La mamá gesta, alumbra y amamanta. Nadie duda de su valor. Pero cuando se trata del hombre como papá, aún se le mira como si sus competencias estuviesen en entredicho hasta que pruebe lo contrario. Aura Arelis Pereira, directora de Mamá al Día y facilitadora del nacimiento, comparte que dos de las emociones más comunes que, en efecto, invaden al nuevo padre son el desconcierto y la incertidumbre ante este papel. Si bien al hombre se le exige paciencia y apoyo a la nueva mamá ante el desequilibrio de las hormonas, la magnitud del cambio en la rutina femenina y otros factores, todavía no son proporcionales el reconocimiento y el respaldo que él recibe en esta etapa.
El rango de respuestas masculinas a su nuevo cargo es variado. La experta indica que algunos papás están muy claros y dispuestos en su intención de involucrarse y entienden desde el principio que se trata de una curva de aprendizaje que requiere tiempo y paciencia. Otros adoptan una actitud sumisa –o incluso esquiva– ante la situación, mientras que algunos sienten una intensa ansiedad por no ser buenos padres si su propia experiencia familiar no fue buena. “En el otro extremo tenemos al papá gerente: es ese que se enternece y se enamora tanto del bebé que no deja que nadie lo toque, se vuelve un dictador y convierte a la mamá en una niñera que recibe puras instrucciones: báñalo, cámbialo, cárgalo, ese tetero está frío”. En la mayoría de los escenarios, la angustia de no poder proveer el apoyo moral y material suficiente para la mamá y el bebé es muy frecuente.
“Adicionalmente, tenemos una cultura en la que se piensa que el momento del parto y las primeras semanas del bebé son un ámbito exclusivo para las mujeres, de transmisión de saberes femeninos, y se asume que es una etapa en la que es muy poco lo que el hombre puede aportar: es esa costumbre de que lo que importa es lo que opina la mamá de la parturienta, o la suegra, o la cuñada, y en último lugar se valora lo que él propone. Afortunadamente esa visión excluyente ha ido cambiando un poco más en generaciones recientes, pero todavía es mucho lo que se puede mejorar”, señala.
“Lo que aún vemos bastante es que cuando el hombre quiere ayudar, las mujeres que lo rodean suelen invalidar ese esfuerzo, a veces de manera consciente y otras sin querer: ‘ese pañal está mal puesto’, ‘lo estás cargando mal’, ‘dame acá ese tetero, que así le va a dar gases’. Ante esas críticas constantes, muchos simplemente deciden abstraerse para no participar, o a la larga dejan de tomar la iniciativa de ayudar porque sienten que todo lo que hacen está mal. En otras ocasiones, cuando por fin se le permite ayudar, ese apoyo se le vende precisamente como un castigo o una imposición. ‘Tu muchacho se despertó y está llorando, párate tú”. Ofrecer a la pareja el mismo respeto y tacto que se espera recibir es clave. “Engranar lo que él opina y siente también es importante y vale mucho. La única persona que va a estar a medianoche con esa mamá cuando las abuelas se vayan, es él”.
¿Qué hacer? Pereira recomienda a los nuevos papás buscar herramientas para empoderarse. “Lo primero que los ayudaría muchísimo sería aceptar y reconocer sus emociones. Es normal que sientas miedo porque esto es algo que no conoces. Es normal sentir rabia por no saber qué hacer. Es normal sentir alegría e ilusión por esa experiencia. En la medida en la que el papá reconoce eso y además lo comparte con la mamá, e incluso con el bebé, la relación entre todos es más honesta y más fluida”, señala la experta. La conciencia de estar todos en el mismo barco de novedad y aprendizaje aligera las cargas. “Incluso el hombre puede hablar con su bebé y confesarle eso: tengo miedo porque nunca he sido papá, pero vamos a aprender juntos y te prometo que te voy a dar lo mejor de mí. La conexión consigo mismo y el acercamiento constante con su bebé le va a inyectar mucha más energía y entusiasmo a ese proceso”.
“Aun si a nosotras como mamás nos da un poquito de miedo que al bebé le pase algo si lo dejamos a cargo de su papá, ese niño también es suyo, y es positivo para todos entender y aceptar que esa responsabilidad es compartida. Así no solo permitimos que los niños afiancen el vínculo con su papá, sino que le vamos enseñando que en el mundo hay gente con perspectivas diferentes y que ambas pueden ser válidas y complementarse. Incluso, aun si pasara algo en esa relación de pareja de los padres y ambos a largo plazo no siguieran juntos, el lazo de papá e hijos será tan fuerte que es difícil que se desliguen”, añade Pereira.
¿Otro consejo para los papás? Aprender a relajarse y disfrutar el proceso. “Si nos preguntamos ¿seré un buen papá? nos estamos consultando desde el miedo, desde lo negativo. Si más bien nos preguntamos ¿qué tipo de papá quiero ser? (un papá presente, que inspire confianza en sus hijos) podemos construir más porque nos vislumbramos directamente desde el potencial. Gozarse el no saber y estar abierto a sorprenderse y aprender siempre es mejor que congelarse”.
En Instagram: @mamaaldia
A mi manera
Perder el temor a fallar es una de las recomendaciones recurrentes. Tocar al bebé, abrazarlo e involucrarse en sus rutinas, aún a riesgo de no hacerlo perfecto, es necesario. “Un papá empoderado tiene esa actitud de: a lo mejor tu manera de dormir o bañar al bebé es distinta, pero la mía también funciona. O no le puse la ropa supercombinada que le pondrías tú, lo vestí a mi estilo”, ilustra la facilitadora del nacimiento Aura Pereira. Aprender a reclamar amorosamente el espacio para participar y aprovechar el humor ayuda. Que la mamá acepte estas maneras alternativas, les permita a los dos ese espacio donde ella no participa y sepa ceder también es fundamental, pues es sano que el niño crezca con ambas miradas.
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