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Venezuela solidaria: Redes que dan la mano

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Impulsadas por la emergencia humanitaria que ha dejado en inseguridad alimentaria a 8 de cada 10 familias y que ha llevado la escasez de medicamentos a 90% en renglones prioritarios, han surgido iniciativas que intentan aminorar una crisis que el gobierno no reconoce. Se trata de un fenómeno que muestra lo mejor de los venezolanos y que las organizaciones ciudadanas ven como una oportunidad para fortalecer la sociedad. Los desafíos para este movimiento incluyen construir estrategias que permitan huir del asistencialismo y coordinar la ayuda para llegar a los sitios más olvidados

La emergencia humanitaria que ha sido reconocida por múltiples organizaciones nacionales e internacionales, aunque no por el gobierno de Nicolás Maduro, ha potenciado la aparición de un fenómeno: las iniciativas solidarias. Las redes sociales son un testimonio de cómo se han multiplicado los esfuerzos de  ciudadanos y de organizaciones para hacer llegar alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad a quienes los necesitan, en ocasiones desesperadamente.

Algunas iniciativas nacieron luego de que sus impulsores hubieran padecido la crisis en carne propia, como fue el caso de la ONG Donamed. Ana Karina Fuentes, su fundadora, inauguró ese sitio digital que facilita la donación de medicamentos luego de vivir momentos de angustia porque no encontraba los fármacos oncológicos que necesitaba su madre. Otras, como Yolana Villalobos, el alma detrás de Barriguita Llena, Corazón Contento, se originaron por el deseo de no quedarse de brazos cruzados ante el triste cuadro de niños y adultos que no tienen cómo alimentarse.

Acciones de buena voluntad como esas parecen ser cada vez más necesarias ante carencias que se han incrementado en urgencia, como lo demuestran los números de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana de 2017, según la cual 80% de los hogares venezolanos presenta inseguridad alimentaria, o las cifras del monitoreo de la ONG Convite de marzo, que indican desabastecimiento de entre 80% y 90% de los medicamentos para tratar cuatro de los principales enfermedades que afectan a los venezolanos: diabetes, hipertensión, infecciones respiratorias y diarrea.

Ante una situación que desborda la capacidad de reacción de muchas familias, las organizaciones no gubernamentales de apoyo a la sociedad civil, incluso aquellas cuya vocación no es distribuir insumos, han tenido que volcarse a prestar apoyo, señala Ileana Malito, directora de Cesap. Ellos mismos, sin dejar de lado su trabajo principal, que es guiar la organización de las comunidades, han tenido que dar sostén a las 35 vicarías distribuidas en todo el país para la distribución de alimentos en sectores necesitados.

“A la gente, al ciudadano común, se le ha despertado ese interés por brindar apoyo a la sociedad y eso ha contribuido a que haya surgido un voluntariado alrededor de la crisis, que ha tenido que suplir al Estado en muchos aspectos, porque hay que recordar que no existe un reconocimiento oficial de la emergencia humanitaria, que sería el primer paso que se debería dar para actuar ante ella”, añade Malito.

Suma de voluntades. Una vez finalizado el ciclo de protestas de 2017, los integrantes del Laboratorio Ciudadano de No Violencia Activa se encontraron con el desafío de darle continuidad al compromiso que habían adquirido durante los meses de manifestaciones. La iniciativa que surgió como respuesta se ha trazado, entre sus objetivos, la tarea de reflexionar sobre las iniciativas solidarias, lideradas por ciudadanos comunes y corrientes, que se han multiplicado en medio de la crisis e impulsar los vínculos entre ellas. De esa manera surgió el Laboratorio Solidario, espacio que se propone crear nodos para articular esfuerzos que se están dando de manera espontánea con otros que pueden estar más consolidados y que se ven desbordados por la magnitud de la emergencia, explica Isabella Picón, activista de la organización.

