Relatto

El único conductor de autobús que es protagonista de la lucha libre

por Avatar Relatto

El área metropolitana de Buenos Aires abarca una superficie de 13.285 kilómetros. El sistema público de transporte dispone de 342 líneas de colectivos. Son, en total, 19 mil micros que atraviesan el ejido urbano de punta a punta, de avenida en avenida, de calle en calle. Casi 40 mil choferes trasladan a diario a más de un millón de pasajeros. Entre los 40 mil choferes hay futbolistas, cantantes de tango, padres de familia, pastores evangelistas, mecánicos. Solo uno es colectivero y luchador de catch. Su nombre, Carlos Tomassoni; su alias, Mario Morán, el luchador.

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Su nombre, Carlos Tomassoni; su alias, Mario Morán, el luchador.

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La Línea 60 es un emblema porteño. Desde 1931 une el extremo sur de la Capital Federal con el norte del conurbano bonaerense. A través de los años adquirió fama por su aparición en películas y series, por su presencia en postales y revistas. Sus colectivos amarillos, con bandas azules y rojas, acompañan la estética porteña junto a Maradona, Gardel, el Luna Park y la avenida Corrientes. En la actualidad posee un parque automotor de 350 ómnibus y un plantel de casi mil trabajadores.

Carlos Tomassoni es chofer de la Línea 60 y luchador de catch. Podría decirse que nació en un cuadrilátero: es hijo de Sancho Panza, uno de los personajes de Titanes en el Ring, el mítico ciclo televisivo de lucha libre argentino, emitido con interrupciones entre 1962 y 2001. Carlos adquirió fama y renombre interpretando a Mario Morán, el colectivero luchador del programa televisivo 100% Lucha. Carlos y Mario son la misma persona: un colectivero bueno que pelea en cuadriláteros personificando a otro colectivero malo.

Entre los 40 mil choferes hay futbolistas, cantantes de tango, padres de familia, pastores evangelistas, mecánicos. Solo uno es colectivero y luchador de catch.

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Es un viernes de primavera. En la cabecera de Barracas algunos choferes esperan el horario de salida, algunos toman mate, otros café. Mario pasa desapercibido: pelo corto entrecano, anteojos RayBan, estatura media, camisa celeste, la panza típica de la profesión. Por la playa de estacionamiento camina un perro, se pasea entre los micros estacionados. El luchador colectivero abre la puerta, saluda a sus compañeros y arranca.

—Soy Carlos Tomassoni, pero me dicen Mario por mi personaje.

—¿Especialidad en el arte del ataque?

—La palanca al piso, pero te la rebuscas de cualquier forma para ganar.

—¿Pero cómo, no están arregladas las peleas?

—No, no, no —responde y frena en seco.

Carlos y Mario son la misma persona: un colectivero bueno que pelea en cuadriláteros personificando a otro colectivero malo.

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100% Lucha tiene una entrada en Wikipedia, dice que «fue un programa de televisión de lucha libre que se emitió en Argentina por el canal Telefé». Dice más, agrega que el ciclo salió al aire desde 2006 hasta 2010, que era conducido por Leo Montero, el conductor argentino de la NBA, y que contaba con relatos de Osvaldo Príncipi. Filmaron dos películas, rompieron varios récords de rating, llenaron el Estadio Obras —en el que tocaron bandas como Sumo o Soda Stereo— y el Luna Park, escenario en el que brillaron las glorias del boxeo argentino, como Gatica, Bonavena, Galíndez y Monzón.

Lejos de emular a sus pares mexicanos y norteamericanos, el programa impulsó una iconografía local, dando lugar a personajes característicos: el Colectivero, el Taxista, el Pibe Alfajor, el Repartidor de Pizzas, el Camionero. Fue, a su manera, una remake exitosa del afamado Titanes en el Ring, en el que brillaron luchadores como la Momia, Pepino el Payaso, el Caballero Rojo, Mister Chile o el Indio Comanche.

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Año 1975. Alberino Miguel Tomassoni interpreta a Sancho Panza en el cuadrilátero de un club de barrio, mientras, un joven Carlos sigue los movimientos de su padre. Mira y aprende. Lo ve hacer amarres, golpes con el estómago, volteretas en el aire. Faltan dos horas para la función y el sonidista no aparece. Algunos titanes, incluído su padre, evalúan cancelar el espectáculo: sin sonido no hay show. El joven Carlos se ofrece de sonidista, dice que conoce todos los temas. Alberino duda, Carlos se sienta en la consola y comienza la función.

