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Metrocable Mariche-La Dolorita: otra obra inconclusa del populismo

El gobierno sigue sin ofrecer mejoras a la movilidad de los ciudadanos. Basura y escombros rodean la construcción que fue paralizada tras conocerse que Odebrecht estaba vinculada en casos de corrupción

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De las 33 obras encargadas por el gobierno nacional a la compañía brasileña Odebrecht, solo se realizaron nueve. Las demás quedaron inconclusas, entre ellas el Metrocable La Dolorita.

Esta obra se diseñó para vincularse con el Metrocable Mariche, un tramo expreso inaugurado en 2012. El proyecto se planificó para que ambos sistemas se conectaran con la Línea 1 del Metro de Caracas a través de unos ascensores que nunca fueron terminados.

En una de las salidas de la estación Palo Verde, que va hacia la zona popular José Félix Ribas, está la mayor parte de la estructura del sistema La Dolorita, que ocupa lo que anteriormente era una plaza y parte de la acera, por esto los peatones no disponen de una vía de tránsito y deben caminar en la calle junto a un pasamanos en mal estado.

Avenida Central de Palo Verde. La construcción restringe el espacio vial de la zona. Foto: Ramsés Romero

La construcción restringe el acceso de las dos entradas que tiene la estación en la urbanización, lo que incomoda la circulación de los peatones.

La inauguración estaba pautada para febrero de 2016, pero como todas las obras que estaban a cargo de Odebrecht, se paralizó por la investigación que se inició contra la empresa por los sobornos realizados a altos funcionarios para obtener licitaciones en diferentes países.

Foto: Ramsés Romero

Hacia Mariche: una subida peligrosa

Con la inaguración del Metrocable Mariche en 2012 se beneficiaron miles de familias. “Antes, llegar a Mariche era un viacrucis; sin embargo, el declive del servicio es evidente”, aseguró una usuaria que reside en la zona desde hace 36 años y que prefirió no ser identificada.

El acceso al sistema es a través de escaleras inestables que no tienen barandilla de seguridad, por lo que las personas suben y bajan con cuidado.

“He tenido problemas en las rodillas por subir esas escaleras; la parte final está horrible. Cuando bajas deben ayudarte, de lo contrario tienes que brincar”, contó un usuario.

Foto: Ramsés Romero

En ocasiones, el Metro de Caracas proporciona el servicio de metrobús desde Palo Verde hasta el sistema Mariche, ubicado en la zona industrial.

Ricardo Sansone, miembro de la organización no gubernamental Familia Metro, señaló que los diferentes accesos al sistema dificultan al usuario el cambio de un transporte a otro.

“No hubo un proyecto de integración. ¿Cómo se completa este proyecto? Con unos ascensores que hasta ahora no se han terminado. Pusieron un metrobús que tarda 20 minutos en ir y venir. Es más fácil para las camionetas hacer el servicio que el metro no hace”, explicó Sansone.

En la planificación del proyecto, Odebrecht establece que el recorrido de 4,8 kilómetros se realizaría en 17 minutos, pero la falta de mantenimiento en el sistema ha ralentizado el servicio.

“¿Mantenimiento? Si existe, no lo hacen como debe ser. Normalmente eran 17 minutos, pero ahora está muy lento: 45 minutos desde Palo Verde hasta Las Tapias”, afirmó un usuario.

El retraso no es lo único que caracteriza al sistema, sino también la inseguridad dentro de las cabinas.

Julio Carvajal, transeúnte habitual de la zona, indicó que los usuarios corren el riesgo de ser víctimas de la delincuencia: “Aquí han robado, incluso han violado y las que han quedado vivas, las amenazan de muerte si dicen algo a los funcionarios del Metro, por eso se cohíben de no hacerlo. Al salir de la estación lo comentan”, denunció Carvajal.

La crisis del transporte superficial incrementó la demanda del Metrocable, pues los usuarios aseguran que ahora dependen de este sistema para llegar a sus casas debido a la escasez de unidades de transporte y de efectivo.

“No tenemos transporte. Además, los conductores hacen con el pueblo lo que quieren. Se pusieron unas camionetas rojas y si tú no tienes una cantidad de dinero específica en el momento en el que ellos te lo piden, te dejan en la vía arriesgando tu vida”, contó.

La nueva filosofía

Ricardo Sansone, representante de Familia Metro, considera que el sistema de transporte debe crecer en la proporción que lo hace la demanda de la ciudad, por esto desde finales del siglo pasado se planificó la ampliación con la red básica 2010.

Mapa topológico de la red básica 2010 del Metro de Caracas. La imagen fue modificada de acuerdo con las indicaciones de Familia Metro

En el proyecto no se contemplaba la creación del sistema Metrocable, este nace con la asesoría que realizó el Metro de Caracas al Metro de Medellín, en Colombia, que generó la modificación del proyecto en base a una nueva filosofía. Sansone precisó que el Metro solía tener un alto estándar nacional e internacional en estudio, diseño, análisis y ejecución de los proyectos.

“Esa manera de trabajar se guardó en una gaveta y ahora todo se hace de manera atropellada. Los proyectos fueron modificados a una nueva filosofía que surge con el cambio de la administración. Este modelo político logró imponerse y avanzar en muchos ámbitos. En esos años de transición el Metro perdió su visión”, señaló Sansone.

Esta nueva filosofía trajo consigo, de acuerdo a Sansone, una manera de trabajar y de realizar los proyectos que responden más a una medida populista que a la mejora de la calidad de vida del ciudadano.

Promesas incumplidas 

El presidente Nicolás Maduro en febrero de 2017 anunció la reactivación de la construcción de las obras inconclusas. «Con ingeniería, capacidad constructiva, mano de obra e inversión venezolana, vamos a terminar todas las obras que empezó Odebrecht y que abandonó producto de su propia crisis (…) Tenemos los recursos para retomar de manera acelerada todas las obras abandonadas», dijo el mandatario.

En marzo de 2018, Maduro indicó nuevamente que se culminarían las construcciones: «Todas las obras que tenía Odebrecht vamos a entregarlas de inmediato con recursos para terminarlas con mano de obra nacional. Les hago llamado a toda las empresas constructoras del país».

El contraste de los anuncios presidenciales con la realidad es acentuado. Los ciudadanos siguen sin ver los resultados mientras se movilizan en un sistema de transporte de díficil acceso y con un servicio precario que los obliga a ver las ruinas con resignación, pues las construcciones prometidas no han sido atendidas.

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