El mayor índice de disminución de especies animales se registra en Sur y Centroamérica, advierte el más reciente informe sobre el estado de la biodiversidad publicado por el Fondo Mundial para la Naturaleza.
Una de esas especies en peligro de extinción es el Spinus cucullata, mejor conocido como cardenalito, ave de llamativo plumaje rojo y negro que habita en bosques tropicales y algunas zonas montañosas del norte de Venezuela.
Actualmente no solo está amenazado el pájaro, blanco favorito del comercio ilegal, sino también el entorno en el que habita.
La organización no gubernamental Provita, mediante la Iniciativa Cardenalito, lleva adelante desde 2015 un proyecto que intenta salvar la especie y conservar los territorios en los que puede desarrollarse y reproducirse. También participan miembros del Instituto Smithsoniano estadounidense y del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, entre otras organizaciones.
Para lograr su cometido impulsan la creación de plantaciones de café y cacao que sirvan de hábitat para la reincorporación del cardenalito al ecosistema, explicó María Cedeño, vocera de Provita. Agregó que por la crisis económica que atraviesa el país, los caficultores habían tomado la penosa decisión de deforestar sus cultivos para trabajar con productos mucho más rentables. Esto trae como consecuencia la destrucción del hogar de cientos de especies, incluido el cardenalito y otras aves.
“Hemos estado trabajando con las comunidades de varias partes del país, que ya tenían sembradíos, para orientarlas con respecto al cultivo del café bajo sombra y cómo pueden mejorar sus cosechas”, indicó.
Un hogar en Vargas. Provita llevó recientemente la Iniciativa Cardenalito a zonas agrícolas de Carayaca, estado Vargas, en las que apoyan la producción de café y la reinserción del ave. Por ser una región montañosa, se espera que cardenalitos en cautiverio que serán liberados allí puedan adaptarse rápidamente al entorno.
“Este proyecto es muy importante porque lo que se busca es rescatar los ecosistemas que han sido víctimas de la deforestación y son potencialmente un hábitat para cardenalitos y otras aves migratorias”, destacó Cedeño.
Estudios de la ONG indican que la población de ejemplares de esa especie ha disminuido vertiginosamente, pues pasó de aproximadamente 3 millones de individuos en el siglo XX, a 4.000 ejemplares que hoy en día se encuentran dispersos en zonas del norte del país.
La extinción del cardenalito también implicaría la desaparición de uno de los animales más emblemáticos de Venezuela, considerado la segunda ave nacional después del turpial. Para valorar su carácter icónico, basta recordar el billete de cien bolívares del cono monetario anterior: en una de sus caras aparece una pareja de cardenalitos. Tampoco hay que olvidar que un equipo de beisbol de la liga profesional venezolana lleva el nombre del ave.
Una parte importante de la Iniciativa Cardenalito comprende involucrar a las comunidades en la protección de la especie. Para ello se promueve la concientización entre los habitantes de las zonas donde se trabaja en la reintroducción del ave para que estén al tanto de las amenazas que sufre.
Alineados con esa idea han creado eslóganes que vinculan la producción de cacao y café con la conservación de la especie, como “Disfruta de un chocolate y salva a un cardenalito”, con el que se promueven algunos de los productos fruto de la iniciativa.
Sin hogar para sobrevivir
Muchas otras especies como el cardenalito están en peligro de desaparecer en Venezuela: el oso frontino, el jaguar y el cóndor destacan en esa la lista. Varias factores han incrementado el riesgo de extinción, entre ellos cacería excesiva, comercio ilegal, sobreexplotación forestal y desmedido crecimiento urbano, así como tala y quema. El mayor de los problemas para estos animales parece ser la destrucción de sus hogares.
La Iniciativa Cardenalito reseña en su portal web que en Guayana, por ejemplo, es frecuente que se quemen grandes extensiones de sabana como técnica para el pastoreo de ganado y con el fin de alejar depredadores que amenazan al rebaño. Prácticas como esa perjudican mucho los ecosistemas porque acaban con la vegetación y degradan los suelos hasta volverlos infértiles e inhabitables.