Cuando la noche lucía más oscura, no había deseo más grande que el amanecer. El brillo de algunas estrellas era la única fuente de luz que se apreciaba en el entorno. La delincuencia aprovechaba el momento para transformar la tensa calma en un verdadero tormento.
Cuatro noches consecutivas sin luz envolvieron el sur de Petare, entre ellos el sector El Morro, donde además, los vecinos carecen de servicio de agua desde hace un par de semanas y se requieren, al menos, 600 bolívares para subir y bajar en autobús.
Fueron días caóticos. De hecho, un hombre de 24 años de edad (quien prefirió no ser identificado) tuvo que salir trabajar sin poder bañarse, usando la última ropa limpia que tenía: un jean y una franela. Además, tampoco pudo comer porque la nevera estaba vacía ante la falla del servicio eléctrico que mantenía todos los comercios con las santamarías abajo. Al ponerse los zapatos notó que también tenía callos en los pies, debido a que el servicio del Metro está suspendido y al no contar con suficiente efectivo tuvo que caminar numerosas cuadras para llegar hasta su trabajo.
El calvario comenzó el jueves 7 de marzo luego de que a las 4:56 pm se fuera la luz. Por un momento pensó que se trataba de una simple falla y que en cualquier momento se restablecería el servicio eléctrico. “¡Mira, no hay luz en toda la ciudad! Parece que esto es para rato”, le comentó un amigo. Sus esperanzas se esfumaron con el correr de las horas. Encendió la última vela que le quedaba y no le quedó otra elección que acostarse a dormir, esperando que al despertar ya hubiera luz.
El servicio regresó la tarde del viernes del 8 de marzo. Era el momento de cargar los teléfonos y llenar la mayor cantidad de tobos, bidones y recipientes posibles porque la bomba del edificio iba a surtir los apartamentos con la última reserva de agua que quedaba. 35 minutos más tarde regresó la oscuridad. “Alegría de tísico”, dijo una señora.
La personas del sector respondía con «una mentada de madre» apenas escuchaba que alguien exclamaba con fervor: “¡Maduro!”. Resultaba muy difícil comunicarse siquiera por mensaje de texto, puesto que rara vez hubo señal en los celulares. La comida se agotaba. Nuevamente el muchacho consideró que dormir era la decisión más sencilla, aunque era difícil conciliar el sueño.
Luego de otro día atípico, en el que se veía poco tránsito en las calles, semáforos apagados, centros comerciales cerrados y largas colas en las estaciones de servicio, la noche del sábado 9 en El Morro fue una pesadilla. “Se metió un malandro, se metió un malandro”, alertó un vecino desde una ventana. El calor era insoportable. Esta vez dormir no era una opción.
Se escucharon varias ráfagas de disparos y otros sonidos difíciles de descifrar. El veinteañero desconocía la hora de aquel incidente, ya que su teléfono estaba completamente descargado y no contaba con un reloj. Quizás ya era de madrugada, pero sin importar la hora la comunidad estaba en vilo. A pesar de que se montó una persecución, en ningún momento apareció el presunto hampón. “¿Y si se trataba de un espanto?”, se preguntó una adolescente, tratando de restar importancia a la situación.
La mañana del domingo 10 de marzo fue muy parecida a la del día anterior; sin embargo, ya la nevera se encontraba completamente vacía y no había ni una gota de agua en el apartamento. “¿Dónde compro comida si todo está cerrado? Nada sirve en este país. No sé a dónde vamos a parar”, exclamó con frustración el joven, quien a pesar de todas las contrariedades tuvo que cumplir con sus compromisos laborales.
Cuando regresó del trabajo, estaba abierto el cuarto donde se puede cargar agua, por lo que se dispuso a llenar varios tobos, directamente del tanque, usando un mecate. Esta vez se sintió aliviado de vivr en la planta baja del edificio, porque sus vecinos tuvieron que subir hasta 200 escalones con su respectiva carga, en medio de las tinieblas.
Faltaban 50 minutos para el atardecer. Unos vecinos regalaron comida antes de que se descompusiera y otros se encargaron de colocar fogatas en los alrededores del conjunto. Después de 72 horas seguidas (100 horas en total con intermitencia), la oscuridad se fue de El Morro el lunes 11 de marzo, pero quedó la incertidumbre si el servicio se mantendría o sería nuevamente interrumpido.