“Uno de los retos que debemos encarar es cómo encontrar la forma de evitar que se exacerbe el asistencialismo y prevenir que se genere más dependencia de la ayuda”, indica. “También vemos necesario compaginar la agenda de la solidaridad con la defensa de los derechos humanos y trazar estrategias para que estas acciones que buscan ayudar al otro, además, generen tejido social”. En sus reuniones, en escenarios como la Universidad Central de Venezuela y la plaza Bolívar de Chacao, han logrado convocar a entre 15 y 20 organizaciones para debatir acerca de cómo trabajar en red, cómo apoyarse entre sí y cómo sensibilizar al entorno sobre la necesidad de  solidaridad.

Malito insiste en la importancia de valorar el voluntariado, especialmente el que llevan a cabo quienes han asumido tareas exigentes desde el punto de vista físico y psicológico. “Es indispensable brindarles herramientas para evitar que ellos se conviertan también en víctimas”, añade.

Acompañar y apoyar. Aunque abundan las organizaciones que se han creado de manera espontánea, es común que muchas de ellas, al cabo de un tiempo, tomen la decisión de consolidarse desde el punto de vista institucional y asuman una figura jurídica. “Quienes llevan adelante estas iniciativas se dan cuenta de que si no están regularizadas, no tienen manera de crecer. Entonces se ven obligadas a tomar conciencia de que deben contar con una estructura para, por ejemplo, recibir financiamiento. Hay otros aspectos que también hay que tomar en cuenta. Por ejemplo, si vas a distribuir comida, es necesario tomar medidas para la correcta manipulación de alimentos porque de lo contrario puedes causar un problema mayor del que quieres ayudar a aliviar”.

Picón señala que el Laboratorio Solidario ha tomado como punto de partida un estudio, aún incipiente, sobre la manera como han surgido las acciones de ese tipo y sus características. Han comenzado a diseñar un decálogo que puede servir como orientación para buenas prácticas, en el que han esbozado un conjunto de reglas con el fin de guiar la actividad en este campo: por ejemplo, quieren que la solidaridad sirva para promover la organización ciudadana y la autonomía, “ciudadanos y no habitantes”. Aspiran a que se potencien conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes, valores y hábitos favorables para la comunidad y no el asistencialismo. También recomiendan que toda acción sea objeto de una sistematización y que tenga por detrás análisis estratégico. De alguna forma, la idea es además generar conocimiento que también pueda difundirse a través de revistas y publicaciones.

El peso de la crisis. En las comunidades, señala Malito, pueden verse acciones de solidaridad en pequeña escala, que contrarrestan esa idea del “sálvese quien pueda”, que podría imponerse en momentos de crisis. “Vemos acciones de solidaridad a todo nivel, desde las más organizadas hasta aquellas que se refieren a asistir a quien tienes al lado y que sabemos que tal vez no poseen un impacto significativo, pero que las personas agradecen”.

Reconoce, sin embargo, que la crisis está pesando en las organizaciones comunitarias. “La necesidad personal termina imponiéndose sobre la colectiva. No significa que no seamos solidarios, pero, por ejemplo, si tengo que escoger entre asistir a una reunión sobre los problemas de mi entorno o buscar comida, termino por darle prioridad a lo último, porque ha acabado por convertirse en urgente. Eso no significa que el venezolano no le dé énfasis a esos valores de solidaridad, pero tener que estar pendiente del día a día para sobrevivir, al final incide en la capacidad de reaccionar y en la merma de los espacios de participación”.

Añade que también la inseguridad conspira contra la organización y la fraternidad con los necesitados. “Es mucho más fácil llevar la asistencia a zonas accesibles que entrar a sitios intrincados y peligrosos y, por esa razón, es probable que esos sectores estén más desasistidos”. Uno de los retos para las organizaciones que han decidido apostar por la solidaridad es construir mapas que permitan conjurar el peligro de que haya zonas que no reciban nada. “Hay que saber si estamos apoyando mucho en Caracas y poco en el interior, si las limitaciones de movilidad están afectando la asistencia que debería ofrecerse a sitios lejanos”.

