El aumento de niños con bajo peso al nacer, embarazos no controlados e intentos de abortos inducidos mantienen una alta de demanda de bebés que necesitan cuidados intensivos neonatales en centros de salud públicos.
En el hospital Pérez Carreño, el Servicio de Neonatología más grande de Caracas, con 22 cupos, no puede atender la alta cantidad de madres que comienza el trabajo de parto con menos de 30 semanas de gestación ni la de los casos de mujeres con intentos de abortos inducidos, después de las 20 semanas de embarazo.
“Los niños nacen vivos, bajos de peso, pero con muy poca esperanza de sobrevivir”, asegura la neonatóloga María José Castro.
El Pérez Carreño recibe en promedio seis niños que ameritan cuidados intensivos al día. Hace tres años tenía máximo dos peticiones de cupo en un día complicado, dice Castro.
La especialista explica que su capacidad de atención es variable. Asegura que hay antibióticos, pero faltan anticonvulsivantes y las máquinas necesitan mantenimiento. Un día bueno puede tener 15 ventiladores funcionando, pero otros malos debe restárseles la atención a 5 niños por la falta del equipo.
“Estamos observando que se ha incrementado la tasa de niños con bajo peso al nacer. Puede deberse a madres que no tienen buen nivel nutricional e infecciones por embarazos mal controlados”, reitera la especialista.
En el hospital Domingo Luciani hay solo seis cupos para terapia intensiva neonatal. La mayoría de los niños que nacen prematuros son atendidos en cuidados intermedios.
En el Hospital Universitario de Caracas hay cupo para ocho bebés en estado crítico, pero hay días que la demanda alcanza a los 16 niños que requieren estos cuidados. Pese a la poca infraestructura, con sus 9 neonatólogos y su único residente de segundo año procuran brindar la atención.
El Complejo Hospitalario José Ignacio Baldó, conocido como El Algodonal, rehabilitó la Maternidad Andrés Herrera Vega luego de estar cerrada un año. Sin embargo, no hay cuidados intensivos y solo cuentan con dos neonatólogos. Solo uno de los especialistas hace una guardia nocturna a la semana.
Ni el viceministro consigue cupo. El periodista Juan José Ojeda fue abuelo de Liam José y Alán José durante 3 días. Los bebés nacieron el sábado a las 27 semanas de gestación. A las 10: 00 am su hija, de 27 años de edad y madre primeriza, fue llevada al Hospital Domingo Luciani donde en un primer intento no la quisieron atender porque no había cupo para los dos bebés que nacerían prematuros y fue referida a la Maternidad Santa Ana, pero la devolvieron al Luciani, en donde los morochos nacieron y comenzaron la lucha por la vida.
El costo de una terapia intensiva neonatal en centros de salud privados asciende a los 22 millones de bolívares diarios. Ojeda optó por acudir al Materno Infantil de Caricuao, Hospital Pérez Carreño, Maternidad Concepción Palacios y el Hospital Universitario de Caracas. En ninguno le dieron cupo porque la prioridad la tenía la alta demanda interna. Ojeda volvió al Luciani a las 3:00 am sin respuestas para sus nietos, pero Alán y Liam amanecieron vivos. “Esos niños están dando la pelea por vivir”, le dijo una pediatra.
En medio del peregrinaje hospitalario, el periodista hizo uso de sus 12.000 seguidores en Twitter para denunciar que sus mellizos podían morir y posicionó en las redes sociales la etiqueta #LianJoseyAlanJose_LuchanPorVivir, la cual hizo eco entre diputados de la oposición y también entre periodistas simpatizantes del gobierno que pidieron ayuda al ministro de Salud, Luis López. El funcionario delegó el enlace con Ojeda al viceministro de Hospitales, Exavier Campos, para dar respuestas al favor solicitado. Campos se ofreció a buscar un cupo para los bebés el domingo a las 10:00 am.
Ojeda contactó en dos oportunidades más al viceministro. El lunes a la 1:30 am murió Liam. Ojeda pidió ayuda al funcionario para salvar al segundo niño. “Hermano, no pude conseguir nada. Todo estaba full”, contestó el viceministro de Hospitales vía mensaje de texto. En la tarde murió el segundo bebé.
“Aunque los atendieron en una incubadora normal con oxígeno y su comida intravenosa, y pudieron mantener su estabilidad, cada hora que pasaba era una hora de muerte anunciada para mis nietos”, denuncia Ojeda.