Nada de extraordinario aparentaban las obras exhibidas, salvo el hecho de que incursionaban en una fórmula a la que, entre otros, se la menciona con los apelativos de “Fotografía expandida” o “Post fotografía” (se pueden ver en indicium.art).
Las obras, desde luego, expresaban el aliento y espíritu de sus creadores, con imágenes sugerentes, bellas, abstractas, y demás sensaciones que cada espectador pudiera percibir. Pero lo que llamaba más la atención en los abarrotados salones fue escuchar a la mayoría de los asistentes, entre desconcertados y sorprendidos, con preguntas como: “Esto es una pintura?”, “¿Dónde está la fotografía?”, “Con esa textura parece haber sido dibujada”, y muchas otras similares.
Entre tantas muestras con propuestas variadísimas: pintura, instalaciones, combinaciones de una técnica u otra, y demás, esta humilde presentación había logrado encabritar realmente el interés de la concurrencia con manifestaciones de legítimo asombro.
El entusiasmo, sin embargo, no provenía únicamente de las imágenes colgadas en la pared sino, por parte del primerizo Jorge Alejandro Medellín, de los poemas escritos, también de su propia cosecha, que las acompañaban a su lado como “parte integral de la obra”, explicaba el autor.
Para intentar describir la médula de este personaje que amalgama poesía escrita con imágenes distorsionadas en clave digital, entre otras exploraciones, me sirve como anillo al dedo aquel día en el que entré, despreocupado, al estudio que tiene en su casa y encontré una inusitada escena que lo resume de pies a cabeza: sobre cinco o más atriles como los que se emplean para desplegar partituras musicales había, abiertos de par en par, una serie de diccionarios de la Real Academia Española, de diferentes ediciones (existen 23 de la cuales Medellín posee 22).
no desea
no imagina
no evalúa
no lleva táctica
ni entrenamiento
no es el rigor su fortaleza ni
el esfuerzo
o la fe
es la serenidad
para concentrarse
sin ojos
con las manos sobre la cabeza
hasta que esa improbable
y sagrada mezcla de tierra
agua y luz
estalla de amor por dentro
así empezó el durazno
así empezó el planeta
así empezaste tú
La escena, rodeada de las paredes de ladrillo a la vista y bibliotecas abarrotadas de libros, parecía una de aquellas de monasterio medieval, con sabios monjes ensimismados transcribiendo, quizás, textos aristotélicos. En este caso, sin embargo, la actualidad irrumpía por entre los venerables diccionarios, con la presencia de un par de computadores de última generación. El propósito de semejante montaje no era sino la evolución de una de las muchas obsesiones que Medellín ha cultivado desde hace tiempo: en ese momento se trataba de algo que él había bautizado como “Inventario de palabras escondidas”, es decir, las que no se usan o se han dejado de usar en castellano, para lo cuál integró un equipo de colaboradores de los 21 países hispanohablantes para rastrearlas. Esa imagen de los atriles, y el erudito en su salsa, me proporcionaron una buena manera de sintetizar y entender a Jorge Alejandro: es un simple y flamante creador, como él mismo también se autodefine. Para complementar la idea de esa condición están sus décadas de pedagogo que inventa nuevos modelos de enseñanza, sus seis libros de poesía, su monumental Diccionario de Colombia (desarrollado con Diana Fajardo), sus álbumes con composiciones de música para niños y de aires colombianos. Y por supuesto, ahora, su incursión en las artes plásticas a través de ese impertinente formato de fotografía expandida.
Una incursión que incluye la misma minuciosidad, perfeccionismo y compulsión de todos sus proyectos. Porque en las obras de ésta su primera exposición de fotografía, llamémosla manipulada, contrario a lo que pudiera pensarse, no hay nada fácil. No se trata de estampas que se transforman mágicamente en una suerte de figuras abstractas al oprimir el botón omnipotente de ChatGPT o de Inteligencia Artificial. Detrás de ellas hay una laboriosa utilización de herramientas digitales que hacen las veces de las manos de un pintor, pero con las cuales el novel autor se embarca en una verdadera odisea para modificar texturas, luces, puntos de vista, colores, saturaciones, intensidad, contrastes, hasta plasmar lo que quiere decir.
Pero dejemos que sea el mismo Jorge Alejandro quien explique los entresijos de sus invenciones que, entre otras cosas, lograron la inaudita venta para un novato, de 20 de ellas en la primera semana de exhibición.
