El filósofo estadounidense Daniel Dennet ha dedicado su vida a estudiar la religión desde el ateísmo, la conciencia y la evolución. A sus 81 años, pone ahora el foco en la inteligencia artificial (IA), su poder para crear personas falsas y convertirse en un «arma de engaño masivo».
Con su característica barba blanca, Dennet llega caminando apoyado en un largo bastón de pino con forma de media luna, que parece a punto de partirse en dos. Le acompaña desde 2006 y con él ha dado «la vuelta al mundo». «Es muy ligero y fuerte», dice señalando sus inscripciones en árabe, cirílico y jeroglífico.
Acaba de dar una conferencia en la Semana de la Ciencia de la Universidad Politécnica Mohamed VI de Marruecos, en la que hace gala del apodo que le acompaña: uno de los cuatro jinetes del apocalípsis del nuevo ateísmo.
Ante la audiencia, Dennet cuestiona a Descartes por «basar sus teorías en Dios», siguiendo con sus ideas de darwinista convencido que le llevaron a publicar su famosa obra Romper el hechizo: la religión como un fenómeno natural el mismo año que encontró su bastón en un bosque de Massachussets.
Minutos después, el filósofo se adentra en una entrevista a EFE en un campo ante el que tampoco escatima reparos: la inteligencia artificial.
La IA, un problema
—¿Cómo imagina el peor desarrollo de la inteligencia artificial?
—Que destruya la confianza pública y privada. La civilización depende de la confianza y cuando se es capaz de fabricar gente falsa, la confianza se evapora. No quiero tener que preocuparme de si estoy hablando con una persona real o falsa y no voy a ser capaz de notar la diferencia. La tecnología es demasiado buena.
Tendremos que legislar para convertir la falsificación de personas en un delito más grave que falsificar dinero. El problema es que ahora mucha gente piensa que crear personas falsas es genial. Tenemos que cambiar esa mentalidad, es vandalismo del peor tipo. He acuñado un término (para la IA): arma de engaño masivo. Tal vez sea más peligrosa que las armas de destrucción masiva.
—¿Y el mejor?
—Somos pensadores, tenemos complejos, prejuicios y puntos ciegos. Nadie sabe cómo se generan las ideas innovadoras. Si (la IA) pudiera generar grandes ideas, pensar en hipótesis o preguntas que a ningún ser humano se le ocurrirían, sería un gran avance. Pero necesitamos que seres humanos ayuden a responderlas porque a los sistemas de inteligencia artificial que existen ahora no les interesa la verdad. A nosotros sí.
—En una entrevista dijo que la democracia está en peligro por la inteligencia artificial. ¿En qué sentido?
—Eliminando la confianza y creando falsedades. La democracia depende de un electorado bien informado, depende de la buena información, de la prensa y de la difusión. Y la triste ironía es que ahora que disponemos de acceso instantáneo a la información en todo el mundo, tenemos que preocuparnos por la desinformación. Es la forma más peligrosa de contaminación.
—Es un defensor del ateísmo y está en un país confesional donde la religión impacta en la política, la sociedad y las leyes. ¿Qué pros y contras ve en un modelo de sociedad como este?
—Depende de los detalles. La religión en su mejor sentido provee sentido, confianza y seguridad a gente que de otra manera estaría perdida. La religión en su mejor expresión puede tener la función de dar a la gente, no solo una cama para dormir y comida, sino un hogar donde puedan encontrar amor y significado.
—Estamos rodeados de polarización, cambio climático y guerra. ¿Qué lógica hay detrás de la evolución humana para que nos veamos en el camino de la autodestrucción?
—Es simplemente una falacia pensar que la evolución es para el bien de la especie. Nada evoluciona por el bien de la especie, la evolución es despiadada y es por el bien del replicador. Este interés propio se construye en toda la evolución. Cada árbol, cada rana, cada pez está protegiéndose a sí mismo. ¡Y al diablo con mis congéneres! Los seres humanos hemos construido la civilización encima de este principio y es lo que nos hace diferentes.
No sé a ti, pero a mí no me importa si tengo más nietos que mi vecino. Tengo cosas más importantes de las que preocuparme. Los demás proyectos de los seres humanos son los que nos ponen a cargo del planeta, pero no nos dan la sabiduría para hacer bien el trabajo. Sin embargo, no podemos pedir a los delfines o a los elefantes que salven el planeta. Si alguien lo va a salvar, seremos nosotros.