Redacto este texto con apetito voraz, con impulso catártico, con esa precipitación absoluta que tiene una eyaculación. Lo primero que debo decir es que este escrito se basa en mi experiencia personal, en mi entendimiento amateur, que está a millones de kilómetros de ser un tratado teórico del tantra. Todo lo contrario, es la concesión que me permito a mí misma de conectar el tantra con tres conceptos: la espiritualidad, los negocios y el yo o los “yoes”.
Conocí a María del Pilar, maestra de tantra y mi guía en estas exploraciones, por la confluencia de varios caminos: mi curiosidad por su contenido en Instagram, su parentesco con un amigo, su cercanía con otra amiga -—partera y terapeuta sexual— y su historia de vida, tan en sintonía con la mía.
María del Pilar Ferrer es ingeniera industrial y filósofa de profesión, hizo una carrera exitosa en el mundo del mercadeo en compañías globales de la talla de Unilever, Henkel, LÓreal y Whirlpool. Superó un carcinoma en su pie derecho, se estrelló con varias relaciones de pareja por demás frustrantes, y se encontró con una búsqueda profunda que la llevó a transformar su vida.
María del Pilar o Ma Shanti Tara (nombre espiritual que recibió cuando tomó sannyas de Osho en Khajuraho, India, en 2015, y que significa “madre del universo que trae paz y ayuda a otros buscadores del espíritu a encontrar su verdad”) tiene los ojitos pequeños, brillantes y llenos de picardía, la piel morena, la sonrisa generosa.
La conocí personalmente en el café Cachito Mío, ubicado en el municipio de Cajicá, al lado de un coworking rodeado de caballos y potrillos, del cielo azul y la brisa fresca de la sabana cundiboyacense, en el norte de Bogotá. Un lugar donde una oficina no se siente como una oficina. Y donde venden, de lejos, las mejores galletas de chips de chocolate que me he comido.
Se presentó a la reunión tranquila, excusándose por llegar unos minutos tarde, pero serena y apacible. Nos habíamos citado para conocernos con anterioridad a la grabación de mi podcast y de escribir esta nota. Antes de hablar de su historia y su oficio, me preguntó de mi vida, mi trabajo, mi estatus marital, mi interés por el tantra y si estaba disfrutando la irresistible galleta que me estaba comiendo.
Sucede que hay personas con quienes nos podemos entender sin muchos obstáculos, que nos hacen sentir, automáticamente, en confianza. Le conté que acababa de mudarme a Chía, muy cerca de Cajicá donde nos encontramos, que había terminado mi relación de pareja de tres años largos hacía tan sólo dos meses, que estaba navegando las mareas de mi estado emocional y que mi sostén era la pasión por inspirar a las personas a transformar su vida, a dar a luz negocios que resonaran con su pasión y propósito de vida y, que en ese camino contaba historias, buenas historias como la de ella.
Me preguntó a qué le atribuía mi ruptura y, ante mi respuesta, con ojos compasivos, me dijo que había experiencias que nos invitaban a expresar nuestra máxima humildad y capacidad de aceptación.
En pocos minutos estábamos hablando de la vida, de las mujeres de hoy, con tantas cargas autoimpuestas y aprendidas, como las de ser valientes, autosuficientes, excelentes profesionales, hacer la carrera para ser “exitosas”, mantenernos buenas (físicamente atractivas), ser extraordinarias madres y ojalá buenas amantes. Por supuesto, la lista podría extenderse, pero de momento dejémosla de ese tamaño.
En conceptos tántricos sería algo así como mujeres masculinizadas, aprovisionadas en exceso de energía masculina Shiva, ante las ausencias o desconexiones con nuestros predecesores del sexo opuesto.
Acordamos el espacio de la grabación del podcast, nos reímos un rato y nos despedimos.
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María del Pilar dice que llegó al tantra cuando la medicina no le daba respuestas y cuando quiso convertirse en la “vagina de oro”, la amante más encoñadora de la faz de la tierra, expresión que usa con su equipo a manera burlona. Jamás se pensó como una maestra de tantra: en ese momento le parecía poco atractivo ser profesora de yoga pues ganaba un salario de 20 millones de pesos (aprox. 5 mil dólares) como gerente de mercadeo latam en Whirlpool.
Cursó los diferentes niveles de formación en tantra por gusto personal, debido a la autoexploración profunda que estaba experimentando y cuando ya no había más cursos para meros aprendices, perseveró en la formación para futuros maestros. Así —según dice—, se hizo parte de un linaje de guías espirituales y maestros ascendidos, de aquellos que han expresado en alguna encarnación su máxima conexión con la divinidad.
Cuando ya no resonaba con cumplir horarios, recibir 80 correos electrónicos cada 60 minutos, dormir tan sólo tres horas al día y vivir de carrera, perdió su puesto y la vida la arrojó a su destino irrefutable: compartir ese legado espiritual, de gozo y sexualidad sagrada de sus maestros.
En medio de la entrevista me compartió una de las frases más honestas que he escuchado a mis 39 años: “Una de las montañas más altas que tuve que conquistar en mi vida fue llegar a decir ‘que se haga tu voluntad y no la mía’, el día que yo dije eso la primera vez, sentí temblor en todo el cuerpo. Decir ¿pero cómo que se haga la voluntad de otro? Y con ese otro me refiero a, llámenlo como quieran, cada cual sabe a qué considera lo más alto, al gran espíritu, a dios, a la naturaleza, a la vida, al Tao”.