No es una serigrafía o una pintura, pero tampoco es una fotografía clásica. ¿Qué es o cómo se podría describir esta técnica o formato que ha utilizado en su primera exposición?
Pues es una manera de buscar nuevos paradigmas de técnica y estética fotográficas. Partiendo de la fotografía, que es una técnica, para llegar a la obra de arte. Es lo que se entiende en general como Fotografía Expandida o Post fotografía. Existen muchos términos para denominar esa transición de la fotografía a la obra de arte, pero siempre buscando nuevos paradigmas, porque hay muchas características técnicas que son diferentes, inusuales, y estéticas por supuesto. Con ellas directa o indirectamente se genera la duda, la confusión, la pregunta de ¿qué es eso?, ¿es un óleo?, ¿una acuarela?, ¿dónde está la fotografía?.
¿Cómo es más o menos su procedimiento? ¿Cómo se modifica la fotografía?
Cada una de estas obras parte de una fotografía original, tomada con una cámara (réflex o sin espejo) digital, y a partir de las tomas o muestras que uno logra obtener pensando en una idea inicial, se hace un proceso de transformación e intervención digital. Es decir, con programas como Photoshop y otros, mediante los cuales se modifican la textura, perspectiva, saturación, exposición, intensidad, contraste, foco y otra cantidad de herramientas con las que cuentan estos programas, se aproxima al resultado que uno pretende.
Los nietos fueron el amor
saliendo a flote.
Llegaron con poemas
escritos en las manos
que reflejan la incandescencia
de los sueños no aplastados.
Nacieron con un sol escondido
que atrae a las gazanias
como un imán.
Cuénteme un poco acerca de Esteban Eljaiek, su compañero en esta exposición colectiva y quien comparte técnicas similares a la suya.
Esteban, como en mi caso, tiene unas circunstancias familiares y personales que lo llevaron a trabajar esto. Él es hijo de Abdú Eljaiek, uno de los íconos de la fotografía clásica del siglo XX en Colombia, un referente muy grande. Y Esteban, que la mayoría del tiempo se ha dedicado a la fotografía comercial, siempre ha tenido también la necesidad interior de crear fotografía artística, y lo ha hecho hace bastantes años. Él ha realizado un esfuerzo minucioso para que no lo relacionen con la obra clásica de su padre, caracterizada por paisajes, naturaleza, rostros, personajes.
Esteban, por el contrario, toma la fotografía y empieza a desbaratarla hasta llegar a una expresión mínima, la va descomponiendo en fragmentos muy sutiles hasta llegar a lo que él quiere. Es en cierta medida, algo contrario a lo que yo hago, que es tomar la foto y trabajarla digitalmente para sacarle partido a lo que ya tiene, le saco más texturas de las que tiene, más tonos, le modifico la perspectiva, pero la información está toda ahí. Esteban, en cambio, le quita información para llegar a expresiones más sutiles, pero su proceso es el mismo, también es digital, tecnológico, y muy poético. Con esta exposición, de paso, lanzamos el grupo Indicium y el portal https://indicium.art/ donde se encuentran todas nuestras obras exhibidas.
Las personas se sorprenden mucho cuando observan por primera vez sus obras y las del Eljaiek, por las texturas que ofrecen. No reconocen si se trata de una fotografía o una pintura.
Trabajamos un técnica de impresión que se llama giclée, una expresión francesa que significa impresión con chorro de tinta. Esas máquinas de impresión que son muy sofisticadas y muy costosas, producen texturas y colores especiales, y los fabricantes de las tintas que utilizan las garantizan por cien años. Es decir, son obras que están en condiciones de durar en un estado impecable durante un siglo o más. Además, cada artista debe escoger el sustrato donde se va a imprimir, y en ese campo hay una oferta enorme, también con altos precios pero muy hermosa, de fábricas que están en diferentes lugares del mundo. Especialmente en Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos. Esteban trabaja, por ejemplo, con un sustrato italiano de nombre Fabriano y yo lo hago, en la mayoría de los casos, con uno alemán denominado Hahnemühle que ofrece muchas posibilidades. En general se trata de papeles de algodón de 300 gramos o combinados de algodón y celulosa. Esas características hacen que la penetración de la tinta ofrezca más o menos contraste, nivel de luminosidad o más textura. Incluso en algunos casos se puede imprimir sobre lienzo, lo que da todavía una mayor sensación de ser una pintura. Estos sustratos (o papeles), depende de lo que se quiera enfatizar, son grandes aliados en la expresión del artista, así como también el propio impresor, en nuestro caso César Rodríguez, quien aporta de manera muy profesional y creativa con su empresa Sakal.
