Débiles y agotados, los pacientes crónicos venezolanos que reciben tratamiento en Colombia se enfrentan a un futuro incierto al no poder volver a sus hogares luego del cierre fronterizo entre ambos países. La única opción que se vislumbra para pasar la frontera es cruzar por las trochas. Ellos esperan bajo el sol inclemente mientras meditan si vale la pena caminar sobre lo que solía ser un río, pues están conscientes sobre el riesgo de tomar esta decisión debido a que muchos se encuentran en estado delicado de salud o son de avanzada edad.
El cierre fronterizo afectó a más de 50 venezolanos que acudieron a Cúcuta para recibir tratamiento y quedaron varados en territorio colombiano. Los ciudadanos deben pagar hasta 30.000 pesos a paramilitares, equivalente a 32.000 bolívares cifra que representa más de un salario mínimo venezolano, para que los guíen por los “caminos verdes” que conducen al estado Táchira.
Jacinto Reyes, asesor jurídico de la organización de Derechos Humanos y comunidad de naciones en Táchira, informó que por órdenes de Freddy Bernal, los pacientes que reciben tratamiento en Cúcuta deben ser atendidos en San Cristóbal, a pesar de la falta de insumos y medicamentos que afecta al país.
“Nosotros quisimos tratar de activar el protocolo de Derecho Internacional Humanitario para el paso de pacientes renales como sucedió en el año 2015 con las OLP, pero se suspendió la actividad porque Freddy Bernal dio la orden que los pacientes que se encuentran recibiendo tratamiento en Cúcuta deben trasladarse a San Cristóbal para ser dializados”, aseguró Reyes.
Los pacientes, quienes en su mayoría son de Ureña y San Cristóbal, tienen más de seis días esperando la apertura de la frontera colombo-venezolana luego de que fuese cerrada para evitar el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela proveniente de Estados Unidos el pasado 23 de febrero.
“Nosotros esperamos que la frontera abra lo más pronto posible los pasos fronterizos y que cesen las hostilidades. Muchas personas que se acercan a los comandos en los puentes no son personas que van a manifestar. Son pacientes que buscan la manera de pasar a Colombia para poder recibir tratamiento o cumplir algún compromiso”, aseguró el abogado.
La Unidad de Nefrología del Hospital Central de San Cristóbal, principal receptora de pacientes renales en la capital del estado Táchira, cuenta con once máquinas para diálisis, pero sólo cinco de ellas se encuentran operativas ante las dificultades para conseguir los repuestos.
El ingreso de la ayuda humanitaria proveniente, principalmente, de Estados Unidos a Venezuela tenía como objetivo aliviar el desabastecimiento de insumos y medicamentos que vive el país, como consecuencia de las dificultades para la importación de algunos de esos productos.
Nicolás Maduro se opuso rotundamente a la entrada de los insumos, argumentando que esos cargamentos podrían contener supuestas armas biológicas, lo que a su juicio sería una excusa para una intervención militar en el país.
Maduro también anunció el pasado 23 de febrero el rompimiento de relaciones diplomáticas con Colombia, ante el apoyo brindado por el gobierno de Iván Duque a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, en su intento de ingresar la ayuda humanitaria. Los camiones cargados de alimentos y medicinas fueron recibidos con represión en la frontera. Además, la carga de uno de los camiones fue incendida.
Colombia informó que necesitaba 72 horas para revisar los daños y retirar los escombros, pero cuando trató de reabrir la frontera el pasado miércoles, Venezuela mantuvo su lado cerrado.
En ese lado venezolano del puente internacional Simón Bolívar se encuentran los cuerpos policiales que no se conduelen al ver la situación de los pacientes crónicos. Varios containers y barricadas obstaculizan el puente Simón Bolívar, mientras que los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana niegan cualquier posibilidad de abrir la frontera, incluso para el paso de personas con complicaciones renales.
A pesar de la incertidumbre por el desconocimiento de la fecha de la apertura del paso fronterizo venezolano, el motor principal de estos venezolanos durante su espera, es la esperanza de volver a sus casas.