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Adriana Ramírez: «Una corrección no es un capricho»

por Avatar EL NACIONAL WEB

Adriana Ramírez admite que es reconfortante ganarse el Premio Oscar Guaramato al Mejor Editor del Año por segunda vez: «El sentimiento de satisfacción tiene que ver no solo con mi labor, sino con el lugar en el que trabajo, pues esta es una empresa que está dando en este momento la cara». 

Deja enfriar su marrón claro recién comprado y se va emocionando al hablar de lo que le apasiona, el periodismo. 

«Yo estudié lo que quería estudiar», dice con énfasis. 

«Es emocionante ­más en esta época­ saber de antemano lo que se va a publicar, ver en las manos de los lectores el resultado de un trabajo en equipo, aprender de las diversas fuentes». Pero admite que sentía angustia cuando veía a los reporteros saliendo a cubrir las marchas de los meses pasados: «Dios mío, cuídalos», pensaba cuando los veía salir porque no sabía con lo que se iban a encontrar. «Era un gran riesgo». 

Sin embargo, su trabajo es más sosegado. Espera que la noticia sea escrita, leída por los jefes y pasada a sus ojos cuidadosos que le darán el brillo que necesita para que no haya imprecisiones. «Trato de confirmar la información: nombres, fechas, datos. A veces no se puede hacer con tanto detalle por la premura con la que hay que realizar el trabajo a la hora del cierre, pero ha de ser lo más precisa posible». 

Sabe que el fiel lector de El Nacional es exigente y, como ella, también se fija en los detalles. «No se trata de que sea solo un producto de calidad, sino que aquello que se está publicando sea la verdad». 

Cuando se le pregunta si se siente orgullosa de volver a recibir esta distinción ­ la obtuvo en el año 2014 por su trabajo en la revista Todo en domingo­ dice con sencillez: «Siento satisfacción y un gran compromiso, porque también me puedo equivocar. Una mala edición podría dañar el buen trabajo de un colega». 

Aparte de su trabajo en el diario, da clases de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello y también fue profesora en la Universidad Monteávila. Basada en su experiencia como docente aconseja a los redactores ser humildes: «Una corrección no es un capricho, el editor puede explicarle en qué se equivoca y por qué algo se cambia. 

Se debe aprender a querer el idioma, a ser preciso, a leer más y a dejarse corregir en lo que haga falta».