Colombia
Nueva Venecia, el pueblo flotante de pescadores de Ciénaga, en el noroeste de Colombia. Foto: Najet Benrabaa/ RFI

En la región de Casanare, en Colombia, zona de gran producción de petróleo, las reservas naturales ya han iniciado esta transición. Una de ellas, hace más de veinte años.

Instalados en la parte trasera de un jeep, donde se ha fijado un banco para que los visitantes puedan disfrutar al máximo del safari, recorremos “los llanos”, es decir las llanuras del Casanare. Estamos a unas 4 horas de la ciudad de Yopal. Hasta donde alcanza la vista, se ven solo kilómetros de llanuras y muy pocos árboles. Nuestro guía es el hijo del propietario de la reserva Hato De Aurora, Santiago Barragan que explica el paisaje: “La sabana inundable es una zona baja como en forma de cuchara que en invierno se inunda porque los ríos se riegan alrededor de esa sabana. Se llama sabana o se llama llano porque son zonas planas y sin serranía, pues hay serranía, pero en algunas partes del departamento. Eso hace que en realidad sea un llano como la pampa argentina y el horizonte sea plano y por eso es que la actividad principal por cientos de años fue la ganadería, porque la sabana y el pasto de la sabana permite engordar ganado”.

El Safari atraviesa gran parte de las 10.000 hectáreas de la reserva y puede durar entre cuatro y 12 horas. Buscamos fauna. Entonces vamos a los esteros. Buscamos las aves, buscamos la anaconda gigante, buscamos el cocodrilo. Vamos a las zonas donde hemos visto Jaguar y esperamos. Y en realidad estamos todo el día dándole vueltas y yendo a los puntos especiales. Es otro tipo de turismo. Entonces es como para gente que le gusta estar dentro de la selva, dentro de la sabana, que no tiene problemas con los mosquitos, que no tiene problema con el sol, que está dispuesto a aguantar un poco de sed, un poco de hambre, que su interés principal es como estar dentro de la naturaleza y buscar animales. Y también es para gente muy paciente, porque el turismo de naturaleza es una cosa de esperar, de estar en silencio, de no estar con afán, de no hacer ruido. Y lo que queremos en el fondo de todo corazón, es demostrarle a toda la gente que viene que hay una forma de hacer economía y hay una forma de generar dinero cuidando el planeta y estando en simbiosis con la naturaleza”, detalla el guía.

En la reserva se puede observar al Chigüiro o Capibara gigante, el mayor roedor del mundo. Pero también cocodrilos, caimanes, jaguares, pumas, ibis escarlatas o anacondas gigantes. En promedio, 1.000 turistas vienen cada año a observar. Esta reserva privada fue creada hace 24 años. Al principio, organizaban solo 3 safaris por año. Hoy, reciben hasta 30 personas al mismo tiempo.

“Toda nuestra actividad económica va guiada a la conservación. Entonces tenemos una actividad que no utiliza agroquímicos porque no cultivamos alimentos, compramos, compramos fincas pequeñas que sabemos que no utilizan agroquímicos y no son grandes cultivos. Tratamos de eliminar el uso de plástico todo lo que podamos, porque el plástico utiliza mucho petróleo y mucho gas. Y aunque es difícil para nosotros por ahora porque nuestros carros todavía usan ACPM y gasolina, tratamos de disminuir eso. Por ejemplo, la electricidad es de paneles solares.”

La hora del almuerzo permite compartir experiencias. Anthony Phlipponneau es parisino y es la primera vez que hago un safari en Colombia. “Estoy muy agradablemente sorprendido con los paisajes, la concentración de animales y la diversidad en la reserva. Todo esto me encanta. La gente es, como en toda Colombia, encantadora. Después, como muchas veces en Colombia, las instalaciones deben ser mejoradas. No estamos cómodos cuando no estamos haciendo una actividad. La zona social está bajo un techo de láminas de acero”.

