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Fotografía principal: Nathan Engel / Pexels

En diciembre de 1998 cumplía casi cinco años en Cuba, trabajando como corresponsal de varios medios de comunicación latinoamericanos. Para entonces ya había tomado la decisión de reorientar mi actividad profesional hacia el cine y realizaba varios talleres técnicos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), institución patrocinada y atesorada por Gabriel García Márquez. La escuela, ubicada en el campo, en medio de cultivos de cítricos, estaba desierta pues la mayoría de los estudiantes se encontraban en La Habana disfrutando del festival de cine y a punto de salir a vacaciones.

Serían las cinco de la tarde y me encontraba en la sala de edición del formato Betacam, haciéndole ajustes a un ejercicio que tenía que presentar. De pronto sonó un toque en la puerta y entró una funcionaria, un poco agitada. Rápidamente me explicó que Francis Ford Coppola, quien estaba de visita en Cuba como invitado especial del festival, quería ver los más recientes trabajos de grado, pero que estos solo estaban disponibles en 16 mm y en Betacam y los operadores estaban en La Habana. De inmediato, con gran espíritu de sacrificio, me ofrecí voluntario y a los diez minutos, el célebre director se sentó a mi lado y durante dos horas le operé el estudio mientras él veía los cortometrajes, uno por uno. Obviamente aproveché cada pausa para hacerle preguntas y responder a las suyas, pues se interesó en los saltos que yo estaba dando de la historia al periodismo y ahora al cine. Ya terminando la sesión, me pidió que le ayudara con la traducción, al día siguiente, en un taller que dictaría en la misma escuela y repetiría en el Instituto Superior de Arte.

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Francis Ford Coppola / Gerald Geronimo.

Al finalizar el par de días que pasé junto a Coppola, me quedaron grabadas muchas lecciones extraídas de su taller y su conversación. Pero sin duda, lo que me causó mayor impresión, fue el comentario que me hizo cuando le dije que me disponía a realizar un curso en Colombia, auspiciado por la Kodak, sobre las capacidades y el manejo del material fílmico “Vision”. Me miró fijamente por varios segundos y luego me dijo que si ya tenía todo cuadrado, que siguiera adelante con el entrenamiento, pero que hacia el futuro era mejor que dedicara mi tiempo a las tecnologías digitales pues en su opinión estas reemplazarían a la película química de acetato en poco tiempo, tanto en la producción como en la exhibición. Algunos días después, en el curso de la Kodak, escuché a un reconocido director de fotografía explicándonos como las cámaras digitales nunca reemplazarían a las de película de acetato, pues no lograrían equiparar su calidad y rango dinámico. Transcurridos ocho años yo rodaría mi opera prima con una cámara digital de alta definición y durante la segunda década de este milenio, la gran mayoría de la industria cinematográfica, haría la transición a lo digital, emulando lo que también sucedió con la fotografía fija profesional y casera. Hoy la película de acetato es solo tema de aficionados y de la nostalgia

En el ámbito digital, la imagen y el sonido que anteriormente eran plasmados con métodos análogos (haluro de plata y cinta magnética), ahora son codificados en sistema binario (unos y ceros), utilizando computadores para su captura y proceso.

El cine, en sus más de 100 años de historia, ya ha atravesado varios cambios radicales. Algunos de los más notables son el paso del cine mudo al sonoro en la década de 1920, el salto que dio la industria del blanco y negro al color en la década de 1950, la popularización de la televisión en esa misma década y el boom del video casero en la década de 1980. Al final del milenio, la industria gozaba de cierta estabilidad que solo era la calma antes de la tormenta.

Rollos cinematográficos del formato Pathé-Baby/ Bernard de Go Mars.

La magnitud del cambio que significó para el cine y la televisión el paso a lo digital es difícil de cuantificar, cualquier superlativo se queda corto. Se produjo un desplome en los costos de rodaje, especialmente en las producciones por fuera del mundo de los estudios. En Hollywood a causa del sistema de estrellas y los fuertes sindicatos, el mayor costo siempre han sido y sigue siendo el de los los salarios. En cambio, en el cine independiente y en la mayoría de los otros países, una tajada grande del presupuesto estaba destinada al alquiler de cámaras cinematográficas, el material fílmico, los procesos de laboratorio y la logística que se imponía. Por ejemplo, durante muchos años en Colombia, para postproducir un comercial de 30 segundos, era necesario viajar a la Argentina, México o Miami, para realizar los diferentes pasos de laboratorio, la edición y la copia final. Hoy, cualquiera con una cámara no profesional de alta definición, puede producir una pieza con características técnicas suficientes para su emisión profesional por streaming o televisión, o para su proyección en sala de cine.

