La posada Las García está concebida como una obra artística: rigurosos detalles, una idea filosófica y una pasión que desde lejos parece no tener sentido. Hospedarse ahí es trasladarse a una casa del siglo XIX colmada de arte. Cada elemento fascinante que la caracteriza busca atrapar la contemplación de los visitantes.
Al entrar, el turista sentirá que está llegando a la vivienda de un noble. La fachada está pintada al estilo colonial, de un amarillo y un blanco brillantes y la puerta de ingreso mide al menos cinco metros.
En el interior se encontrará con grandes y pequeños cuadros de réplicas de Picasso o artistas desconocidos. Pequeños portaretratos, con fotos en blanco y negro de mujeres, hombres, parejas, niños y familias, adornan las puertas verdes de las habitaciones, dentro de las que hay reproducciones de cuadros modernistas colgados en las paredes.
En los pasillos juegan con el colonialismo cosas como un viejo tocadiscos, hamacas, figuras como un Don Quijote de madera, lámparas, libros sobre las mesas, una mesa de billar, macetas; en el jardín hay en un árbol una casita para aves, una bomba de agua manual, una lámpara de aceite; no hay espacio en el que no esté un objeto particular que le otorga un concepto diferente a la posada, lo que la convierte en una suerte de museo de ready–mades (arte en el que fue pionero el francés Marcel Duchamp).
Pero hay una peculiaridad que será aún más deslumbrante para el huésped. En los cuartos no existen televisores. Y no es porque no tienen recursos para adquirirlos: 13 libros sustituyen al protagonista de la novela de Eduardo Liendo El mago de la cara de vidrio. El lector interesado verá que entre los ejemplares hay diversidades de temas y autores; a saber: Albert Einstein, Johann Goethe, J.R.R Tolkien, Nicolás Guillén, Dante Alighieri, Luis Pastori, etc.
Y todo mezclado con jazz, barroco o música popular venezolana.
Las particularidades visuales de la casa —cuenta la dueña, Elizabeth Quintanales— son obra de su esposo, el director y productor de cine Antonio Llerandi. En cambio ella, cantante de música popular y lírica, se encarga de reproducir la música más adecuada para cada momento del día: en las mañanas pone barroco o música venezolana, en las tardes “algo movido, dependiendo de cómo esté el público en la piscina”, y en las noches generalmente jazz.
“La música es un ingrediente importantísimo, aunque la gente no le dé importancia. Pero sí lo es, en el estado de ánimo de cada quien. Por ejemplo, puedes estar en un restaurante queriendo irte. ¿Y por qué? Porque no aguantas la música. Sin embargo no lo sabes. Entonces, creo que cuando uno maneja el idioma musical, puedes llegar a ese público y la gente termina por decir: qué paz se respira aquí, qué sabroso”, dice Elizabeth.
La posada Las García, en principio, era una hacienda de cacao. El Portete, la zona donde está ubicada, solía ser muy rica en dicha planta y café. La información de su registro data de 1840, sin embargo, sus orígenes se remontan al siglo XVIII. Existe incluso un documento en el que una antigua dueña, antes de venderla, compró la libertad de sus dos esclavos más cercanos.
En 1905 el abuelo de Elizabeth, Simón García Bravo, compró la hacienda. “Con eso ya tenemos más de 100 años en la familia. Finalmente, quedó en manos de mi mamá y de su hermana lo que es la casa”. Posteriormente, la madre y la tía de Quintanales dividieron el terreno y fundaron, en la década de los 70, la posada Las García y el hotel Hacienda El Portete.
Desde que tiene uso de razón, Elizabeth ha visto objetos antiguos en la casa como las pesas de cacao, el portón de entrada, un remoto escaparate y la fotografía de su abuelo. Narra como una historiadora la manera en que se vivía en el Choroní de principios del siglo XX: “Cuando mi mamá y sus hermanas eran pequeñas, no existía comunicación terrestre con Maracay, solo una pica por la montaña. Hacían la travesía en burros y caballos”.
En una época su madre tuvo que irse de Choroní porque coincidieron circunstancias como la aparición del petróleo, la invasión de una plaga de saltamontes que arrasó con las plantaciones de cacao y la apertura de la carretera.
Por eso Elizabeth creció en Maracay, lo que le permitió estudiar canto; de manera fortuita, porque se enfermó de las cuerdas vocales y tuvo que operarse. El médico le dijo “O estudias y usas el instrumento o te quedas sin cantar toda la vida”. Actualmente forma parte de la Camerata de Caracas y del octeto de música popular Los Cuñados. Cuando no está en ensayos para alguna obra le canta a los dos carismáticos loros de la posada, que además interpretan el Himno Nacional.
Quintanales relaciona su vida artística con la posada al plasmar en esta su creatividad, por la que espera el aplauso que todo artista añora. Pero no el aplauso inmediato de los conciertos o las obras teatrales, sino el de los pintores, que no reciben una retribución directa cuando sus cuadros están expuestos: “Cuando viene el público a la posada y dice qué maravilla, qué sabroso, qué belleza, ese es mi aplauso”.
Posada Las García. Ubicación: sector El Portete, entre el pueblo de Choroní y Puerto Colombia, a un kilómetro y medio del malecón. Teléfono: 0243 991 1056. Facebook: Posada Las García. Página: www.posadalasgarcia.com. Correo: [email protected].
Ofrece:
En la habitación: aire acondicionado, lencería de calidad, caja de seguridad, ventilador, baño privado, agua caliente y amenities.
En la posada: WIFI, desayunos, bar restaurant, piscina con jacuzzi, estacionamiento, vigilancia, planta eléctrica y traslados.
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