—¡Yo la música me la sabía de memoria! Tenía diez, once años tenía, me la sabía de memoria y dónde estaban los discos, todo, y ahí quedé, poniendo la música. Después a los 13 faltó uno que hacía de Robin, porque estaba el personaje de Batman y Robin, y bueno, me engancharon a mí.

—Hicimos Obras el primer año. Diez funciones hicimos. Casi diez mil personas por función. Es lindo, yo desde el año 77 empecé a luchar, mi viejo hacía de Sancho Panza. Ahí Peucelle —el Ancho, uno de los personajes más famosos— me dice “pensar que yo te cambiaba los pañales”, William Boo también. Me crié en los vestuarios.

William Boo, interpretado por Héctor Oscar Brea, fue el polémico árbitro de Titanes en el Ring. Una ironía latinoamericana: éste árbitro, el encargado de impartir justicia, era quién perjudicaba a los correctos y favorecía a los tramposos. El mismo Brea declaró: «mil veces hice perder a los que tenían que ganar. Era casi como la justicia argentina».

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Elenco del mítico programa Titanes del Ring.

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Carlos acomoda los espejos y revisa el tablero. Frente al volante, quita el freno de mano y acelera. El colectivo sale de la cabecera dando tumbos cortitos. Antes de llegar a la primera parada, sobre la avenida Montes de Oca, se detiene junto al cordón y habla de sus inicios, de cómo eran las peleas en los tiempos de las dictaduras militares y de Martín Karadagian, el creador y uno de los protagonistas de Titanes en el Ring.

Dice: «Empecé haciendo de Robin en una troupe que tenían mi papá y Pepino el payaso. Ahí me fui haciendo luchador».

Cobra un boleto y agrega: «El programa tuvo problemas en la época de Ongania y los militares levantaron la lucha. Un almirante se quejó porque Simbad el Marino ponía en ridículo a la Marina».

Maniobra entre el tránsito, atravesando la avenida Caseros, y continúa: «Ya nos lo dijo el Ancho Rubén Peucelle: la máscara fue un invento de Martín Karadagian para que nadie fuera imprescindible».

—Che, ¿y esas fotos tuyas que repartís?

—No son fotos, son estampitas. Tomá, agarrate una, dicen que traen buena suerte.

Es lindo, yo desde el año 77 empecé a luchar, mi viejo hacía de Sancho Panza

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Año 2005. El colectivero Carlos Tomassoni entrena catch en el club Platense junto a un avejentado Ancho Peucelle. En las instalaciones se presenta un viejo conocido: Eduardo Husni, periodista y productor. Husni convoca a Tomassoni y a Peucelle para un casting televisivo. Tomassoni hijo asiste al casting entre más de 90 luchadores y queda seleccionado. «Vos decías lo que hacías y cuál era tu personaje. A mi me lo cambiaron tres veces: primero me dijeron para hacer de hombre perro, pensé en cómo hacerlo y todo; después me dijeron de hacer de hombre resbaloso. Un día llegué con la ropa del colectivo y me dijeron: “vos vas a hacer de colectivero”. Yo dije colectivero bueno, “no hay colectiveros buenos, vas a hacer de colectivero malo”. Y a mi me gusta hacer de malo, así que quedó».

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Ficha Técnica.

Lugar de nacimiento: Barracas, Buenos Aires, Argentina.

Altura 1,75 M.

Peso 85 Kg.

Ataque favorito: Palanca al piso.

Vos decías lo que hacías y cuál era tu personaje. A mi me lo cambiaron tres veces: primero me dijeron para hacer de hombre perro, pensé en cómo hacerlo y todo; después me dijeron de hacer de hombre resbaloso. Un día llegué con la ropa del colectivo y me dijeron: “vos vas a hacer de colectivero”.

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—Cómo te comiste los mocos con Torresi, eh.

—No, Torresi no existe, los tacheros (taxistas) no existen, ¿querés que te cuente una anécdota? No sabía manejar, lo tuvieron que empujar el día que entró con el taxi al canal.

Jorge Torresi era el taxista de 100% Lucha, el acérrimo adversario de Morán. Los productores del canal encontraron al rival perfecto en una fibra social compleja: la disputa callejera entre colectiveros y taxistas. Y la fórmula pegó. Tanto, como los estereotipos.

