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El puente internacional Simón Bolívar, testigo de las vueltas de la vida

Anteriormente, el flujo del puente fronterizo era de colombianos que llegaban a San Antonio de Táchira para comprar medicinas y alimentos a menor precio que en Colombia 

Por EFE
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Hasta hace unos años, miles de colombianos cruzaban a diario el puente Simón Bolívar, principal paso limítrofe con Venezuela, para abastecerse de productos más baratos y de mejor calidad, pero ese flujo se invirtió y ahora son los venezolanos quienes va a Cúcuta en busca de alimentos y medicinas.

Según las autoridades colombianas, en promedio 35.000 personas cruzan cada día la frontera, algunas para abandonar definitivamente Venezuela y otras para conseguir productos de primera necesidad.

Basta con mirar el paso fronterizo al caer la tarde para constatar que el número de personas que salen de Cúcuta para regresar a sus casas es mucho mayor que el de las que llegan desde San Antonio del Táchira.

Pese a que las filas son largas, el tránsito por el puente fluye a buen ritmo y miles de venezolanos se van de Colombia con costales llenos de comida, ropa o medicinas, mientras que otros simplemente terminan su jornada laboral y se van a descansar a su país.

En ese ir y venir hay quienes se mueven en sillas de ruedas empujadas por algún familiar para conseguir atención médica, hombres y mujeres con niños de brazos y los vendedores de todo, desde medicinas hasta paletas y refrescos para disimular el calor que caracteriza a esta zona.

Ese es el caso de Víctor Guzmán, nacido en Maracay, estado Aragua y que está radicado en San Antonio, ciudad que en el pasado fue el paraíso de las compras para los colombianos, una especie de Miami de clase media, pero ahora los papeles se han invertido.

Eran otros tiempos aquellos en los que familias enteras viajaban a San Antonio desde distintas partes de Colombia para comprar el mercado básico, ropa, juguetes o electrodomésticos a precios mucho más asequibles que los de su país, por entonces una economía más cerrada, a diferencia de la apertura que vivía Venezuela por la bonanza petrolera.

Pero vino la crisis venezolana y la situación dio un giro de 180 grados. «Hace apenas dos semanas que vine por primera vez y es una maravilla, me agrada mucho la atención, es totalmente lo contrario a lo que pasa en Venezuela», aseguró Guzmán sobre la manera cómo lo tratan en Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander.

En San Antonio, Guzmán se gana la vida vendiendo pasajes de autobús para ciudades como Valencia o Barquisimeto, y además comercializa medicinas, algunas de las cuales guarda para sus padres.

En Colombia le ha ido bien y pone como ejemplo que pudo comprarle una sonda a su padre, quien sufre un cáncer de próstata y no ha recibido la atención adecuada.

Como los bolívares que gana se hacen polvo al cambiarlos por pesos colombianos, Guzmán, para que su dinero le rinda más, se acerca al comedor de la Casa de Paso de la Divina Providencia donde junto a más de 4.000 venezolanos recibe un almuerzo gratis.

«Son unas comidas excelentes, no tengo nada de que quejarme. De hecho, me regalaron una camisa hace unos días y un pantalón», comentó. 

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