Así como la emergencia humanitaria que atraviesa el país es inédita, también ese movimiento de iniciativas solidarias que ha surgido para tratar de aminorarla lo es y hay que tomarse el tiempo para comprender el fenómeno, agrega Malito. Asimismo, el tiempo dirá cuál será a largo plazo el resultado y el impacto social de esa red que se ha ido tejiendo a partir de las buenas voluntades.

Marisol Ramírez. Psicológos sin fronteras: “Si mi único plan era seguir en este país, tenía que vincularme a una causa útil”

Cortesía Psicólogos sin fronteras

“Psicólogos sin fronteras es una organización civil con una participación totalmente voluntaria, que nace en el país bajo el principio de organizaciones similares en todo el mundo, para atender a las víctimas en desastres naturales. Lo que nunca imaginamos es que en Venezuela la principal catástrofe iba a ser creada por el ser humano, por un gobierno totalmente indiferente a las necesidades de la gente.

En 2014, cuando empezó aquel movimiento ciudadano de manifestaciones, nos dimos cuenta de que como organización hacíamos actividades aisladas y queríamos tener proyección social, así que fue excelente recibir una propuesta de Cesap para en este nuevo escenario trabajar con líderes comunitarios, que son los actores en primera línea frente a la emergencia que viven las comunidades. Así surge la primera idea de un programa de formación en acompañamiento psicosocial de crisis y duelo para estos activistas, no para que se conviertan en psicólogos, sino para que puedan tener herramientas con el fin de ayudar a la gente que está sufriendo en su entorno. Acompañando en el dolor es un programa no formal, aunque cuenta con el aval de la Universidad Católica Andrés Bello, y ya llegamos a la cuarta cohorte.

En 2015, cuando comienza a recrudecer todo este caos en los ámbitos alimentario y de salud, empezamos a preguntarnos cómo haríamos para apoyar a la gente que estaba en vulnerabilidad. De esta manera nace, a finales de 2016, la segunda parte de esta alianza, y fue así como empezamos a recibir en Cesap a gente de las comunidades para brindarles psicoterapia de urgencia. Actualmente somos 11 psicólogos que de manera voluntaria seguimos trabajando con esta iniciativa y que hasta principios de este año habíamos logrado atender a un total de 1.200 personas.

El año pasado dimos un siguiente paso con la creación de un servicio de psicología online, que también fue un apoyo para brindar asistencia y apoyo a los venezolanos angustiados durante las protestas, y que sigue activo con el apoyo de 18 psicólogos venezolanos que están fuera del país, en naciones como España, Colombia y Costa Rica, entre otras, que voluntariamente disponen tiempo para donarlo a esta actividad. Hemos atendido más de 400 personas por esta vía.

Estamos en este instante construyendo una red con organizaciones de derechos humanos, con el objetivo de generar un programa con la misma orientación de atención a crisis y duelo para defensores en derechos humanos.

Yo me acerqué a Psicólogos sin fronteras, que actualmente presido, por la inquietud que me causaba ver cómo se acentuaba el deterioro de la salud mental de la gente. En ese momento pensé que si mi único plan era seguir en este país, tenía entonces que vincularme a una causa común y útil. La receptividad del equipo me ha permitido darle un giro y una proyección social de mayor amplitud al proyecto. En este instante llevamos también adelante, junto con Cesap, el programa Acompañando la esperanza, que quiere promover acciones solidarias y resiliencia en las familias y las comunidades. Queremos apalancar en la gente esa opción de permanecer esperanzados para hacer causa común contra la crisis”.

Twitter: @psfvenezuela

Jorge Martínez. Hagamos el Bien: “Nuestro mayor logro ha sido asistir a más de 15.000 personas”

Cortesía: Hagamos el Bien

“Cada vez son menos las personas con acceso a la alimentación, la salud y la educación en Venezuela. El año pasado fue más visible, observamos a personas en la calle alimentándose de la basura y a niños sin acudir a la escuela. Esas fueron las razones por las que mi mamá, Zulay Piñero; mi suegra, Josefa Álvarez; mi esposa, Janet Martínez, y yo salimos a la calle con recursos propios a repartir sopa. Poco a poco varios amigos se interesaron en contribuir con dinero, y nos vimos en la necesidad de formalizar lo que estábamos haciendo. En septiembre de 2017 registramos Hagamos el Bien.