Mario fue calificado por el diario La Nación como «el mejor villano de la televisión en mucho tiempo». Una encuesta de la revista Rolling Stone lo premió como el personaje más odiado del año. La biografía que figura en el fandom agrega: «Dicen que es tan malo en el colectivo como en el ring». Sin embargo, cuando se le pregunta si alguna vez se peleó en la calle, responde escueto: «No, no, no, gracias a dios, nunca».

—Él te dijo “gordo cachivache bajá, a vos te quiero pelear”.

—Ajá, y si, porque estaba gordito. Pero así y todo le gané, hasta que aprendió algo. Después que le enseñé me ganó él.

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Cada vez que el colectivero salía a escena sonaba un tango. En el estribillo, con una voz de ribetes goyenescos, el cantor se preguntaba «Con qué boleto venís Mario Morán / con qué boleto viniste / el recorrido de la vida / una parada / una herida / y en el fondo no hay lugar / con qué boleto venís Mario Morán / no te quedes sin luchar».

Mario fue calificado por el diario La Nación como «el mejor villano de la televisión en mucho tiempo».

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Año 2009. El elenco de luchadores de 100% Lucha se presenta en el estadio Obras Sanitarias, uno de los más grandes de Buenos Aires. Las luces se apagan y solo queda iluminado el cuadrilátero. Miles de chicos gritan desde sus asientos cuando suenan los primeros compases de un tango. Mario Morán, entre bambalinas, observa a la multitud. Tras escuchar la voz de Leo Montero sale a escena vestido para el combate. La ovación es enorme, apenas alcanza a ver a Osvaldo Príncipi y en un acto impremeditado le arroja su carterita. La cartera de Morán cae sobre la mesa, vuelca un vaso y moja a Príncipi, que se vuelve loco y arremete a gritos contra el colectivero.

—Bueno, digo «se enojó». A la otra función, cuando salgo, no hago nada. Y cuando termino me pregunta «¿por qué no me tiraste la carterita?, eso está buenísimo» y le digo que como se enojó no me animé. «No, hacelo, hacelo, me decía».

Osvaldo Príncipi es un relator deportivo con una característica particular: relata las peleas con una voz nasal, adjetivando histriónicamente a los luchadores. Es, además, uno de los amigos que Morán cultivó en sus recorridos por los cuadriláteros.

—A Príncipi le gustaba de alma. La lucha le gustaba, como fue boxeador le gusta. En el 85´, 86´ habíamos hecho una lucha en la Federación de Box y había faltado el locutor. Había uno que hacía la locución pero no sabía nada. Y Príncipi que estaba mirando le dijo «dejame a mí» y agarró el micrófono y empezó a transmitir. Y bueno, le fue bien. Después cuando empezó 100 por ciento le digo «al final se le cumplió el sueño» y me dice «si, viste».

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La pelea se titula “La guerra del asfalto”. Leo Montero, el conductor, presenta a Mario Morán. Dice «Y ha llegado lamentablemente el momento de presentar a este señor indeseable. Ahí están sus secuaces, sus compañeros de la misma línea que él. Camisa celeste, corbata azul. El público no lo quiere: se pelea cada día en las calles de Buenos Aires. Con ustedes el colectiverooo Mariooo Morááán». Mario entra en escena, reparte saludos entre abucheos, viste una malla celeste ajustada y botas blancas. Sobre una esquina del cuadrilátero espera a su rival, el taxista Jorge Torresi. Antes de que pueda subir lo derriba de una patada. La pelea empieza bien para el colectivero y reparte algunos golpes, hasta que Torresi lo doblega: llaves nelson, piñas, patadas. Pareciera que Morán cae vencido, pero se levanta. Toma contra las cuerdas a su oponente y el taxista cobra y gira por el aire. Los colectiveros festejan en la tribuna. El locutor levanta la voz cuando Torresi se sobrepone y lo somete. K-Jamaica, el referí, no da por terminada la pelea y Morán intenta recuperarse. Se trenzan de nuevo, hasta que finalmente y luego de que le contaran hasta tres, Torresi resulta vencedor. Afuera del ring se arma una batahola entre colectiveros y taxistas. Interviene la policía y el locutor cierra con un agradecimiento a la comisaría del barrio. Torresi festeja. Esta vez, en la guerra del asfalto, ganaron los taxistas.