dormir todos los días
con la persona amada
es sentir cada vez que allá
a la deriva
hay una certeza
de brazos serenos
que me esperan
Estas fotografías modificadas que usted presenta, además de brindar el resultado final de semejar pinturas, incluyen otra novedad: vienen acompañadas, al lado de cada imagen, de poemas que son indisolubles de la obra misma. ¿Cómo llegó a esa combinación? ¿Qué fue primero, el poema o la fotografía?
Lo que sucede es que tengo dos experiencias anteriores al trabajo con la imagen. Una es la poética y la otra es la de la composición musical. Tengo grabados dos álbumes, uno de música infantil y otro de música colombiana, y me encuentro en el proceso de grabación y mezcla de otros tres. Además, he publicado seis libros de poemas, el último de los cuales, que se titula Poemas Perdonados, la base de esta exposición. Es decir, el poema siempre está primero, yo parto de los poemas, en este caso del libro que acabo de mencionar y que publiqué en 2023. Casi un noventa por ciento de los poemas de ese libro son la base para esta muestra, con la excepción de unos pocos que proceden de dos libros anteriores.
Mi poesía suele ser muy gráfica, tiene muchas imágenes, es un poco narrativa, entonces en algún momento me puse a hacer un juego. Porque esto para mí tiene la esencia de un juego. Espero que nunca se me acabe esa tendencia a jugar, a probar, experimentar, tratando de divertirme. Así que escojo los poemas que a mi juicio son un poco más gráficos, y comienzo a trabajar la posibilidad de que tengan una versión visual.
Empecé en 2019 con un poema que se llama Eclipse de cielos, escrito pensando en mis hijos. Me puse a trabajar con imágenes de cielos que había tomado desde mi casa, desde Cartagena, y desde el cerro de Guadalupe en Bogotá en un recorrido que había hecho con ellos por las lagunas de Cundinamarca. Con esas imágenes hice una combinación de cielos, trazos de cielos en una sola imagen, incluso le incluí fotos de mis hijos como asomándose por diferentes partes de cielo, y el resultado fue sorprendente, porque me resultó muy poético. De ahí salió la primera aproximación a la posibilidad de trabajar poesía visual. Ese hecho me emocionó bastante, y fue cuando recurrí al libro para buscar poemas en los que pudiera pasar del escrito al poema visual.
Quizás me equivoque, pero es bastante original que el mismo autor escriba un poema y después produzca una obra gráfica basada en ese escrito.
Eso puede ser cierto en la medida en que no conozco otro caso, lo cual no significa que no exista, y tampoco me he puesto en la tarea juiciosa de buscarlo.
Pero esto para mí, más que el intento de originalidad, tiene que ver con la búsqueda de otros mecanismos de expresión personal. Porque yo me defino ante todo como un creador, la manera más cierta y más confiable de saber qué es lo que estoy haciendo en la vida. Y Lo que estoy haciendo es crear. Me dediqué a la pedagogía por varias décadas, pero lo que estaba era creando otra manera de entender la educación. Y en otro ámbito estaba creando poemas, canciones e imágenes. En cuanto a estas obras con poemas que estoy exhibiendo, no las tenía previstas, simplemente surgieron por efecto del juego, del azar, que en el arte siempre son indispensables. La primera vez que hice el ejercicio de buscar un poema visual a partir de uno escrito, me maravillé por la cantidad de poesía que podía contener la imagen, algo que yo no tenía para nada claro. Y además me sorprendió la reacción de otros, a quienes, en muchos casos les parecía más estimulante ver el resultado de la imagen que leer el poema. Eso me llamó mucho la atención, por lo que empecé a trabajar desde ese libro de Poemas Perdonados los poemas visuales.
la nube
en estado aire
está preñada de agua
la luciérnaga
en estado noche
está preñada de día
la nostalgia
en estado otoño
está preñada de invierno
el círculo
en estado luna
está preñado de sol
la idea
en estado dios
está preñada de luz
En esta exposición, la mayoría de las obras pertenecen a una serie que usted denomina Aqua. ¿Por qué relacionó esos poemas e imágenes con el agua?