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Copia cinematográfica de exhibición/ Leo Enticknap.

A pesar del revolcón relacionado con los cambios a nivel de producción, el mayor impacto de la transformación a lo digital lo traería la distribución y exhibición de las piezas audiovisuales. Anteriormente cada teatro que iba a exhibir una película, requería de una copia que consistía de varios rollos y que tenía un costo cercano a los tres mil dólares, que normalmente cubría el productor y no el circuito de cines. En Latinoamérica, estrenar una película a nivel nacional en 50 salas, exigía una inversión de 150.000 dólares solo en copias. Hoy la distribución se hace con discos duros a una fracción del costo.

Los avances tecnológicos de la digitalización parecían proclamar una nueva época de pujanza para el cine, sin embargo, en la práctica se empezaron a generar consecuencias inadvertidas que le restarían importancia a ese medio, en cambio la televisión entraría en una era dorada que se expande hasta el día de hoy.

Un hito crucial fue el gradual desarrollo tecnológico del streaming, la capacidad de transmitir contenido audiovisual por Internet contra demanda, que le permite al individuo escoger el contenido y el momento en que quiere verlo, eliminando así la dependencia que existía respecto a medios como el cine, la televisión tradicional y el alquiler de cintas de video o DVDs. De un momento a otro, la suma de los avances tecnológicos y la reducción de costo, significó la posibilidad de producir piezas para televisión o streaming con una calidad técnica y unos valores de producción comparables a los del cine. Ejemplos hay muchos, pero uno muy notable es Juego de Tronos, serie de 73 episodios repartidos en ocho temporadas, que no tiene nada que envidiarle, desde el punto de vista de valores de producción, a películas como las tres del ciclo de El Señor de los Anillos.

Anna Marie de la Fuente es la redactora en jefe para América Latina de la revista Variety, uno de los medios más importantes en el mundo del audiovisual. Respecto a esta metamorfosis me comentó: «La transición es bastante notable, conozco muchos productores de cine que están contemplando hacer o haciendo series de televisión. La gente se ha acostumbrado a ver series y están más abiertos a quedarse en casa y parece que al final, todo el mundo, vamos a trabajar para los gigantes del streaming». También conversé con Phil Hoad, un reportero y crítico de cine, que escribe para el diario The Guardian acerca del mundo del audiovisual y la globalización y al respecto me dijo: «La televisión parece ser el lugar donde los cineastas, que hace 20 años habrían hecho películas «serias» de presupuesto medio, se ven cada vez más obligados a buscar, para lograr cosas como el desarrollo de personajes novelísticos. Es difícil decir si la serie reemplazó a la película como el principal vehículo de la industria del entretenimiento, habría que observar detenidamente todas las fuentes de ingresos. Tal vez se pueda argumentar que el videojuego los ha reemplazado a ambos».

Imagen digital en osciloscopio/ Trammell Hudson.

Dan Halsted es un verdadero testigo mayor de toda excepción. Con casi cuatro décadas en las entrañas de Hollywood, ha surtido múltiples roles en la industria como ejecutivo de estudios, productor y manejador de talentos. Sus créditos como productor incluyen películas como Any Given Sunday de Oliver Stone, The Virgin Suicides de Sofia Coppola y Garden State de Zach Braff. Su empresa Manage-Ment representa a una constelación de guionistas, productores y directores de obras como Mad Men, Breaking Bad, The Sopranos, The Office y The Marvelous Mrs. Maisel, entre muchas otras. Él es el productor de la nueva serie de HBO Max, Our Flag Means Death.

