El 12 de mayo se despedía el padre Rafael Baquedano de los predios de su querida Venezuela para arribar a las praderas eternas. El jesuita Baquedano, el segundo de los tres hermanos que han dedicado su vida a Venezuela, en sus últimos años, antes de su retiro, era conocido como ex profesor en la Escuela de Ciencias Sociales y párroco en la sede Trono de la Sabiduría de la Universidad Católica Andrés Bello.
Poco dado a declaraciones públicas y pronunciamientos mediáticos, -ni siquiera cuando fuimos detenidos en el Caracazo (1989), en búsqueda de los compañeros jesuitas detenidos-, y por otra parte extremadamente reservado para dar a conocer las actividades que desarrollaba, la recuperación de su trayectoria exige rememorar algunas conversaciones privadas o rebuscar entre los archivos institucionales.
Quiero destacar dos facetas de su labor apostólica, una dedicada íntegramente al servicio de las instituciones internas de la Compañía y otra al mundo de la intelligentzia, aunque suene pedante.
En la primera perspectiva, culminados sus estudios de teología y sociología, consagró sus primeros años a la coordinación del survey de la Compañía de Jesús en Venezuela. Esta tarea supuso levantar un diagnóstico general del país en todas las dimensiones fundamentales y levantar una encuesta de las opiniones y expectativas de los jesuitas respecto a su acción para establecer las prioridades apostólicas de la provincia jesuítica de Venezuela, ya autónoma respecto a España.
Se trata de 16 volúmenes que comprenden la sociografía demográfica, económica, política, cultural y religiosa de Venezuela, seguida de una encuesta aplicada en todas las obras jesuíticas y a los miembros de la congregación.
Pocos estudios en Venezuela compendian el estado sociopolítico, cultural y religioso, como este survey, cuya difusión no pasó de las fronteras internas de la Compañía, pero que bien merece ser conocido por los historiadores y científicos sociales para adentrarse en la evolución de los estudios institucionales y organizacionales.
En este periodo su trabajo intelectual estuvo combinado con su participación editorial en el Consejo de la Revista SIC, tanto en labores de escritor, secretario de redacción como de corrector de pruebas. Adicionalmente, a él se debió principalmente el desarrollo bibliohemerográfico de la Biblioteca General particularmente en las áreas de sociología urbana, sociología religiosa y ética profesional. Basta con recorrer los estantes de esas áreas para ver la actualidad de la documentación, sobre todo procedente de Estados Unidos, Francia, Bélgica, Italia y España.
Este entrenamiento como asistente de edición en SIC es el que lo capacitó no solamente para sostener los servicios de difusión interna de los boletines informativos de la organización (Noticias de Venezuela), sino para crear la revista Jesuitas de Venezuela, cuya primera etapa es un tesoro informativo de las actividades apostólicas de la Compañía, ya que además está además debidamente indizada.
La otra faceta invisible, a no ser para sus amigos, del padre Rafael era su incursión en el mundo de la cultura. Uno se preguntaba qué hacía el prudente padre Baquedano en un afiche de la Autopista Francisco Fajardo, vestido de clerygman e inmerso en medio de un grupo de artistas que promovían la atención de los enfermos de VIH, cuando la enfermedad era terriblemente estigmatiza. Ese era el Baquedano consejero, amigo, tertuliano de pequeños grupos. A través de declaraciones indirectas hemos ido averiguando de toda la atención personal que dispensaba a hombres de la cultura y de la ciencia como José Antonio Abreu, Isaac Chocrón, Armando Scannone, Jacinto Convit, Federico Vegas y otros muchos reservados en su agenda.