Porque la energía se expresa a través del sonido, de la luz y de la forma. El sonido con las canciones, la luz con las obras visuales y la forma con las palabras. Y en alguna ocasión en la que estuve en Cartagena me di cuenta de que en la playa entre las 6:00 y 6:30 de la mañana había una luz horizontal muy extraña, una luz sugerente que al verla a través del agua, en el juego entre el agua y la arena, producía unos reflejos, una coloraciones, unos visos, muy bellos. Empecé a entender que a través de esa luz podría buscar algo más poético, más cercano a lo que estaba diciendo el texto. Es más, la serie de Aqua no fue la primera, ya había hechos otras, que las tengo y las estoy trabajando. Yo pensaba inicialmente mostrar en esta primera exposición tres o cuatro series, pero después entendí que al trabajar una sola, con esa luminosidad que me daban ese sol y esa hora, iba más adentro del poema. Entonces descarté la otras y me concentré en la que me generaba un lenguaje más poético, más profundo y más cercano a lo que yo estaba diciendo con las palabras.
Dentro de la exhibición, se puede observar Gracias a la vida, una obra particular, de las pocas que no pertenecen a la serie Aqua, y que tiene que ver con el tremendo impacto que tuvo en su vida la muerte de su padre, el magistrado Carlos Medellín, durante la toma del Palacio de Justicia que hizo la guerrilla del M-19 en 1985. Se trata de una enorme flor, una gazania. ¿Por qué esa imagen?
Primero hay que aclarar que finalmente en la exposición terminé exhibiendo dos series. La mayoría son de la serie Aqua, pero hay tres obras de la serie que denominé Orbitae. Lo hice por sugerencia de mi colega expositor Esteban Eljaiek.
Este cuadro en particular tiene una historia especial, porque lo había hecho inicialmente sin poema, y en un primer momento lo había titulado Muerte y transfiguración, que es un poema sinfónico del compositor Richard Strauss. En esta imagen quería experimentar con las herramientas digitales que estaba aprendiendo a manejar con el propósito de intentar plasmar la evolución del dolor hacia su transmutación en algo distinto. Entonces cogí una de las muchas fotografías que existen sobre esa época del Palacio de Justicia y la subdividí como en 250 fragmentos, después tomé una imagen de una gazania, una flor que me gusta mucho porque se abre solamente cuando sale el sol. Si el día está nublado, se cierra. Ese hecho me parecía metafórico. Se trataba entonces de la idea de abrir el dolor a través de la energía del sol, del amor y del perdón. De manera que también subdividí digitalmente la imagen de la gazania en otras 250 partes, y de esa forma producir con la división del Palacio de Justicia una explosión y con la de la flor una implosión. Así, al fundirlas en una sola visión, simbolizar la trasmutación del dolor (que tiene que ver con una historia personal, familiar y nacional) en flor. Que el dolor se convierta en flor a través del perdón, que es un proceso mío, personal, que lo hice varias veces, y a través del amor.
El único tema es que después de elaborada la imagen, a diferencia de la otras, no tenía el poema correspondiente. Sin embargo, un día le dije a mi esposa: “a mí me suena que esta obra ya tiene poema”. Y era cierto, lo vislumbré por la gazania. Al observarla recordé vagamente algo, entonces me puse a buscar en mis libros de poemas y en el que se llama Las canciones del Palacio de Justicia encontré, efectivamente, un poema que se llama «Gracias a la vida», en el que está la gazania. Además, en el poema yo mencionaba el amor de los nietos de los magistrados muertos, algo que coincidía perfecto con la imagen, porque hablaba de la transmutación del dolor a través del amor de los nietos. Vale la pena mencionar que los colores del incendio del Palacio y los de la gazania escogida son exactamente iguales.
¿Esta obra de la flor simboliza el hecho de que usted definitivamente perdonó esos hechos que lo atormentaron tanto?
Pues la verdad me costó mucho, tardé 25 años trabajando algo que incluso pensé que no iba a lograr. Porque mis primeros cuatro libros de poesía se refieren casi completamente, de una manera directa o indirecta a lo mismo, al dolor, a la masacre, a la muerte, a la orfandad, a la amargura. Pensé que el hecho de escribirlos, terminarlos y publicarlos me iba a producir una especie de catarsis sanadora, pero nunca lo logré.
