La historia de Alex Evterev, de 32 años de edad, no sigue los capítulos del emprendedor que muestra el manual del siglo XXI. Llegó a Argentina a los 9 años, en 1994, proveniente de Ucrania.
Se instaló junto con sus padres en Florencio Varela y allí, en el frente de su casa, abrió un quiosco. Fan del heavy metal, dormía en el piso junto a un arma, para evitar robos. «Era una zona peligrosa», recuerda.
Cerró y probó suerte en otros rubros. Fue vendedor de ropa y trabajó en un bar de Palermo, mientras juntaba la plata para pagar la entrada de sus bandas favoritas. Allí conoció a su mujer, con quien inició y gestiona su compañía. Un quiosco en Sánchez de Bustamante y Cabrera fue el puntapié inicial de El Jevi, la inconfundible cadena de quioscos que hace de su marquesina amarilla, el metal en los parlantes y las puertas abiertas 24 horas los rasgos inconfundibles de sus 20 locales.
La ubicación es todo
La mirada para identificar qué locales tendrán potencial fue una de sus claves. «Es más que nada intuición, pero dónde está el local es un factor importante. Si estás en una avenida, estar cerca de una salida del Metro o en la vereda donde está la parada del transporte público es fundamental, igual que tener veredas anchas», ejemplifica.
A su vez, hay características propias de los locales que determinan la viabilidad del negocio. «Las tiendas que tienen menos de tres metros de frente no nos sirven porque no tienen mucho espacio para la exposición de mercadería y la caramelera no se puede ver completa», sostiene Evterev. Siguiendo ese esquema, hoy los 20 locales de El Jevi superan en su mayoría los cuatro metros de frente o están ubicados en esquinas, siguiendo un criterio comercial. «Los locales en avenidas son más caros y dan menos rentabilidad, pero permiten tener más fuerza para lograr acuerdos con proveedores», detalla.
Lo que no da ganancia también paga
En un segmento con múltiples competidores cuadra tras cuadra, Evterev construyó su red a base de tiendas que no se limitan a la oferta tradicional del rubro y suman alternativas como la carga virtual para celulares, el servicio de impresiones o la carga de la tarjeta Metro sin costo. «Vamos al quiosco integral. El Metro no da ganancia y lo sabemos, pero lo importante es el caudal de gente que genera, y depende de cada uno qué hace. Este rubro es de consumo impulsivo. 80% de la gente que entra a un quiosco decide qué comprar en el momento, por eso es clave la disposición de la caramelera. Hay que generar un entorno para que la gente tenga panorama y se tiente», asegura. Según Evterev, los quioscos tienen en promedio una facturación de 600.000 dólares mensuales, aunque la rentabilidad ronda 4%.
Aprovechar el contexto económico
«El momento para arrancar y crecer lo define uno», plantea Evterev. Su planteamiento remite a 2012, cuando empezó su compañía en contexto de cepo e inflación. «Todos me decían, ¿te parece poner algo ahora? Y yo respondía: «Sí, ¿cuándo fue buen momento?». La clave es adaptarse a cada situación», sostiene, y agrega que la inflación fue la principal variable que condicionó su crecimiento. «Uno tiene que adaptarse para sacar lo mejor de cada escenario. La inflación es algo malo, pero si trabajás con la información del mercado, te anticipás y crecés más rápido», asegura. ¿Sus claves? «Stockearte de mercadería y no casarte nunca con un proveedor, porque no hay parámetros.
Su vida
Llegó al país a los 9 años de edad, en 1994, proveniente de Ucrania. Junto con su familia se instaló en Florencio Varela.
Primer paso
A los 18 años atendía un quiosco en el frente de su casa y dormía en el piso del local para evitar robos.
Otros rubros
Trabajó como vendedor de ropa y en un bar, donde conoció a su mujer, Gabriela Fernández.
Proyecto propio
En agosto de 2012 abrieron su primer quiosco, en Sánchez de Bustamante y Cabrera. Fan del heavy metal, eligieron el nombre por el apodo que Alex tenía en el secundario. Hoy gestionan una red de 20 locales