Halstead es también un aficionado y amante del buen café y fue así como, mientras tomábamos sendas tazas de cafecito de espuma cubano en La Habana en 2014, me contó acerca de una anécdota reveladora. En su papel de representante de talento, se reunió con la cabeza de uno de los estudios grandes y le preguntó qué tipo de películas estaba buscando en el momento. El CEO guardo silencio por un momento para luego responder: “Queremos 5, 20 y 200”. Dan quedó perplejo y pidió una explicación. El ejecutivo procedió a expandir su respuesta, aclarando que estaban buscando películas de horror que costaran menos de 5 millones de dólares, películas de acción de 20 millones de dólares y extravagancias de súperhéroes de 200 millones de dólares. Una visión extremadamente limitada del mercado, que de manera tajante excluye muchos géneros y estilos de película. Ocho años después, le pregunté qué ha variado al respecto y me respondió: «Ese ejecutivo dijo que estaban buscando 3 tipos de películas, dijo: «Quiero 5, 20, 200», lo que hoy significa: terror de bajo presupuesto de menos de 10 millones, películas de acción de nivel medio como Taken de 25 millones y grandes películas de verano como las de Marvel y Harry Potter. Creo que el negocio sigue siendo el mismo, estas son las películas que logran el mejor rendimiento. Lo que no quiere decir que todavía no se estén haciendo importantes películas tipo Oscar, por ejemplo CODA y otras este año. Pero para efecto de los grandes estudios, este sigue siendo el mantra».

Circuitos de exhibición afectados por la pandemia/ CLTmatt.

El problema finalmente es que el verdadero motor de la industria del audiovisual es uno solo, el dinero. Cualquiera, si tiene el talento, puede sentarse con una resma de papel y tres lápices y escribir la novela más importante de la década o el siglo. En cambio, la producción del más paupérrimo programa de televisión o película, requiere la participación de un grupo de personas, la utilización de equipos y un gasto de recursos que está proporcionalmente ligado al tamaño de la aventura. Una vez se cuenta con la financiación, se suceden múltiples pasos: escritura o corrección del guión, contratación del equipo técnico y artístico, búsqueda de locaciones o adecuación del plató, el rodaje y la postproducción que suele ser el periodo más largo de todo el proceso. Todos estos pasos son vivencialmente similares tanto para el gran maestro como para el director de una pequeña novela melodramática. La adolescente Charli D’Amelio, una de las principales estrellas de TikTok, ganó más de 17 millones de dólares en 2021 en esa plataforma, con sus cortos videos en los que baila o hace fonomímica. Sus minivídeos son técnicamente simples, sin embargo, le toma varios días de ensayos, preparación y un gran número de tomas para producirlos. Tanto ella como su familia son representados por la poderosa United Talent Agency (UTA) y están rodeados de un equipo de profesionales y técnicos que les permite producir y comercializar su contenido.

Un factor inesperado y determinante, que fungió como acelerante del proceso, fue la pandemia de covid-19. De un momento a otro las salas de cine quedaron por fuera de la ecuación y cientos de millones de personas, en todo el mundo, encontraron en la televisión y el streaming una alternativa para aliviar el tedio del encierro forzado. Sobre este tema, Phil Hoad me dijo: «Al igual que en tantos campos, parece que la pandemia simplemente aceleró los cambios que ya estaban en marcha en el cine, a saber, la transición de la exhibición pública en las salas de cine a la comodidad de ver el contenido en casa. Parece fácil ser pesimista sobre las perspectivas del cine ahora, y en muchos aspectos (modelo de negocio en declive debido a la caída de los ingresos de los DVD; estancamiento creativo; varias crisis morales, incluido MeToo) los estudios de Hollywood tuvieron una década, a partir del 2010, muy desafiante y turbulenta, probablemente el período de mayor agitación en su historia desde la década de 1950. Esto conlleva a una lista reducida de estrenos de gran éxito y, a medida que los estudios tradicionales abandonan ciertos tipos de películas más desafiantes, una disminución en el estatus cultural del cine mismo».

Luego de campañas masivas de vacunación y profilaxis, el planeta se encuentra, poco a poco, retornando a las rutinas anteriores, sin embargo, algunos cambios trascienden. Anna Marie opina que hay consecuencias irreversibles: «Muchos circuitos de cine van a desaparecer. Mira lo que está pasando con Cinépolis en México que tiene una deuda de más de mil millones de dólares que los tiene sufriendo. La pandemia ha hecho mucho daño a este sector. Creo que los circuitos de exhibición van a tardar años en recuperarse y tendrán que coexistir con el streaming, la televisión y otros formatos».

