Pocas sonrisas. Los árboles ofrecen sombra en algunas partes de la fila que avanza lentamente. El calor de San Antonio del Táchira se hace sentir. Viajeros utilizan sus bolsos como sillas, el suelo como cama y sus morrales como almohada. “Sellamos pasaporte en menos de un minuto”, “hacemos la cola por usted”, “lo pasamos directamente a la taquilla”, prometen a media voz “gestores” que pasean por la cola que deben hacer miles de hombres, mujeres y niños para sellar el pasaporte en las taquillas del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) y así cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar hacia Colombia.
El incremento de viajeros en el paso fronterizo de San Antonio del Táchira hacia Cúcuta ha ocasionado que terceros se lucren de las necesidades de los emigrantes venezolanos que desean pasar la línea divisoria. Hasta tres horas de cola deben esperar los ciudadanos que desean emigrar del país y obtener el sello de salida por parte de las autoridades migratorias venezolanas.
Foto: Abraham Tovar
Los cobros de las “gestiones” son en moneda colombiana: mínimo cobran 30.000 pesos. “Me ofrecieron un descuento si nosotros cuatro les pagamos por sellar el pasaporte”, indicó una ciudadana que recién se incorporaba a la fila que ocupa gran parte de una plaza ubicada a un lado del puente fronterizo. Prefirió no cancelar el dinero, a pesar de que la premura por salir de Venezuela era evidente.
Cualquier negocio es válido en esa parte de la frontera: venden tortas, helados tipo “tetas”, chip de telefonía colombiana, agua y café, todo esto en pesos colombianos o su equivalente en bolívares. La moneda extranjera es un recurso común en San Antonio del Táchira. Los precios son elevados en comparación con el resto del país.
Algunas personas se ven obligadas a cancelar el monto a los tramitantes debido a que los boletos fueron comprados en Venezuela y tienen que estar a una hora específica en Cúcuta. Compañías ofrecen la posibilidad de cambiar el horario de salida desde Colombia por los constantes retrasos que ocasionan los trámites.
Foto: Abraham Tovar
En ocasiones, los ciudadanos, desesperados por cruzar, son engañados y estafados por supuestos “gestores”. Uno de los fraudes es que el ciudadano entrega su pasaporte para que sea sellado de manera «exprés», pero el tramitante en realidad no se lo entrega con el sello sino que le cobra una vacuna -en pesos- para devolvérselo.
“No pague para que le sellen el pasaporte. Se lo van a esconder y luego le van a cobrar vacuna en pesos colombianos para que se lo puedan entregar nuevamente”, advirtió un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que no se identificó, en San Antonio del Táchira.
El modus operandi de las los que “hacen la cola por ti” consiste en quedarse desde tempranas horas en un punto estratégico y dejar avanzar la fila mientras esperan por el otro gestor que captó al cliente entre la muchedumbre.
Por otra parte, existen los asesores de turismo que poseen carnets visibles y que brindan “consultoría gratis” al viajero, con la finalidad de que compre o pague por el paquete de viaje que ofrece la compañía. La mayoría viste con camisa blanca, corbata y pantalón negro. En las manos llevan una carpeta en la que muestran varias opciones. También anotan en un papel mientras hablan con los ciudadanos.
Foto: Abraham Tovar
Otros tratan de captar clientes por medio de una encuesta al azar e identificar a los emigrantes a otros países como Ecuador, Perú o Chile: “Buenos días, ¿cuál es su destino final de este viaje?”. Así identifican de manera más concreta con las personas que les pueden ofrecer los servicios de viaje. En ocasiones, las personas no responden o los increpan: “¿Para qué es eso? ¿Es una encuesta de qué?”. En esa ocasión el asesor respondió que era para un registro que, supuestamente, lleva la empresa con la que trabaja.
La desinformación reina en ese lado de la frontera, la gente pregunta desorientada. No hay personal calificado que brinde información oficial o que explique los pasos para salir del país. Gestores van y vienen. Asesores turísticos ofrecen sus servicios, pero ni un funcionario del Saime recorre la cola. El que entrega el ticket lo hace sin emitir palabras. Cuando las personas llegan a la taquilla, los funcionarios de migración no miran a la cara al ciudadano; un movimiento autómata hace parecer fácil su trabajo.
Una etiqueta, un sello que te marca de por vida. Un trámite pasajero que te permite soñar, reír, llorar, extrañar. Ese tatuaje en un documento que dice tu lugar de origen, pero que no vaticina tu destino ni las marcas de cada lugar recorrido en el camino. La salida de Venezuela se convierte para muchos en el primer obstáculo de esa nueva vida que algunos anhelan, sin saber que en Migración Colombia los espera otra cola para sellar el pasaporte, pero sin gestores, sin asesores turísticos y sin “hacedores” de cola.
Foto: Abraham Tovar