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El catch wrestling es un deporte de combate creado en Gran Bretaña alrededor de 1870. La lucha libre profesional, wrestling en Estados Unidos y catch en Latinoamérica, es un deporte performático que utiliza combinaciones de distintas disciplinas de combate y de las artes escénicas. Es la representación de combates cuerpo a cuerpo entre personajes buenos y malos.

—¿Pero no era que no estaban arregladas las peleas?

—No, no, no. Para nada. Lo que pasa que acá pega el catch, vos ves que dan por el cable la lucha de Norte América, pero no pega mucho. Los chicos prefieren a los personajes reconocidos en vez de tanto patovica. Acá esos programas no caminan, les sobran músculos y les falta fantasía, les falta circo.

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En Argentina el ideario popular designa al colectivero como figura antonomásica del mal. El chofer es el estereotipo de un malvado. Un tirano que conduce una mole de quince toneladas y que impone su poder entre las calles, dejando pasajeros a pie, contestando mal, un déspota con malos modales. Sin embargo, Carlos Tomassoni pareciera ser lo opuesto: un tipo bueno, tranquilo, ubicado. El legajo de Carlos es impecable, sin sanciones, sin amonestaciones. No falta, no tiene choques, no se le conocen escándalos ni peleas y se lleva bien con sus compañeros. «Es buen tipo», lo define uno de ellos. La persona y el personaje.

Afuera del ring se arma una batahola entre colectiveros y taxistas. Interviene la policía y el locutor cierra con un agradecimiento a la comisaría del barrio. Torresi festeja. Esta vez, en la guerra del asfalto, ganaron los taxistas.

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El affaire entre Mario y la productora televisiva duró hasta 2009, ese año los directivos decidieron despedir a varios luchadores y a Mario no le gustó. «Vi un negocio afuera y me llevé a los que habían echado. Armamos la troupe con ídolos del catch y salimos por el interior del país, nos quedó Neuquén y San Juan». Detenido en el semáforo de la plaza Constitución, recuerda.

—Fueron casi tres años que hicimos todo el país. En la 60 pedía permiso y me iba, hacíamos sábado y domingo, sábado y domingo. Era lindo. Lo hacíamos en clubes, porque en los teatros no se podía armar el ring, pero en los clubes sí. Después llega un momento dónde no hay funciones y decís gracias a dios porque descansas un poquito, porque era agarrar la Traffic y salir. Por ejemplo, íbamos a Santiago del Estero, dormías en el camino, llegabas, actuabas y el domingo a la noche terminaba la función y volvíamos acá a trabajar otra vez.

—Y el lunes una nueva pelea con el tráfico.

—Sí.

El semáforo se abre. Mario acelera entre las dársenas de la estación Constitución. Esquiva a otros colectivos, gira en la calle Lima, toma la curva.

—¿Ahora estás entrenando?

—Entrenamos los miércoles—dice y reconoce que no con un gesto— Pero eh, como es, ahora mucho trabajo no hay, para el año que viene se va a reactivar.

Mario fue una de las grandes estrellas del programa 100% Lucha.

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En esta historia no hay mujeres. El mundo en que se mueven el colectivero y el luchador apenas las admite. Los empresarios del transporte desconocen la ley de cupo femenino. En la Línea 60, sobre los mil trabajadores, hay sólo cinco empleadas de limpieza. En el catch la situación es similar: recién en 2010, 100% Lucha incorporó la pelea femenina, aunque sólo a modo de exhibición. Diez años después, en una revival de Titanes en el Ring, Paulina, la hija de Martín Karadagian, sumó a cinco luchadoras. Consultada por el diario Perfil, Paulina opinó: «Creo que mi papá hubiera aceptado sin problemas la idea. Tenía una mente muy abierta, al punto que en una época hasta pensó en subir al ring a la Momia Rosa».

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El discurso de Leo Montero en pleno programa fue categórico. «Hay que decir la verdad, Mario Morán está preso y desafió la ley. Así es amigos, preso, entonces, el popular Mario Morán preso». Carlos toma la onda verde de la avenida Callao y sin dejar de mirar al frente comenta que, tras abandonar el programa, la producción lo reemplazó por otro colectivero: Tito Morán, un supuesto hermano suyo. Por si fuera poco, reconoce que además se encargaron de difamarlo.

