Fue víctima de un robo de cableados. Sus pasillos quedaron a oscuras y se alimentan ahora de la luz que se logra colar por la puerta blanca de acero y vidrio. La Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV) está en las sombras.
Las ventanas de la planta baja promueven la oscurana al estar cubiertas de papel ahumado. Las pocas lámparas que sirven titilan. No se deciden a hacer su función de alumbrar. Queda un tenue barniz gris en el interior de la escuela.
Fue acaso profético Carlos Raúl Villanueva. ¿Preveía el futuro o el vandalismo? Y acorde a dicha realidad, elaboró paredes que insufla luz de la mañana y de la tarde a los salones.
En la vitrina de avisos hay una pequeña notificación. Se informa a los estudiantes que no se logró el objetivo de conseguir profesor que dicte Inglés I y III, ni Literatura Venezolana.
Dentro quedan unos pocos estudiantes en la hora de la tarde.
“Estudiamos como podemos”, comentó con resignación Nalín Armado, estudiante de segundo semestre de Comunicación Social, quien acaba de salir de una lección.
La inseguridad y la falta de luz afectan su desenvolvimiento en la carrera.
Armado comentó, con incómoda urgencia, que su plan es terminar la carrera en Venezuela e irse.
“No veo la carrera de Comunicación Social aquí con mucho futuro. Al menos que tengas una palanca. En este país, así seas el mejor, no lograrás nada sino es con influencias. Entonces, te queda buscar afuera lo que no puedes encontrar aquí”, dijo.
Yoselyn Sulbarán vino de Anzoátegui a estudiar Comunicación Social en la Central.
“Mi objetivo es graduarme, ojalá lo pueda cumplir. Pero veo que el periodismo en Venezuela está en decadencia. Si das una información contra el gobierno clausuran el medio e incluso puedes recibir una demanda”, comentó con un ligero pesimismo.
La percepción de Sulbarán sobre el ejercicio del periodismo en Venezuela es categórica: “Es uno de los países más peligrosos para ejercer esta carrera. El año pasado no se podía dar la información abiertamente sino que había que disfrazarla, o estabas propenso a la censura”.
Estos pensamientos agobian no solo a estudiantes de universidades públicas. Rondan también en las mentes de los alumnos de las universidades privadas.
Tabata García es estudiante de 9° semestre de Comunicación Social de la Universidad Santa María (USM), la primera casa de estudios privada fundada en Venezuela, apenas con una semana de diferencia de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
El majestuoso león. Las rejas azules. Las amplias plazas y los edificios grises caracterizan a la universidad.
García recordó algo conocido por los estudiantes de la USM: colas de madrugada, entre carros, alcohol y música, para lograr la ansiada inscripción.
“Ya eso no ocurre tanto, porque se ha salido mucha gente. Unos porque no pueden pagar la universidad de lo cara que se ha puesto, y otros, muchos, simplemente se van del país”.
La estudiante de 25 años aseguró que el trayecto hacia la universidad se le dificulta debido a la problemática que existe con el transporte.
“Es terrible, casi no hay para subir y se me complica llegar”, admitió.
Las instalaciones de la USM no recibieron ningún elogio por parte de García.
“Hay un salón donde me siento y literalmente me caen pedazos de techo encima mientras veo clase”, dijo con ligera indignación.
La opinión de García coincide con sus futuras colegas de la UCV: “No tengo ninguna perspectiva. Estoy esperando a graduarme para irme, porque no vale de nada trabajar en este país. De hecho, renuncié a mi trabajo porque estaba gastando más en pasaje que lo que estaba ganando”.
Los trabajos de community manager de García en la Agencia Crea Comunicaciones y en el Centro Comercial San Ignacio atestiguan su gusto por el trabajo en las redes sociales; sin embargo, la remuneración —según aseguró— no es suficiente.
No ha dejado de creer en la profesión. Aspira a ejercerla en el exterior. “Creo en mi carrera, sino ya la hubiese dejado”, aseveró.
Terminar la carrera e irse para al extranjero. Algunos, como Argenis Castillo, de la Universidad Católica Santa Rosa, son más crudos: “Mi objetivo es reunir la suficiente plata como para irme”.
“Puedes trabajar, trabajar y trabajar, pero siempre vas a ser pobre”, dijo Castillo .
Para Jesús Hermoso, periodista y editor de Efecto Cocuyo, son precisamente estas condiciones las que le dan a Venezuela el carácter perfecto y necesario para ejercer el periodismo con toda la pasión que se pueda. “Nuestro país es uno de los que tiene más futuro para el periodismo”, aseveró con entusiasmo el editor.
“Uno de los principales retos del periodismo justamente es la censura. Los periodistas venezolanos han tenido que enfrentarla mediante la innovación en instrumentos de comunicación. Los esfuerzos de investigación están siendo redirigidos al área web. Por ejemplo: se está usando el Periscope, una cosa que nadie usa en el mundo, para informar cosas en Venezuela que deben saberse. Resulta que el país tiene los índices porcentuales más altos en el uso de la aplicación”.
Hermoso considera que la profesión ha adquirido cierta complejidad.
“Qué actividad más compleja de desnudar a un poder, como el gobierno venezolano, que está tan cubierto. No hay fuentes de acceso a la información oficial. No hay fuentes de información en general. Las estadísticas de la población desaparecieron, por lo que se tiene que hacer una investigación y crear nuevos mecanismos para determinar estadísticas como periodista”.
Adicionalmente, Hermoso considera que se debe trabajar con «salarios de hambre». Sin embargo, resaltó las funciones del periodismo en Venezuela.
“El periodismo tiene como función, en primer lugar, colocar los intereses de las mayorías y la situación y las condiciones en las que están en relación con el Estado y el poder político. Esa es la función del periodismo en la medida en que se identifica con los desposeídos y contra el poder establecido, mientras se busquen las cosas que no se quieren que se sepa. Ahí radica su potencial. Venezuela es el país en el que la comunicación social consigue todo su potencial”.