Jorge Chiquillo se preparó para las condiciones del safari, que pueden ser duras. No está decepcionado. “Para mí está bien porque sabemos que viene uno a la aventura. Hay que improvisar como sea.  Sabíamos cómo a qué veníamos. Tratan de no contaminar, de no tener turismo masivo. Es un turismo selectivo y me parece que están haciendo una buena labor en términos de conservar la naturaleza, el jaguar, de conservar todas esas especies que están en vía de extinción o en peligro”.

En la región de Casanare hay más de 100 reservas naturales. Así que las autoridades están apostando por la expansión de este tipo de turismo de naturaleza para generar nuevas entradas financieras, y así, de pronto, no depender de la explotación petrolera.

 Esta región es una de las mayores productoras de petróleo. Las exportaciones de Colombia representan 800.000 barriles de crudo por día.

¿Podemos imaginar que el ecoturismo en Colombia reemplace a la explotación petrolera?

Para responder a esta pregunta, hay que ir a Trinidad, la primera ciudad de la región que acogió una compañía petrolera en la década de 1980. Allí encontramos a un exempleado de una plataforma de perforación, Ricardo Arévalo Ríos: “En esa época para uno era un privilegio porque eran compañías norteamericanas. Entonces pues el sueldo era muy bueno en esa época y todo mundo quería ir a trabajar, que en esa época no había control de nada”.

Ricardo decidió cambiar de oficio. Ahora trabaja en la reserva natural. Pero sigue las manifestaciones de los habitantes contra las compañías petroleras. Tienen dos propósitos: en primer lugar, reclamar las compensaciones financieras previstas por la ley para las comunidades locales. Y en segundo, denunciar el impacto sobre el medio ambiente, especialmente la contaminación del agua. En 2010, una manifestación tuvo un giro violento.  

En la ciudad de Paz de Ariporo, a una hora de Trinidad, la contribución de la explotación petrolera es visible. Las carreteras están en muy buen estado, lo que no es el caso en otras aldeas rurales de Colombia. Alejandro López es diputado de la región de Casanare, él participó a menudo en manifestaciones para apoyar a los ganaderos y a los habitantes. Una de las compañías, Perenco, un operador anglo-francés que produce 21.000 barriles de petróleo por día, fue condenado a pagar una multa de unos 160.000 dólares por contaminación del agua.

“Los oleoductos de Parenco es una infraestructura muy antigua desde el año 85. Muchos de sus oleoductos son subterráneos. Esa tubería sufre de fugas de crudo que causa contaminación en los diferentes campos”. La ley es muy laxa. Se dice que hay planes de beneficio a las comunidades como una política de responsabilidad social empresarial de la industria, donde de manera directa desarrolle su actividad. Es decir, tiene que dejar algo a las comunidades, pero se dejó que fuera concertación voluntaria de parte y parte”, explica el diputado.

En enero de 2023, el presidente Gustavo Petro, el primero de izquierda de la historia colombiana, anunció que su gobierno no firmaría más contratos de exploración petrolera. Era una promesa de campaña, hecha en junio de 2022. Para el diputado del Casanare Alejandro López, la diversificación de las actividades, como el turismo o la agricultura, puede cambiar la situación y permitir una salida del petróleo.

“Es una ventaja comparativa frente a cualquier región del mundo y es muy apetecida. Ha venido creciendo, ha venido en ascenso y ese es uno de los de los, digamos, sectores que vamos a potencializar como líderes políticos. Hay que mejorar para que el turista pueda llegar, pueda disfrutar de nuestra riqueza. Si diversificamos nuestra economía no vamos a ser tan dependientes de la renta directa del petróleo y la indirecta. No hemos avanzado, yo creo que ese camino lo tomamos hace cerca de diez años para tener un turismo de naturaleza de avistamiento que era importante para la región y que era un generador de un motor que mejoraría nuestra economía. Entonces yo creo que vamos bien, pero hay que trabajar más”, concluye el diputado Alejandro López.

Hasta la fecha, Colombia dispone de reservas de petróleo por 18 años. Por el momento, el turismo en Colombia representa casi 7.600 millones de dólares, frente a los 32.000 millones dedicados a la explotación de hidrocarburos.

Por Najet Benrabaa (Colombia)


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