De la cara morena de “El Gallo” sobresale una larga sonrisa. Su voz aguda y ronca aviva su personalidad tenaz, que le ha facultado para convertirse en uno de los comerciantes más prósperos de Choroní.
Desde pequeño le gusta levantarse temprano. “Mira ese muchachito parece un gallo”, decía su papá, así que Sebastián Liendo se quedó con el apelativo. Nació en Puerto Cruz, estado Vargas, y a los 12 años, en busca de otra vida, se fue a vivir a La Guaira, donde trabajó en barcos pesqueros. En 1976 se trasladó a Chuao en su lucha por cumplir su sueño de ser comerciante.
Allá fundó, junto a otros compañeros, la Empresa Pesquera Chuao. Trabajó durante un año, pero al ver que ya no estaba funcionando el negocio, optó por independizarse y construir otra pescadería.
Le costó trabajo arduo establecer el nuevo comercio, que en principio era un humilde rancho de seis metros de ancho ubicado en Choroní. Con el tiempo se convirtió en un mágico lugar con una palmera situada justo en el centro. Los visitantes de Caracas, Maracay y Valencia se reían cada vez que caía un coco de la mata y salpicaba a todo el mundo.
Con mucha constancia y fe en Venezuela, ha logrado la posesión de una licorería, un comercio llamado Surte y Pesca, una planta de hielo y varios camiones cava.
El sol empieza a esconderse en Puerto Colombia, la luz se torna naranja y los pescadores se retiran; en medio del paisaje, que le hace irradiar la cara, El Gallo dice “La vida me ha realizado”.
“Cada día sigo pensando que nosotros tenemos todo en Venezuela y vamos a tener cada día más. Yo tengo mucha esperanza. Esta belleza, este paisaje, su gente, el pueblo, los visitantes que vienen: este es el emporio de Choroní”, expone mientras se acaricia el bigote y junta las manos.
No se ve con el estilo estereotipado de los empresarios, o quizás no como la gente podría imaginárselo. Anda con pantalones cortos, sandalias y franela. Esa personalidad y esa constancia, además de haberle ayudado a lograr exitosos negocios, le llevó a tener ocho hijos, 27 nietos y seis bisnietos, a quienes se refiere con orgullo.
Sebastián recalca insistentemente que Choroní es un lugar para desconectarse y olvidar los problemas con las playas, los ríos y las montañas. Sin embargo, reconoce que el turismo ha disminuido, los tambores se han apagado y algunas posadas y restaurantes han cerrado.
Critica al Estado por no apoyar a los emprendedores del pueblo, que han crecido por esfuerzo propio. “El gobierno no le ha dado crédito a ninguno. A veces le dan unos motorcitos a unos y a otros no, porque si no eres de la línea del gobierno no te dan motor, cosa con la que yo no estoy de acuerdo, porque nosotros necesitamos estar unidos. Todos somos venezolanos”.
Los problemas principales de Choroní son el deterioro de la carretera, que tiene defectos con el sistema de drenajes, y reiteradas fallas eléctricas. Sobre la inseguridad, Liendo afirma que, aunque existe al igual que en todo el país, en el pueblo no es tanto el peligro.
“Choroní fuera potencia turística si el gobierno ayudara más, porque tiene todo: ríos, mar, montaña. Lo que falta es un poquito de cariño, de amor. Choroní está olvidado. Y algunos representantes de este pueblo, en lugar de ayudar al pueblo, lo que están es cuidando puesto. La gente tiene miedo. Porque si les hablan las botan, las reprimen, les quitan el CLAP. Eso no puede ser”.
Pero toda la figura de Liendo despide esperanza, pues cree en el pueblo y su capacidad para levantarse por su cuenta. Luego de hacer denuncias valientes, El Gallo, a quien le gusta pasear por el malecón, se retira para seguir atendiendo sus empresas. Es el Lorenzo Mendoza de Choroní. Antes de irse dice con su voz aguda y grave que los tambores van a volver a sonar, “Van a rugir pronto”.