Solamente 25 años después, a través de los consejos de mis dos hijos, uno desde su perspectiva espiritual y el otro desde el punto de vista musical. Porque las nuevas generaciones en eso son muy pragmáticas, son distintas. Los dos me dijeron “eso no lo vas a solucionar sino desde el perdón”. Y me enfrentaron a algo que me parecía insólito, inverosímil y hasta injusto. Yo me preguntaba por qué tengo que perdonar y por qué me tienen que perdonar, era algo que no comprendía. Pero cuando logré hacerlo pude, por primera vez, no a través de los libros sino del ejercicio personal del perdón, liberarme de una energía que me tuvo atrapado durante un cuarto de siglo y que además me tuvo visiblemente compungido, triste, atorado en el dolor, el miedo y la amargura, incluso en el odio.
Sin embargo, con esos ejercicios de perdón, logré sacar toda esa energía y me liberé completamente, hasta el punto de que el tema ya no me genera ni frío ni calor, ni tampoco sus protagonistas, que han sido muchos desde entonces. El destino, la vida, la muerte de esos protagonistas ya no me producen nada.
A partir de ese momento es que escribí el libro de Poemas Perdonados, base de esta exposición. Un libro que además me genera algo particular: es el único de los que he escrito que quiero volver a leer con frecuencia. A los otros no los soporto. Este libro me permitió por primera vez escribirlo gozando la escritura, incluso divirtiéndome y profundizando en otros temas que estaban vedados para mí, porque la única energía dominante era la del dolor. Se me abrió el universo, fue tan liberador que de ahí surgieron los poemas visuales que estoy exponiendo ahora.
y tu imagen se alejó
encendida hacia occidente,
como si algo explotando
llevaras dentro,
y entonces supe que era yo
en aleteos de libélula,
con la sangre hirviente evaporándose en
tu lengua,
sacudiendo las cenizas
de un amor que penetró
en nosotros con pasaporte caducado,
como si estuviera
ligeramente el mundo
entrando en un delirio.
La fotografía ha sido generalmente menospreciada, con contadas excepciones, cuando se la compara por ejemplo con la pintura. Como un género menor. Sin embargo, en este caso las modificaciones aplicadas y su resultado producen imágenes de una hibridez difícil de clasificar.
Se trata de un tema relacionado con la época. Porque, por supuesto el respeto y la admiración, a través de tantos siglos, por los artistas plásticos, los pintores, los escultores, es total. Lo que sucede es que antes no había computadores y su tecnología. En ese sentido yo me declaro hijo de la tecnología. La tecnología me abrió las puertas para componer música, me las abrió para hacer obras de arte y trabajar a partir de programas que me permiten expresar lo que llevo por dentro. Porque no tengo la formación para hacerlo con las manos o, por ejemplo, la formación rigurosa que se requiere para tocar con solvencia un violín o un piano, aunque soy músico y toco instrumentos, pero no lo suficiente para interpretar todo lo que quiero expresar. Entonces lo hago a través de la tecnología porque la época me lo permite. A pesar de lo que dicen las nuevas generaciones, personas como yo, con 60 años de edad, somos capaces de utilizar la tecnología, somos funcionales con la tecnología y somos capaces de expresarnos artísticamente a través de las herramientas tecnológicas.
Al respecto desconozco la reacción de los artistas en estos momentos. Pero, por supuesto, el hecho de que un curador de la talla de Santiago Rueda, hubiera aceptado interesarse e involucrarse en nuestro proyecto, el mío y el de Eljaiek, nos dio un gran aval.
En este momento hay un gran debate sobre este tipo de expresiones: hay quienes dicen que se trata de la evolución de la fotografía, pero hay otros que opinan que se trata de la evolución de la pintura.
Por último, después de la gran acogida que tuvo ésta, su primera exposición, con un formato tan particular, ¿que planes tiene para sus futuras creaciones?
Indudablemente esta muestra me ha significado un empuje y una motivación enormes, especialmente al notar como la creación visual ha resaltado muchísimo la obra poética, porque al individualizarlos los poemas adquieren mucha entidad en sí mismos, y viceversa, también estos realzan lo visual. Pero, además de seguir trabajando con los poemas, quisiera experimentar, a diferencia de la secuencia que seguí en este caso, con hacer primero la creación visual y después escribirle un poema. Encuentro que mi proceso de creación es como completar un círculo, porque he trabajado con la palabra, con el sonido y ahora con la imagen. Por lo tanto, estoy vislumbrando para próximas exposiciones la posibilidad de trabajar las imágenes con un complemento de sonido, de música, de canciones, buscando la tecnología adecuada para hacerlo.