Las enfermeras venezolanas no abandonan sus puestos de trabajo, pese a los pobres ingresos que perciben y la profunda crisis del sector que les impide desarrollarse a plenitud en la profesión. La vocación que ssientes con sus tareas las mantienen en los hospitales del país.
El gremio de enfermeras ha sido la cara visible del conflicto laboral que iniciaron hace 20 días los trabajadores sanitarios en demanda de mejoras salariales que les ayuden a capear la galopante inflación que padece Venezuela, que el Parlamento cifró en 2,8% al día durante el mes de junio.
«Tengo dos trabajos y no me alcanza para nada (…), a ningún profesional de enfermería, tenga dos o tres trabajos, nos alcanza para nada», dijo a Efe a la enfermera de 49 años Sandy Pérez.
Aunque tiene grado universitario en enfermería y una experiencia de 17 años, el salario mensual de Pérez está muy lejos de poder costear la canasta básica alimentaria, que según los dirigentes gremiales de la salud ronda los 300 millones de bolívares (2.500 o 120 dólares según la tasa de cambio que se use).
«Da tristeza la situación que estamos viviendo», dijo.
Con todo, aseguró que no se ve ejerciendo otra profesión porque siente «vocación» por la enfermería, un trabajo sacrificado pero que ofrece la «satisfacción» de ayudar al prójimo.
Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo en el planeta, pero sufre una grave crisis económica que se traduce en escasez de alimentos básicos y medicinas así como en hiperinflación, un fenómeno que pulverizó el poder de compra de los trabajadores.
Al igual que los empleados públicos de otros sectores, los sanitarios venezolanos exigen desde hace casi un mes considerables mejoras salariales así como la dotación de los hospitales, pero el Gobierno del presidente Nicolás Maduro no ha ofrecido respuestas.
El pasado jueves, los empleados del sector salud venezolano acordaron no levantar su paralización «presencial» de actividades hasta que no sea aprobado un tabulador de pagos que varía entre los 200 (8.660 o 416 dólares) y los 420 salarios mínimos (18.186 o 873 dólares).
En la actualidad, el salario mínimo venezolano se ubica en 5.196.000 bolívares por mes (43 o 2 dólares), que no alcanzan para comprar siquiera un kilo de detergente.
«Estamos exigiéndole al gobierno que inicie la tabla con 200 salarios mínimos y cerramos con 420 salarios mínimos», dijo entonces a periodistas el presidente de la Federación Médica de Venezuela (FMV), Douglas León Natera.
Esta propuesta parece difícil de cumplir pero es «justa», según dijo a Efe la enfermera de 54 años Maribel Oropeza.
«Mi último pago fue de 550.000 bolívares (4,6 o 0,22 dólares) y solo me pude comprar una (porción de) torta», señaló.
Oropeza ha trabajado los últimos 10 años en el Hospital Clínico Universitario de Caracas (HCU), punto neurálgico de las manifestaciones, y ha sido testigo de su progresivo «deterioro».
«No hay nada, ni gasa a veces», aseguró.
Cada día debe sortear obstáculos como la escasez de efectivo y el colapso del transporte público para llegar a su sitio de trabajo desde Caricuao, ubicado en el extremo oeste de la ciudad.
«Yo vengo a trabajar por vocación, por amor al arte, porque con mi sueldo no pago ni el pasaje. Mi hija mayor se fue a trabajar a Colombia y ella es quien me mantiene, no mi trabajo», añadió.
Otro reclamo de los sanitarios es que se doten los hospitales, un problema que dijeron «afecta a todos».
Según informó León Natera el jueves, los principales hospitales del país apenas tienen una dotación que no supera 10%, lo que supone un «cierre técnico» de los establecimientos y ejerce presión sobre las clínicas privadas, saturadas por el colapso del sistema público de salud.