El ejercicio produce efectos positivos para la salud y además puede prevenir enfermedades del corazón, diabetes tipo 2 y otras clases de cáncer, pero hay que tener en cuenta el tipo y la cantidad de ejercicio que se realiza dependiendo de la edad, reseñó Infobae.
Durante la infancia y la adolescencia
En la niñez, el ejercicio ayuda a controlar el peso corporal, contribuye a la salud de los huesos, estimula la confianza en uno mismo y establece patrones de sueño saludables. Las instituciones recomiendan que los niños practiquen, al menos, una hora de ejercicio diario.
Los hábitos de ejercicio físico tienden a decaer de manera progresiva durante la adolescencia, especialmente en el caso de las chicas. Realizar una cantidad suficiente de ejercicio ayuda a mantener el cuerpo en forma, así como a controlar el estrés y la ansiedad
De los 20 a los 30 años
Alrededor de los 25 años de edad, las personas se encuentran en su mejor momento físico, con los tiempos de reacción más cortos y el VO2 máx (la velocidad máxima a la que el cuerpo puede bombear oxígeno a los músculos) más alto.
Con el transcurrir de los años este índice decrece, pero la actividad física realizada de manera regular puede ralentizar este declive. Aumentar la masa muscular magra y la densidad ósea durante esta etapa vital ayuda a retenerlas años después.
De los 40 a los 50
Los ejercicios que aumentan la resistencia constituyen la mejor alternativa para optimizar la quema de calorías y contrarrestar la acumulación de grasa.
Correr, trotar o entrar a un programa de ejercicio de mayor intensidad, genera resultados. Hacer Pilates puede resultar de suma utilidad para fortalecer la parte central del cuerpo y evitar los dolores de espalda, muy frecuentes a esta edad.
De los 50 a los 60
Los dolores y molestias se intensifican, al igual que las enfermedades, por lo que la recomendación es practirar ejercicio cardiovascular dos veces a la semana y que eso permita mantener la masa muscular.
De los 60 a los 70
Mantener un nivel alto de actividad física puede ayudar a prevenir diferentes tumores, como el cáncer de mama, tras la menopausia, el de colon o el de útero, y también reduce el riesgo de padecer enfermedades crónicas.