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16 militares que se rebelaron contra Maduro lograron salir del país

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Durante siete meses los militares durmieron de día en una estrecha habitación sobre el piso frío, pasando las noches rezando, levantando pesas fabricadas con jarrones de agua y viendo por la ventana de la misión diplomática, temerosos del espionaje oficial.

Pero el lunes, 16 militares venezolanos que se habían rebelado contra el régimen de Nicolás Maduro y que llevaban meses refugiados en la Embajada de Panamá, en Caracas, estaban fuera del país.

The Associated Press habló de forma exclusiva con los líderes del grupo, que ofrecieron la primera versión detallada de la manera cómo tramaron un alzamiento militar que dejó al descubierto el declinante respaldo hacia Maduro entre las filas armadas.

Operación militar

Por razones de seguridad, los tenientes coroneles Illich Sánchez y Rafael Soto se negaron a revelar exactamente cómo o cuándo salieron de Venezuela. Relataron solamente que viajaron en grupos pequeños como parte de una operación militar clandestina que contó con el apoyo de docenas de soldados de rangos bajos y sus comandantes.

«Salimos de Venezuela, pero nuestra lucha para restaurar la democracia sigue», dijo Sánchez en entrevista desde un lugar secreto.

Militares

Foto | Militares rebeldes lograron salir de Venezuela. En la imagen de archivo, Illich Sánchez junto a Juan Guaidó.

La narrativa, hasta ahora secreta, de cómo Sánchez y Soto lograron engañar a sus superiores y tramar una revuelta contra Maduro refleja el grado de descontento y temor entre las fuerzas armadas venezolanas en momentos cuando el oficialista se aferra al poder, pese a duras sanciones económicas estadounidenses impuestas a consecuencia de las elecciones que Maduro dice haber ganado, pero que son ampliamente consideradas fraudulentas.

Los dos oficiales parecían ser los apropiados para un operativo tan riesgoso. Habían ascendido entre las filas hasta llegar a posiciones de comando, ganándose la confianza de los comandantes y teniendo un control directo sobre soldados.

Sánchez, de 41 años de edad, fue comandante de una guarnición de casi 500 guardias nacionales responsables de proteger dependencias públicas en Caracas, incluso el palacio presidencial Miraflores y la sede del Tribunal Supremo. Soto, de 43 años de edad, estuvo por un tiempo asignado a la policía política Sebin, comandando un equipo de 150 agentes con órdenes de espiar contra opositores.

Los dos militares, amigos desde hace años, narraan que con los años se sentían más y más frustrados por el colapso de la economía venezolana y empezaron a tramar en secreto un intento de derrocar a Maduro. Eventualmente, establecieron contacto con la oposición, incluso con el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó.

30 de abril

El 30 de abril asombraron a Venezuela al aparecer con tanques y militares fuertemente armados en un puente en el este de Caracas, al lado de Juan Guaidó y el activista Leopoldo López, a quienes liberaron de un arresto domiciliario que consideraban ilegítimo.

«Cuando fui hablar con mi tropa a las 2:00 am y les dije que íbamos a liberar a Venezuela algunos quebraron en llanto. No lo podían creer, pero estaban comprometidos desde el primer momento», recuerda Sánchez, quien como parte de su responsabilidad como guardia en la Asamblea Nacional con frecuencia tenía que comunicarse con legisladores de la oposición.

Soto agrega: «Estaba la mesa servida para que el país tuviera una transición pacífica».

Sin embargo, se sienten defraudados por allegados de Maduro, entre ellos el presidente del Tribunal Supremo, Maikel Moreno y el ministro de defensa Vladimir Padrino que, dicen, incumplieron su promesa de abandonar a Maduro. Tanto Moreno como Padrino han reiterado su lealtad a Maduro.

En la confusión que siguió a la fallida rebelión, los militares buscaron protección en la parte trasera de motocicletas. Se sacaron sus uniformes y tocaron las puertas. Inicialmente no tuvieron respuestas de varias embajadas.

Durante el caos, López llamó al presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, quien inmediatamente se puso a su lado y garantizó su entrada a la embajada.

Noriega

En una entrevista, Varela recordó cómo dos meses antes de la invasión estadounidense a Panamá en 1989, el entonces dictador general Manuel Noriega aplastó una rebelión similar y ordenó la ejecución de más de 10 rebeldes.

«No podíamos dejarlos solos… El Sebin estaba a tres metros de la puerta. Iban a matarlos a todos», dijo Varela.

La embajada, en un alto edificio de oficinas ocupado por empresas estatales y contratistas del gobierno, se convirtió en su hogar los siguientes siete meses. Ambos militares venezolanos agradecieron al personal de la embajada y al pueblo panameño.

Estando en la embajada, los 16 militares se esforzaron por mantener la disciplina militar. A fin de no molestar al personal diplomático, decidieron dormir de día, en delgados colchones en una pequeña habitación. Y de noche, cuando los empleados se iban a sus casas y cocinaban con una pequeña hornilla. También hacían ejercicios con pesas improvisadas a partir de botellones de agua y leían textos religiosos en círculo.

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