Un grupo de cinco venezolanos recorre a pie las calles de Cúcuta para conseguir cartón. Cada paso es un intento de surgir fuera del país. Su oficina son las calles de la zona céntrica de la ciudad fronteriza y su materia prima es la basura. Llevan a cuestas el peso de una supuesta revolución: un bulto tricolor que los identifica como los venezolanos que intentan sobrevivir en Colombia.
Oriundos de Acarigua, estado Portuguesa, hurgan en bolsas de basura a paso cansino por las vías de la ciudad, arreando su vehículo, sin motor, pero que soporta la estructura metálica en la que se almacena todo lo que se recoge en el día. Los hombres, de piel tostada y con rostros rojos hostigados por el sol, recuerdan que militares venezolanos les quitaron la mitad de sus pertenencias cuando cruzaron la frontera.
“Teníamos todo cuando llegamos al cruce fronterizo. Dos militares nos pararon para preguntarnos de dónde veníamos. Lo único que teníamos en nuestros bolsos era comida y ropa para ayudarnos, pero nos quitaron todo sin darnos explicaciones. Incluso a dos de nosotros nos quitaron el carnet fronterizo, y tuvimos que pasar por una trocha”, relata Keyber Quiñones.
Indican que su hogar se encuentra a tres horas de distancia y salen en la tarde para empezar a trabajar cuando el sol se ha ocultado. Visitan las calles más concurridas en busca de materiales que puedan vender; tienen que preguntar a taxistas en cada esquina para guiarse. Agregan que no tienen horario, pero todos los días llegan al refugio a las 2:00 am.
En Venezuela se dedicaban a arreglar teléfonos. “Somos técnicos en telefonía”, dicen con orgullo. Para ellos el reciclaje es una actividad temporal, mientras consiguen un empleo.
“Me vine a Colombia dejando toda mi vida atrás, una vida porque nosotros somos técnicos en telefonía móvil. Llegamos a Cúcuta para tratar de surgir, pero aquí la vida no es fácil. Nos ayudamos con el reciclaje, recogemos cartón. Salimos a las 2:00 pm y llegamos aproximadamente a las 6:00 pm. También reciclamos papeles, periódico y sobrevivimos para comprar alimentos”, afirma Luigi Marcano, otro de los caminantes.
Afirman que el cartón debe ser llevado a las recuperadoras y comercializadoras de esta mercancía, donde pueden recibir a cambio 250 pesos por kilo, equivalente a 431 bolívares. Aunque es una actividad muy común en las calles de la ciudad colombiana, el problema es que nunca se consigue mucho cartón. “Hay días buenos en los que hago hasta 5.000 pesos, pero eso casi nunca pasa”, expresa mientras descansa un momento recostado de las bolsas.
Marcano calcula que por una bolsa llena de cartón, que puede pesar entre 10 y 15 kilos, pueden obtener hasta 2.250 pesos, los cuales solo le alcanzan para un refresco pequeño y un pan en algún abasto.
El cartón no es lo único que se recoge. El kilo de vidrio se paga a 100 pesos; el de plástico, a 300 pesos; la chatarra, a 350 pesos el kilo; el cobre, a 11.000 pesos, y el bronce, a 7.500 pesos, siendo estos últimos los más buscados, pero los más difíciles de conseguir.
“Tuvimos que rebuscarnos con el reciclaje para salir adelante. Cada vez que uno pasa por una esquina dicen: ‘Mira, por ahí van los venezolanos’, pero como uno no está en su país se tiene que quedar callado. Desde que llegamos un comedor nos ayuda con el desayuno y el almuerzo. A veces tenemos para la cena, otras no”, manifiesta Marcano, de 27 años de edad.
Henderson Lagos piensa dos veces antes de hablar. Dejó a su familia en Venezuela y no quiere que la próxima vez que lo vean sea deambulando por las calles de Cúcuta. Respira profundo para narrar la situación que viven los venezolanos que deciden salir de sus tierras para poder enviar comida a sus hijos.
“En mi país nos están haciendo pasar hambre, esa es la principal razón que nos lleva a buscar otras fronteras; no lo estamos haciendo porque queremos. Nosotros no queremos estar buscando cartón, ni caminar todo el día. Yo considero que huí de mi país, le dije a mi esposa antes de irme que me iba solo con la intención de que tuvieran algo que comer todos los días”, se queja Lagos.
Indica que aunque muchos colombianos les han brindado ayuda, otros los han señalado y hasta humillado mientras hurgan en la basura.
“Hay personas que nos identifican porque la mayoría tenemos el bolso tricolor que daban en Venezuela. Sabemos que mucha gente mala ha salido del país, pero no nos tienen que juzgar a todos por igual”, dice.
Víctimas de la crisis en Venezuela continúan su ruta en la búsqueda de cartón. Desgastados, encorvados y con tatuajes desteñidos por la exposición al sol nunca dejan de sonreír, a pesar de la situación que viven. Cruzaron la frontera con la ilusión de alejarse lo más que puedan de una revolución que acabó con sus sueños. Aunque no son pocas las adversidades, hoy estos caminantes intentan reconstruir sus vidas con humildad y esfuerzo.
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