Nuestro mayor logro ha sido asistir a más de 15.000 personas a través de comedores en iglesias y directamente en la calle y en escuelas. Les cocinamos cada fin de semana. Atendemos a unas 600 u 800 personas cada sábado desde septiembre, especialmente abuelos, señores muy mayores a quienes no les alcanza la pensión, y niños.

Por otra parte, con nuestro programa Apadrinamiento queremos cambiar la vida de 14 pequeños. A través de él cualquier persona que lo desee puede apoyar económicamente a algún niño que necesite  estudiar, comer o un tratamiento de salud. Cada caso es  diferente: está Félix, un niño de cinco años de edad que tuvo un accidente en una moto y necesita un tendón, el cual es muy costoso. Su padre está desempleado y no lo puede pagar.

También conocimos a Richard, un niño de 12 años de edad que vivía solo en su casa con sus cuatro hermanitos y siempre iba a buscar comida con las Hemanas Agustinas Recoletas de Venezuela, quienes me pidieron que lo ayudara porque su mamá estaba ausente del hogar y no tenían contacto con su padre. En el apadrinamiento le compramos ropa y comida, pero la madre apareció luego y le quitó las donaciones. Ella iba cada tres meses y después  desaparecía. Los niños denunciaron eso y junto con las hermanas acudimos al Consejo a Protección, que decidió que estos pequeños se quedaran con las hermanas Agustinas, hasta decidir qué hacer con ellos. Es muy triste, aunque lo bueno es que con las hermanas les va muy bien. Finalmente el padre apareció y los está ayudando.

Como Richard, hay niños que lloran y piden que les demos por lo menos un par de zapatos para poder ir al colegio porque los que tienen están desgastados y ahora, como no hay transporte público, tienen que caminar muchísimo. Un par de zapatos cuesta 12 millones o 14 millones de bolívares, la sociedad se olvida de eso.

El tercer programa es Madres Emprendedoras. Ya vamos por la segunda madre. Le preguntamos cuál es su vocación y la ayudamos a cumplir su sueño. Tenemos el caso de Yenirex, quien soñaba con ser peluquera y a través de una alianza con mujeres que hacen un curso de peluquería logramos que participara. Le dimos una beca con traslado y alimentos y le compramos una máquina de afeitar eléctrica.

Finalmente, donamos a hospitales ropa y juguetes. A las madres que necesitan exámenes, se los pagamos. No les entregamos dinero a los hospitales, sino a clínicas en nombre de la fundación. Son más de 230 donaciones, entre medicinas y exámenes de salud.

En nuestra página web, en la sección transparencia, se pueden descargar los estados de cuenta, así como las entregas que se han efectuado. Lo hacemos de manera pública para convertirnos en la fundación más transparente del país”.

www.hagamoselbien.org

Yolana Villalobos. Barriguita Llena, Corazón Contento: “No desistimos, nos adaptamos a la situación del país”

“En 2016 yo cursaba el posgrado de pediatría en el Hospital Chiquinquirá, en Maracaibo, cuando me di cuenta de que muchos niños llegaban por sufrir desmayos. Al igual que las mamás, no tenían nada que comer. En ese momento se vio un aumento muy significativo de la desnutrición y la pérdida de masa muscular de muchas personas, incluido el personal del hospital.

En la avenida Padilla me conseguía un grupo de más de 10 niños que siempre me pedían comida. Un día no tenía ni agua para darles. Entonces vi a una niña que estaba como sentada, no se movió como por un minuto mientras cambiaba el semáforo. Yo pensaba que algo le dolía y no tenía nada para darle, ni dinero. Pero sabía que con dinero no iba a solventar el problema, veía que estaba sufriendo. Eso ocurrió el 14 de junio de ese año. El 16 decidí abrir una cuenta en Instagram, y el 25 le pedí un kilo de arroz a una prima y otro kilo a un vecino. Yo puse el pollo. También tenía en mi casa unos 25 envases de cosas que yo compraba. Me dije que de ahí saldría todo.

