En este punto es necesario abrir un paréntesis, hacer un flashback de algo más de 20 años y hablar de la escocesa Helen Graham Matthews y de la inglesa Nettie Honeyball (la aparente casualidad de que el apellido incluya el término “balón” no es tal: se trata de un apodo, no se conoce con seguridad su identidad real). Aunque a los oídos de mucha gente suene relativamente contemporánea, la reivindicación de los derechos de las mujeres viene de lejos. Más precisamente en Escocia, la lucha por lograr que se les permita votar data de 1860, y si al principio las sufragistas, tal como eran conocidas, efectuaban sus pedidos de manera pacífica, en la frontera de los dos siglos sus solicitudes fueron tomando un cariz algo más osado. Helen Graham Matthews, por supuesto, era una sufragista que hoy encuadraríamos en la “línea combativa”.
De esa manera, en 1917 nacería el Dick Kerr’s Ladies F. C., un equipo de leyenda en la historia del fútbol femenino, aunque no fuese el primero.
El 12 de marzo de 1881, la señora Helen asistió al estruendoso 6-1 que el seleccionado escocés le propinó al inglés en un amistoso disputado en el estadio Kennington Oval de Londres, y tuvo la luminosa idea de organizar un partido entre los mismos rivales, pero con jugadoras en lugar de jugadores. El Mrs. Graham XI, íntegramente conformado por sufragistas, se transformó así en el primer equipo de fútbol de mujeres del que se tenga registro, y sus dos semanas de entrenamiento previo al duelo con las sufragistas inglesas se vieron reflejadas en el resultado: 3-0 para las representantes de la cruz de San Andrés. El primer gol lo marcaría Lily St. Clair, por siempre y para siempre, goleadora iniciática del balompié femenino mundial.
Unos años más tarde, en 1895, y cuando la Federación Escocesa ya había prohibido el fútbol de mujeres en sus tierras, Helen Graham Matthews, quien hoy integra con absoluta justicia el Salón de la Fama del fútbol escocés, se trasladó a Londres. Allí formaría parte del segundo punto crucial de esta historia, el British Ladies Football Club, una especie de Asociación nacida un año antes por obra y esfuerzo de la ya citada Nettie Honeyball, quien logró reunir 30 futbolistas gracias a la publicación de anuncios en los periódicos.
Mujer de clase media y buenos contactos, pero sobre todo de profundas convicciones sobre el papel que el sexo femenino debía desempeñar en la sociedad —“Deseo la llegada de un tiempo en el que las mujeres se puedan sentar en el Parlamento y tengan voz en la gestión de todos los asuntos, especialmente en aquellos que más les conciernen”, declaró en una entrevista al Daily Sketch, en febrero de aquel año—, Honeyball fue la principal promotora del fútbol femenino en Inglaterra. Y nadie puede negarle el éxito. Se armaron dos equipos, uno del Norte y otro del Sur de Londres, y el primer enfrentamiento entre ellos congregó a unas diez mil personas en el Crouch End Athletic Ground de la capital inglesa. El 7-1 logrado por las norteñas, que contaron con el inestimable refuerzo de Mrs. Graham en el arco, figura como el primer partido femenino oficial en los archivos de la FIFA.
Salvo algunas pocas excepciones, los comentarios de los periódicos al día siguiente —desde ya, escritos por hombres— fueron demoledores con las integrantes de ambos planteles, pero no mermaron el interés del público. El Norte-Sur se convirtió en un auténtico derby que completó once encuentros y visitó varios puntos del país. Sin embargo, unos meses más tarde y por causas que se desconocen, Honeyball decidió concluir su carrera. Casi todo en ella estaba rodeado de misterio. La consecuencia fue que los equipos se desarmaron, pero la semilla estaba plantada.
Corresponde ahora volver a las trabajadoras de la fábrica de municiones. En 1920, el Dick Kerr’s Ladies F. C. ya era cosa seria. Ese año empezaron a dejar en claro que la historia debía reservarle un sitio al derrotar 2-0 al French XI ante 25.000 espectadores, en lo que sería el primer encuentro internacional femenino en el mundo. Tal era la aceptación que la Federación Inglesa (FA) tomó cartas en el asunto: prohibió la realización de partidos entre mujeres en los estadios de los equipos masculinos. Pero ellas siguieron jugando, ganando y congregando miles de personas, en donde tuvieran un espacio donde desarrollar sus habilidades.
Para 1922, las hazañas de las futbolistas del Dick Kerr’s habían logrado cruzar el Atlántico y un día llegó la invitación soñada: una gira por Canadá y Estados Unidos, aunque debían aceptar una condición: enfrentarse a equipos de hombres, ya que no existía ninguno de su género. Nadie se amilanó. Las jugadoras del exitoso club de Preston subieron al barco, cruzaron el océano, y volvieron a triunfar. Incluso a pesar de que las autoridades canadienses les informaron que no eran bienvenidas y que no habría fútbol para ellas en su país. Por suerte, en Estados Unidos la recepción fue bien diferente.
Tal era la aceptación que la Federación Inglesa (FA) tomó cartas en el asunto: prohibió la realización de partidos entre mujeres en los estadios de los equipos masculinos.
El Paterson F. C. era uno de los clubes más fuertes de la incipiente liga norteamericana. Había sido campeón en 1917 y se mantenía entre los poderosos. Ellos fueron los rivales en la presentación de las Ladies. Quizás los nervios, tal vez la inexperiencia de jugar frente a hombres, lo cierto es que las inglesas cayeron 6-3 en el debut. Las exhibiciones vendrían a continuación: victorias ante el New Bedford Whalers, el New York Football Club y el Baltimore Soccer Club; empates frente al J&P Coats, el Washington Stars y el Fall River Marksmen, y apenas un segundo tropiezo, contra el New York Centro-Hispano, fue el balance de una gira excepcional, la primera que un equipo de fútbol de mujeres realizó en la historia.
El Dick Kerr’s Ladies se mantendría en actividad muchos años más. Hasta 1965 disputó 833 partidos, con 759 triunfos, 46 empates y apenas 28 derrotas. Su desaparición ocurriría apenas seis años antes de que la FA creara, por fin, una rama femenina dentro de su organización y el fútbol femenino comenzara un crecimiento que no conoce frenos ni fronteras. Pero esa ya es otra historia.
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