El diario colombiano Semana reveló las aterradoras declaraciones del testigo presencial en un atroz crimen perpetrado por la banda criminal venezolana el Tren de Aragua en el sur de Bogotá, en la que una adolescente, de 16 años de edad, se convirtió en asesina y la responsable de embolsar los cuerpos.
“Lo apuñalaron como cuando matan a un marrano. Le dan la vuelta y lo vuelven a apuñalar en la espalda, luego lo botan sobre un plástico”, contó el testigo durante una audiencia ante el juez responsable del caso.
Ante estas declaraciones, alias la Mona, reseñó el diario, aceptó que torturó, mató y embolsó a sus víctimas.
Semana señaló que por la crueldad y brutalidad del crimen, el juez ordenó censurar las imágenes del video que grabaron los delincuentes y las hacían llegar a sus rivales como parte de un aterrador mensaje de lo que les podía ocurrir.
“Alias la Mona coge un cuchillo y la apuñala en el pecho, luego de cuatro minutos no se moría. Entonces, otra mujer le dice: ‘No la haga sufrir’, le quita el cuchillo y la apuñala en el cuello”, continúa el relato del testigo, llevado por los asesinos a la llamada “casa del terror” en el barrio El Amparo, de la localidad de Kennedy, para presenciar los asesinatos como una forma de advertirle con quién se estaba enfrentando.
Las víctimas de alias la Mona eran tres hombres y una mujer. Los cuatro estaban en un bar de la zona, fueron invitados a compartir droga y licor en la casa. Llegaron en un taxi y en cuestión de minutos estaban amarrados de pies y manos, con pistolas sobre su cabeza y cuchillos en el cuello.
Recibieron 59, 25 y 30 puñaladas
Desde una cárcel, un hombre con el alias de Popeye recibía videollamadas con los reportes de cómo iba la masacre. El encargado de la barbarie manejaba el teléfono y explicaba que las cuatro personas ya estaban en la casa, sometidas. La orden fue clara: nadie podía quedar vivo.
El testigo, en plena declaración con los investigadores de la Sijín, se arrepintió con Dios y dijo que las víctimas, agonizando, lo miraban como rogando por ayuda.
“El hombre parecía rezando. Lo apuñalaron muchas veces, lo estrangularon y seguía defendiéndose, luego lo volvían a apuñalar. Es cuando alias Guaya coge un ladrillo de cemento y se lo estalla en la cabeza. Luego lo botan encima de los otros cuerpos, agonizando, y de su boca salen chorros de sangre”, siguió el testimonio.
Mientras a la mujer la llevaron a un baño, los hombres que quedaban con vida estaban bajo la amenaza de alias la Mona, quien los apuntaba con una escopeta y sus cómplices iniciaron una lluvia de golpes que las víctimas solo pudieron responder rogando por su muerte, no por su vida: “Si me van a matar, mátenme, pero no me torturen más”.
Las súplicas por morir sin torturas no fueron escuchadas. La menor, que de forma repetida obligaba al testigo a presenciar la masacre, le dijo lo que podría sucederle de oponerse a la organización criminal: “Tú no has visto nada, porque si te pones de pajudo ya sabes lo que te va a pasar”.
Segundos después, comenzaron las puñaladas a las víctimas.
Los tres hombres recibieron 59, 25 y 30 puñaladas, que no fueron suficientes para asesinarlos. En orden y bajo la mirada de la siguiente víctima, eran golpeados, destrozados y picados con cuchillos.
Los cuerpos fueron apilados y los criminales grabaron un video, tomaron fotografías. Luego hicieron otra videollamada al cabecilla, alias Popeye, quien desde una cárcel reiteró que nadie podía quedar vivo, incluso la mujer que tenían en el baño.
“La apuñalan en el cuello, cogen un cable, la Mona se lo pone en el cuello y con un bloque se lo ponen en la cabeza, pero no muere. Entonces, alias Cejas coge otro bloque y se lo estalla en la cabeza hasta que queda agonizando”, señaló según reseñó Semana.
El testigo dijo que alias la Mona fue la encargada de envolver los cuerpos en vinipel de color negro, mientras el resto de los asesinos celebraba con whisky la masacre y grababan los videos para el cabecilla de la organización criminal.