No pensé crear una fundación. Empecé a indagar y a meditar. Entonces surgió Barriguita Llena, Corazón Contento, con la que salía a repartir semanalmente comida, junto con mi esposo, por las rutas que yo frecuentaba.  Poco a poco comencé a publicarlo en Instagram, a correr la voz en los hospitales, y la gente nos fue conociendo. Legalizarnos como fundación nos dio más credibilidad, y se unieron varios voluntarios. Ya tenemos alrededor de 20 de ellos distribuidos por zona y por equipo. Ahora cubrimos gran parte del Zulia. También ha funcionado en otros estados, como Anzoátegui, Lara y Carabobo, y en una parte de Caracas.

Barriguita Llena, Corazón Contento es algo realmente gratificante. A pesar de que estamos en una situación difícil, no hablamos de cosas negativas ni nos enfocamos en caritas tristes. Siempre buscamos la manera de ver lo bonito, aprendemos de lo que hacemos y tomamos lo positivo. Por ejemplo, una de las experiencias más especiales que tuvimos fue cuando Barriguita Llena, Corazón Contento logró hacer la semana de Navidad, del 20 al 24 de diciembre de 2017, cuando alimentamos a niños sin recursos con platos que ellos tal vez jamás habían probado o que ya no podían comer, como hallaca, pan de jamón,  ensalada de gallina, galletas y refrescos. Fue una de las mejores experiencias. Regalamos juguetes y les llevamos un Santa Claus. Como equipo supimos organizarnos.

La crisis complica cada vez más la situación. Ahora ya no podemos ir de lunes a lunes a repartir comida, pero siempre buscamos la manera de llenar barriguitas. Actualmente hacemos una jornada mensual grande de 300 comidas. No desistimos, nos adaptamos a la situación del país con muchas ganas; somos más que un grupo, somos una familia en la que unos llevan, otros traen, otros cocinan, y así… De eso se trata, de dar sin esperar nada a cambio. Eso es solidaridad; y es lo que nosotros hacemos, brindar apoyo incondicional”.

Instagram: barriguitallenacorazoncontento

Ana Karina Fuentes. Donamed: “La crisis ha sacado lo peor, pero también lo mejor de la gente”

“En diciembre de 2014 mi madre, María Esperanza Vidal, fue diagnosticada con cáncer de páncreas, y con ella vivimos en carne propia la desesperación de buscar un medicamento y no encontrarlo. Allí nació Donamed, página web que facilita y organiza el contacto entre personas que estén donando medicamentos o insumos médicos, y pacientes que los necesiten.

A través de las redes sociales también informamos sobre la disponibilidad de medicinas en las farmacias del país. Y mediante nuestra cuenta en Twitter los usuarios pueden ver diariamente las solicitudes y ofertas. Mi madre murió en junio de 2015, y en julio del mismo año lanzamos la web. Es un proyecto sin fines de lucro, autofinanciado, diseñado y desarrollado con recursos propios. No somos una fundación y no tenemos sede física, pues el servicio que prestamos es únicamente online.

Hemos facilitado la entrega de más de 7.000 donaciones, contamos con una comunidad con más de 35.000 personas registradas, y en redes sociales tenemos más de 60.000 seguidores en Twitter y 38.000 en Instagram.

Para darle una figura jurídica a Donamed nació Proyecto positivamente A.C, con el cual hacemos otras actividades solidarias en el estado Nueva Esparta. A través de esta organización realizamos campañas de concienciación sobre temas como animales sin hogar, ecología, conciencia ciudadana, comunidad, etc.

También desarrollamos actividades como la jornada de alimentación solidaria, con el fin de que la comunidad se integre mediante donaciones de alimentos o voluntariado, como El Arepazo Solidario, con el que llevamos semanalmente arepas a niños de algunas comunidades de Margarita. Cada semana trabajamos con una comunidad distinta para conocer la situación en el estado. Actualmente laboramos junto con la fundación UDCA, que imparte clases de fútbol, danza, música y educación ecológica a niños de 16 comunidades de Margarita. También organizamos arepazos, normalmente para grupos de entre 100 y 120 niños.

