TECNOLOGIA

La industria digital, los nuevos proxenetas del cibersexo

por Avatar The Conversation

En este momento histórico de tecnocapitalismo, nuestra “cibervida” está regida por un régimen de tecnología algorítmica escópica en el que las Big Tech son quienes programan, idean y deciden cómo opera el ciberespacio.

El “capitalismo de vigilancia” está desplegando una “política sexual” concreta, cuyo principal objetivo es monetizar la misoginia y mantener la desigualdad sexual.

Las formas en las que las grandes corporaciones digitales extienden sus políticas de género se difunde de tres formas. Por un lado, con la permisividad y connivencia frente a la masiva violencia digital contra las mujeres. Por otro, con la tolerancia y complicidad mostrada frente a la misoginia digital organizada o “manoesfera”. Por último, a través del negocio con los contenidos relacionados con la pornografía y la prostitución.

En este sentido, es necesario definir el término “proxenetismo digital”. El proxenetismo –un delito recogido en Código Penal español– consiste en la obtención de beneficios de la promoción, facilitación o favorecimiento de la prostitución de otra persona, aunque la persona que ejerce la prostitución consienta. Partiendo de esta definición, ¿podríamos considerar como proxenetismo digital el lucro que las Big Tech obtienen del sistema de porno y prostitución digital?

Este texto aborda un fenómeno que ha recibido escasa atención en la literatura científica: el proxenetismo digital.

En este contexto de neoliberalismo sexual, toda relación humana es susceptible de convertirse en una mercancía: la vida se transforma en cosa, reforzando el orden jerárquico de los sexos.

Millones de webs porno

Existen unos 700 millones de páginas web porno –contando solo los 20 primeros países del ranking–, lo que supone 100.000 millones de dólares de beneficios anuales. Empresas como Pornhub –que al inicio del confinamiento ofertó por cortesía el acceso gratuito a sus todos sus contenidos–, atrae 3.500 millones de visitas al mes, pese a que ha sido denunciada por varios casos de explotación sexual, maltratos, violaciones, tráfico de personas y abuso infantil. Si bien es cierto que la pornografía siempre actuó a modo de marketing del negocio de la prostitución, en la actualidad la frontera entre ambos se está desvaneciendo.

El “sistema porno-prostitucional” es uno de los negocios globales más importantes en cuanto a su alcance y a la cantidad de dinero que genera que, además, está atravesado por el género: la casi totalidad de los demandantes de pornografía y prostitución son hombres y la inmensa mayoría de las personas en estos espacios son mujeres. Por ejemplo, en plataformas como Onlyfans, los cuerpos desnudos que se muestran son en su inmensa mayoría femeninos

En este texto se presentan cuatro modelos utilizados por las Big Tech, con el fin de lucrarse, a través de un complejo sistema que materializa una “política sexual” que fomentan los gigantes tecnológicos. Estas fórmulas son:

Compra-venta de nuestro comportamiento digital sexual

Con estos cuatro tipos de fórmulas utilizadas por la industria sexual en el ámbito digital, los gigantes tecnológicos se benefician de la explotación sexual de terceras personas: alquiler de su espacio digital para colgar contenidos; venta ad infinitum de estas imágenes sexuales; publicidad automatizada y venta de los datos extraídos en los llamados “mercados conductuales”, donde se compra y se vende nuestro comportamiento digital.

Todo ello convierte a estas gigantescas corporaciones digitales en modernos e inadvertidos proxenetas digitales, que se están lucrando de forma desproporcionada.

Por todo ello, es necesario promover, desde los lugares de responsabilidad pública, una gobernanza algorítmica más democrática para construir nuevos ecosistemas de convivencia digital justa e igualitaria.The Conversation

Águeda Gómez Suárez, Área de Sociología Departamento de Sociología, Ciencia Política y de la Administración y Filosofía, Universidade de Vigo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.