¿Qué viene para el audiovisual? Esta es la pregunta del millón, sobre todo teniendo en cuenta que hay una nueva generación que prefiere acceder a contenidos por medio del teléfono móvil, dedicando muchas horas diarias a plataformas como TikTok o YouTube y a videojuegos en línea como PUBG, CrossFire o Fortnite.

Sin duda los hábitos de consumo han cambiado y la transformación se desarrolla día a día. Anna Marie de la Fuente me dice respecto al cine: «Es como mirar una bola de cristal, que no se sabe. Hay películas que sí traen más gente a las pantallas como Batman o Spider-Man, pero las películas pequeñas independientes sufren. Hay algunos géneros que no han podido funcionar, como West Side Story de Spielberg que no le fue bien o Nightmare Alley de Guillermo del Toro que tampoco tuvo buenos resultados. Así que parece que solo las de súperhéroes o de ciencia ficción como Duna funcionan, pero el resto están moribundas». Una mirada poco halagadora de este panorama.

Charli y su hermana Dixie D’Amelio, estrellas de TikTok / Priyanka Pruthinow.

No hay que olvidar la otra cara de la moneda, los servicios de streaming se multiplican al igual que sus usuarios, generando miles de millones de dólares en ingresos, proyectos y salarios, pero atravesando a su vez las convulsiones de un mercado nuevo que todavía busca un equilibrio. Sobre este tema, Anna Marie agrega: «Yo creo que va a haber una consolidación, porque el mercado no puede absorber tanto producto, ya se nota con Netflix que está perdiendo suscriptores. La gente está empezando a elegir pues al final del mes tienen que pagar bastante, así que no pueden permitirse contratar tantos servicios de streaming, les sale muy caro. Entonces creo que algunas van a desaparecer o consolidarse, como lo que pasó con Televisa y Univisión que se unieron y juntaron sus contenidos, esto ya está pasando».

Le pregunté a Halsted su opinión en cuanto al futuro del streaming y me respondió riendo: «Si supiera la respuesta, ¡estaría comprando acciones en una de esas compañías! Desde un punto de vista totalmente personal, creo que te suscribes a streamers que constantemente ofrecen programas que tú quieres ver. Creo que es realmente así de simple. Voy a pagar por lo que me gusta como con cualquier producto y en últimas, el que hace buenos espectáculos es el que gana».

Un último factor que no se puede desconocer es el conjunto de amenazas y oportunidades que representa la realidad virtual, que finalmente parece estar llegando a un punto crítico en cuanto a las posibilidades técnicas. Mark Zuckerberg ha dado un campanazo con el anuncio de la transformación de Facebook en Meta, empresa que dedica enormes esfuerzos para la instauración de un metaverso (concepto introducido en la novela Snow Crash) que cambiaría las reglas del juego, tema que mejor dejo para otro escrito.

Snow Crash, novela que originó el concepto del metaverso / Archivo particular.

Cuando culminó su taller, Francis Ford Coppola me regaló una botella de su vino Niebaum-Coppola Rubicon. En el vestíbulo del Hotel Nacional me encontré con Jorge Smith Mesa, un buen amigo cubano, reportero cultural, que falleció algunos años después. Smith estaba feliz pues le habían obsequiado un acetato de la banda sonora de la película McVicar de Roger Daltrey, disco del que habíamos conversado antes, pues a ambos nos encantaba. Me invitó a almorzar a su casa y a escuchar el disco. Pasamos un par de horas comiendo, tomando el vino de Coppola y hablando de cine. Charlamos acerca de la película Festen de Thomas Vinterberg y de toda la filosofía del Dogme 95, discutiendo si las restricciones que imponía dicha teoría y la utilización de videocámaras, permitían hacer cine de “verdad”. Hoy me maravilla nuestra ingenuidad, ignorantes de las tormentas que se avecinaban en el mundo audiovisual, las cuales nos afectan directa o indirectamente no solo a los cinéfilos sino a la gran mayoría de las personas. Estamos sumergidos en el remolino, los cambios ya son considerables y falta un buen trecho para que terminen.

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