La crisis ha sacado lo peor, pero también lo mejor de la gente. Nosotros lo que hacemos es abrir canales de participación. Siempre recibimos mensajes de personas que quieren ayudar y participar, pero no saben cómo hacerlo. Eso dice mucho de los ciudadanos. La solidaridad es algo que nos caracteriza como venezolanos, y con estos proyectos proveemos una oportunidad de practicarla. Gracias a la solidaridad podemos seguir en medio de la crisis. Cuando empezamos éramos un grupo muy pequeño y nos tomaba mucho tiempo hacer las arepas, ya que son dos para cada niño. Ahora hacemos listas de espera para los voluntarios. Somos muchos y todos quieren participar, pero tampoco podemos sobrecargar la cocina de gente. Hoy tratamos de automatizar esa participación y hacerla más justa. Hemos tenido la suerte de que mucha gente se solidariza. Antes, nosotros costeábamos las actividades. Ahora 90% de ellas se mantienen gracias a donaciones”.

Twitter: @Donamed_ve

Justo Navarro. Justo al punto: “La gente quiere colaborar, sí está dispuesta a un cambio”

Crédito de las fotos: Cortesía Justo al Punto

“Esta iniciativa empezó con mi programa radial web Justo al Punto. A pesar de que inicié sin apoyo de nadie y muchos dijeron que no podía lograrlo, con dedicación y organización pude, en diciembre de 2017, entregar comida navideña, ropa, asistencia ciudadana y 290 regalos a personas que viven en la calle. Desde ese momento empecé con las jornadas solidarias. Hoy, ONG como Acción Solidaria, Colibrí, Redes Ayuda y mi casa Humano Derecho –que garantiza la transmisión del programa–  apoyan este proyecto.

Lo cierto es que en Venezuela existen dos sociedades, y la más preocupante es aquella que está muriendo lentamente, a quienes se les cayeron sus casas y viven bajo puentes, bajo carros, bajo alcantarillas, bajo tus pies. Yo empecé esto solo porque siento que tengo una responsabilidad social con estas personas; por tanto, con lo que hago busco visibilizarlas y ayudarlas. En esa situación hay niños de 3 meses hasta abuelos de 80 años, que comen de la basura. No es posible que las personas estén en situación de calle y tengan que recurrir a esto. Luego de las jornadas, ellas me dijeron que por primera vez no se sienten olvidadas.

En la primera jornada, Navidad con Sonrisas, llevamos regalos, bollos navideños. Quisimos compartir, les preguntábamos qué significaba para ellos reír, el amor. En la segunda jornada, el 28 de marzo pasado, pusimos a funcionar varias estaciones, entre ellas una de asistencia médica, gracias al apoyo de las brigadas azules. A quienes lo necesitaban, los remitíamos a hospitales donde están los residentes que colaboran con nosotros. Instalamos otra estación para cortar el cabello y una tercera para que contaran sus problemas y, a través de ONG que nos ofrecieron su apoyo, les dábamos alternativas. Tratábamos de canalizar las soluciones. En la cuarta estación se les entregaba ropa. Algo que me impactó fue una niña, Esmeralda, de tres meses, que vive con su mamá y dos hermanitos bajo el puente de la Universidad Central de Venezuela.

¿Cómo vamos a seguir haciendo estas jornadas con esta crisis, con lo que se avecina, con esta hiperinflación que nos carcome la vida? Estoy seguro de que vamos a seguir porque cada vez que digo que voy a hacer una jornada, y que lo anunciamos en el programa, lo lanzamos en las redes sociales, el apoyo es inmenso, de personas que dicen: “Yo te doy algo que sé que otros necesitan”. La solidaridad del venezolano es muy grande. La gente quiere colaborar, sí está dispuesta a un cambio, a trabajar por el otro y por ellos mismos también”.

Twitter: @justoalpunto

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