—Para desprestigiarme dijeron a Morán lo metieron preso porque manejaba borracho y todo eso, entonces cuando yo llegaba el domingo a los clubes los chicos me preguntaban “¿cómo, no es que estabas preso?”. Aclaro que soy hijo único, no tengo hermanos. Después de 100 por ciento me salieron hermanos por todos lados.

En esta historia no hay mujeres. El mundo en que se mueven el colectivero y el luchador apenas las admite. Los empresarios del transporte desconocen la ley de cupo femenino.

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Año 2016. «Estás escuchando Cuadri Catch, donde la lucha se escucha».

—Hay que reconocer que has sido muy valiente en venir hasta acá, un colectivero en la radio del subte. Qué tal, Mario, ¿cómo va?

—Bien, contento de estar en el programa. Y no hay problema con ustedes, que están bajo tierra y nosotros arriba de todo, como siempre.

La voz de Mario Morán, con su cadencia lenta, casi armoniosa, se escucha nítida en el programa radial. Mario se desenvuelve con soltura, repasa su infancia y sus combates. Al tocar el tema de su alejamiento de 100% Lucha cambia de tono, dando lugar al peleador enojado. «El personaje había pegado tanto que ya no les gustaba. Yo hacía cosas de Titanes y me decían “no hagas esto, no hagas lo otro, no hagas piquetes de ojos que es de Titanes”, ¿de Titanes? ¡Eso es de los Tres Chiflados! Querían quemar al personaje, che».

Para desprestigiarme dijeron a Morán lo metieron preso porque manejaba borracho y todo eso, entonces cuando yo llegaba el domingo a los clubes los chicos me preguntaban “¿cómo, no es que estabas preso?”.

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El ciclo de 100% Lucha comenzó un primero de enero y estuvo pensado para cubrir un hueco en la programación. Sin embargo, el éxito hizo que continuara. A más de once años de su última emisión, los videos subidos a YouTube acumulan cientos de miles de vistas y los fanáticos continúan interactuando. Entre los comentarios a los videos se puede leer:

«Príncipi decía “está quemando aceiteee Morááán” cuando iba perdiendo. Qué genios. Que vuelva este ciclo», «El ataque favorito del taxista es la subida de tarifa jaja»., «Y después quieren que no nos droguemos y veíamos estos programas», «Cuando era niño creía que esto era verdad y ahora que soy mayor esto es un cago de risa. Pero es mi infancia», «Lo vi a Mario Morán en el corte de la Panamericana de la Línea 60», «Y era feliz con tan poco…».

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Mario no lo dice, aunque podría adivinarse: la espina de la semifinal perdida con Felino, las ganas de ser campeón, de coronarse en el torneo de lucha libre. En el primer año el colectivero consiguió colgarse una medalla, fue en el campeonato de parejas. Junto con Dorival Santos se consagraron subcampeones luego de caer derrotados por la dupla conformada por Delivery Boy y Hip Hop Man. Además, Morán protagonizó varios combates célebres, contra el escocés Mc Floyd y contra el surfista Johnny Wave. Fue, además, el luchador que más tiempo resistió en combate contra el hombre invisible: casi dos minutos de lucha desigual.

Carlos Tomassoni maneja su colectivo, fuera del ring.

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El colectivo se desplaza por la avenida Las Heras. Carlos Tomassoni guía el volante y con un tono tranquilo rememora sus tiempos de fama: las funciones a sala llena, las peleas televisadas, el reconocimiento.

—Era un desastre, los chicos me esperaban en el Tigre para viajar conmigo, la gente miraba como firmaba autógrafos y me sacaba fotos. Y no les podía decir que no, porque vos te debés al público. Una vez me hicieron una nota en Clarín para un anuario, a los días paro con el colectivo y estaba el afiche grande y estaba yo en el afiche, y una señora me miraba a mi y miraba al afiche, me miraba a mi y miraba al afiche, no entendía nada. Mis compañeros me decían «por culpa tuya no puedo ver el Turismo Carretera», ¡le ganábamos en rating al Turismo Carretera! Imaginate, por eso siguió y siguió y siguió.

Suena el timbre y revisa el espejo retrovisor. Arrima el colectivo al cordón y abre la puerta. Antes de bajar, antes de terminar el recorrido, una última pregunta.

—¿Con qué boleto te vas, Mario Morán?

—Con el mejor de todos, con el de la MONSA Línea 60 —dice, y abandona la parada.