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Isayen Herrera: el verbo que desnuda la crisis de salud

"A las autoridades les preguntaría si el poder puede más que su sensibilidad humana. Tienen que admitir los problemas y buscar soluciones porque lo que se sufre en los hospitales no tiene nombre", asegura la ganadora del Premio Antonio Arráiz

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Isayen Herrera le tiene alergia al periodismo de escritorio. Prefiere salir a la calle a buscar la noticia. Hace algunos años le aterraba entrar a un hospital custodiado por militares, pero ahora los visita hasta de noche para sortear el hermetismo oficial y dar voz a los pacientes y los familiares que padecen la crisis de salud en Venezuela. 

Vive en Los Teques, estado Miranda, por eso siempre anda en un correcorre y con un perolero encima, por si tiene que quedarse en Caracas. Si de algo se queja en las mañanas es de que el viaje en Metro le hace perder tiempo, pues no puede entrevistar a sus contactos si surge una información de último minuto. 

Cuenta que desde que estudió periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello sintió afinidad por los temas sociales: «Me gustó siempre estar del lado de la gente, poder contar sus problemas». 

Inició su ejercicio profesional en el diario 2001 y en 2014 comenzó a trabajar en El Nacional

En esa época se agudizaron los problemas en materia de salud y tuvo que apoyar en esta área porque un solo periodista no se daba abasto; poco después asumió de lleno la fuente. Su compromiso y responsabilidad la hacen merecedora del Premio Antonio Arráiz, que se otorga al reportero más destacado del año. Su carácter fuerte y su verbo sin tabú no pasan inadvertidos, pero quienes la conocen mejor también saben de su sensibilidad y solidaridad. «Cuando supe que había ganado me conmoví, sentí ganas de llorar», dice. 

Asegura que el mayor reto de cubrir la fuente de salud es la falta de acceso a la información oficial, así como comprender los términos técnicos y científicos para luego presentárselos al lector de una manera clara. Considera que su responsabilidad no es solo denunciar, sino también aclarar la información delicada que puede generar angustia en la población. 

Con 29 años de edad señala que hasta ahora el momento más duro que ha vivido fue ver a un bebé morir por desnutrición. 

«Me cambió la vida como venezolana y como periodista», afirma. Si tuviera la oportunidad de tener cara a cara a las autoridades en materia de salud les pediría bajarse del pedestal y escuchar al pueblo. Les preguntaría si el poder puede más que su sensibilidad humana. Les diría que tienen que admitir los problemas y buscar soluciones porque lo que se sufre en los hospitales definitivamente no tiene nombre. Ya es bastante grave tener a un familiar enfermo y lo único que ha hecho la crisis de salud es humillar al venezolano». 

Celebra conocer a muchos médicos de trayectoria, así como a otros que se están iniciando y que están comprometidos con su labor, que no se quieren ir del país. «Estos profesionales no solo te denuncian lo que está pasando, sino que te forman. Lo más gratificante es ver cómo el gremio de la salud dejó la censura», expresa. 

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