decisiones basados en este tipo de información. Si se les hubiera creído en su momento, hace un par de años, cuando comenzaron con lo del optimismo, y hubieran invertido apostando a esa apertura, bueno… hubieran perdido dinero. Y me consta que algunas empresas locales de servicios petroleros llegaron a invertir hasta 4 millones de dólares para prepararse para algo que nunca llegó.

No quiere decir que no vaya a ocurrir en algún momento, pero son tantas las incógnitas y las especulaciones, que cuando ocurra, si ocurre, seguramente no se parecerá en mucho a los escenarios que se leen en la prensa intencionada todos los días. Tenemos restricciones políticas de reconocimiento de nuestra institucionalidad; tenemos restricciones de cumplimiento, control interno y de perfil jurídico, que empresas de la visibilidad de las grandes petroleras que están involucrando en el tema, no pueden pasar por alto. Y tenemos un tema de deuda externa impaga, tanto de la soberana y de Pdvsa, como de las decididas por el Ciadi y por tribunales americanos, que pondrían en riesgo de embargo los activos e inventarios involucrados en cualquier apertura. En fin… pareciera que falta nivel de análisis, por descuido o intencionado, que debería incentivar a que cada empresa haga su propia due diligence antes de avanzar en inversiones y proyectos.

Más bien tiendo a pensar que un cambio en la legislación local de la LOH, podría tener impacto positivo sobre empresas petroleras nacionales y extranjeras medianas y pequeñas, principalmente europeas o argentinas, cuyo riesgo de negocios por las sanciones sea acotado y que tengan su propio mercado. Nada grande, nada muy visible, pero efectivo en resultados. Y eso podría dar pie a que, en el futuro, el tema del petróleo se democratizara en Venezuela, estableciendo concesiones específicas a pymes petroleras nacionales y que el rol de Pdvsa se convierta en un administrador de concesiones.

Por lo pronto no deberían esperarse cambios en los niveles de producción petrolera ni en las condiciones de precio y mercado. Inclusive si se diera lo de Chevrón, habría que acomodar tantas piezas que tomaría un par de años aumentar la producción entre 100 mil y 200 mil barriles diarios. Y no hay que perder de vista los umbrales de rentabilidad (precio y costo) de nuestras operaciones frente a otras como las de nuestros vecinos de Guyana y Surinam. No está fácil para nosotros… una vez que pierdes mercados, ya no se recuperan, porque todo el sistema se adapta rápidamente a las nuevas realidades… y esas realidades, ya no cuentan con nosotros. Hay que pensar en otra cosa.

El otro tema, es el del dólar. No hay que perder de vista que hay varios factores que inciden en su precio. Por un lado, está el ángulo de los inventarios de dólares disponibles (que a veces periódicamente se reemplazan por euros) tanto en efectivo como en transferencia; por otra parte está el valor intrínseco de esa moneda que en estos momentos, por la solidez de la economía norteamericana, tiende a revaluarse, afectando negativamente al resto de las monedas cuyas importaciones tienden a encarecerse… y como nosotros somos los compradores naturales de esos bienes caros, pues el precio también se incrementa. Pero eso es del lado de la oferta de esa moneda.

Por el lado de la demanda, se encuentra la disponibilidad de bolívares, de cualquier origen, que pueda presionar convirtiéndose en dólares a una velocidad cada vez mayor. Porque en la medida que se deprecia nuestra moneda, aumenta la velocidad de refugio rápido y seguro… primario… que es el dólar; y de esa manera aumenta su precio.

Sobre el primer componente del precio, que llamaremos estructural, no tenemos mucho para hacer porque no controlamos ni su valor, ni su circulación; mientras que sobre el segundo siempre nos queda la restricción de la disponibilidad de bolívares, vía el encaje y la falta de crédito, vía los bonos de cobertura cambiaria, y vía la inyección de los dólares que, por exportación en efectivo de petróleo, recibe el Banco Central y los coloca semanalmente (más de una vez a la semana) a través de la banca.

Más que eso no puede hacer. Y como los instrumentos de política monetaria mencionados ya están utilizados al máximo, solo le queda la inyección de dólares o euros en la economía; y lo que no puede controlar, pues se convierte en devaluación, que es lo que vemos también todos los días. Si tomáramos una curva de precio del dólar desde la fecha de la reconversión monetaria, observaríamos un ángulo cercano a los 40 grados, lo cual permite anticipar una devaluación sostenida proyectada que debería pasar los Bs. 10 por dólar en noviembre y acercarse a los Bs. 12 en diciembre.

Porque la anormalidad del precio sostenido en el entorno de los Bs. 5 por dólar entre octubre 2021 y mayo 2022, produjo el efecto de resorte apretado, que cuando se soltó, en un corto período de cuatro meses, casi duplicó su valor; y seguirá subiendo, porque ya no hay manera de absorber los bolívares que el sistema de precios creciente demanda para mantener la transaccionalidad y el consumo.  Porque si bien es cierto que más de 60% de la transaccionalidad se maneja en dólares en efectivo, al menos la mitad, proviene de la conversión de los bolívares para proteger el poder de compra.

Tenemos problemas de fondo que, al no resolverse, generan, entre otros, los dos temas de la semana: el petrolero por nuestra situación de destrucción de la industria, y el del dólar como producto de la recesión acumulada, que no está siendo frenada por este tibio crecimiento de rebote que estamos percibiendo. Porque números duros que lo confirmen formalmente, aun no tenemos.

En lo internacional, debería preocuparnos la situación de Colombia con el cambio de sentido de dirección de su economía, resultante del cambio de dirección de su ideología política. Petro está mostrando más rápidamente de lo esperado, que, con Colombia, piensa hacer otro experimento latinoamericano de izquierda que también saldrá mal.

Porque a nosotros nos tomó 23 años pasar por la etapa de experimento izquierdista que salió (muy) mal y recién en los últimos tiempos estamos intentando corregir, aunque para muchas cosas es tarde, y habrá que asumir las pérdidas y comenzar de nuevo. Como siempre les digo, nuestro futuro es para adelante, sin mirar para atrás, tratando de rescatar algo; lo nuestro es “borrón y cuenta nueva”, y es hacia adelante. Nunca regresaremos a lo que teníamos, pero podemos construir algo mejor que lo que teníamos… depende de nosotros. Bueno… siempre dependió de nosotros y nos salió mal el jueguito.

Pero Colombia recién está entrando en el ciclo, que es posible que se interrumpa con la alternancia presidencial y no se profundice; eso si no se cumple lo que se espera que pase, que es que cambie la constitución y trate de convertirse en el “Petro eterno”, como el “Maduro eterno” y la frustrada, porque ahí sí no pudo, “Cristina eterna”.

Mientras tanto, tengamos todo el comercio posible, mientras dure, porque es bueno para ellos y para nosotros. Pero tomemos con cuidado hacer planes a largo plazo con ellos. Vamos a hacer lo que sabemos, que es sumar cortos plazos para ir avanzando cuidadosamente hacia el futuro.

Ah… y ni se nos ocurra insertarnos formalmente en la Comunidad Andina; aprovechemos nuestra circunstancia con el Mercosur, para no estar casados con nadie. Podemos ser parte de los dos mundos, sin tener que modificarnos, haciendo que todo cambie, para que al final, nada cambie.

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