Ma Shanti Tara inició su camino como maestra y emprendedora en el mundo del tantra sin estarlo buscando. Simplemente traía a sus maestros a Colombia, para que compartieran su conocimiento. Pero, poco a poco, los asistentes a los talleres empezaron a pedirle nuevos espacios de meditación, respiración, reconexión y compartir. Así creó la fundación Dhakini Tantra y encontró a su compañero y padre de su hija, Samuel Kilby.
Ese abandonarse a la vida y a ese flujo orgánico que la fue llevando por estos caminos, le permitió crear una comunidad de más de 15.500 seguidores y un negocio de formaciones presenciales, virtuales, masajes terapéuticos, terapias de reconexión espiritual, círculos de mujeres y de hombres, speed dating, entre otros. Una comunidad viva, con múltiples facilitadores, con oferta de contenido gratuito, lives, meditaciones guiadas y eventos casi diarios.
Para María del Pilar, en nuestros tiempos, abunda el spiritual shopping de todo tipo: ligero, con algo de sustancia o con verdadera profundidad. Y, a mi modo de ver, es tal la desconexión que podemos experimentar ahora, a pesar de estar tecnológicamente hiperconectados, que la gente busca, con ansia, pertenecer, intimar, verse reflejada en la mirada compasiva de la otredad, si es que existe.
De no ser así, no existirían las variadas ofertas de terapias alternativas y holísticas, opciones de autoconocimiento, entre otros, que puede uno encontrar. Pero María del Pilar considera que, si bien parecieran abundar, se quedan cortas ante los pobres niveles de consciencia de nuestra humanidad.
“A mí no me da miedo pensar que un día haya, así como hay actualmente un Tostao (red de cafeterías en Colombia) en cada esquina, un centro de sanación alternativa o un centro de tantra; pero, lo único que sí esperaría en la vida, es que las personas que estén ahí hayan hecho el camino para compartir eso”.
María del Pilar creó, con base en sus estudios y experiencia personal, la formación en tantra, Sattva, un camino de profundización que recorre la maestría en los cinco elementos: tierra, agua, fuego, aire y éter. Algo que, en mi infinita ignorancia e inocencia, suena tan mágico como una serie animada de estilo anime, que veíamos en casa, llamada Avatar: La leyenda de Aang, emitida primero por el canal Nickelodeon y luego disponible en Netflix, que narra la trama de un niño que puede controlar los cuatro elementos (exceptuando el éter), o sea el «Avatar», quien además es responsable de mantener la armonía entre las naciones y sirve como puente entre el mundo espiritual y el mundo físico.
En palabras de Ma Shanti Tara “no hay nada más tántrita que un niño”. Y, a todas luces, la serie animada tenía bastante que revelarme.
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De la mano de la grabación del podcast, con María del Pilar, vino una información importante a mi vida, la iniciación al Tantra Kriya Yoga, el punto de partida del camino espiritual o de desarrollo personal, a través del tantra. Agendada para octubre 2021, coincidente con mis intercambios con Ma Shanti Tara y mis exploraciones espirituales personales, no sólo decidí sumergirme en la experiencia, sino que, en cosa de 5 días, me lancé a la aventura.
Así, tal cual, de cabeza, sin mayores reflexiones o análisis. Me inscribí el martes, me hice la prueba de Covid el viernes a las 7 a.m., salió negativa, y a las 4 p.m. estaba, entre ansiosa y excitada, llegando al pueblo de Tabio, en el cercano norte de Bogotá, para rendirme a la experiencia. Buscaba respuestas que se convirtieron en monumentales y nuevas preguntas.
La palabra “tantra” viene de dos términos sánscritos: “tanoti”, que significa expandir, y “trayati”, liberar. De manera que se podría decir que el tantra consiste en expandir la conciencia y liberarse del nivel físico del ser.
Para María del Pilar puede definirse de muchas maneras: “Una ciencia con técnicas comprobables y verificables para obtener estados elevados de consciencia; un profundo camino de autoconocimiento y de desarrollo personal; un tejido de todos los aspectos de tu ser sin excluir ninguno. Entonces el resultado de cultivar el tantra en tu vida es que te aceptes, te recibas y te celebres en totalidad”. Y una de sus preferidas: “El tantra es un camino de realización en el amor, que te lleva al mejor destino posible, TÚ”.
Voy a compartir mi experiencia al respecto: lo que entendí, lo que sentí, lo que viví.
Vamos ahora con lo que entendí:
La energía más potente que tenemos los seres humanos es la energía sexual, no en vano es aquella que genera la vida, la que crea bebés. Esa energía sexual, a través de técnicas de respiración consciente, podemos elevarla a través de los 7 centros energéticos de nuestro cuerpo o chakras, para que al final se eleve al cielo y conecte con la divinidad.
Según las enseñanzas tántricas, muchos de los grandes maestros de la humanidad, los Avatares, lograron justamente eso, sublimar su energía sexual y transmutarla en una corriente energética tan fuerte que atravesó toda su espina dorsal y su cerebro y los conectó con dios.
Son considerados Avatares, Babaji Nagaraj (maestro yogui) y el mismo Jesucristo. Así que, para occidentales como nosotros, recibir esa información, pueda tener elementos de ciencia ficción.
El tantra tiene todo que ver con la energía sexual sagrada, que no es equivalente al sexo, pero que se nutre de él en su versión más gozosa y de gratificación aplazada.
Ahora comparto lo que sentí:
Calor, sudor, movimiento, vibración, conexión, gozo, vergüenza, excitación, gemidos, gritos, curiosidad, iluminación, tristeza, llanto, silencio, intimidad, sacralidad.
Y lo que viví:
Una iniciación en tantra puede ser una experiencia que te atraviesa a todo nivel, tan reveladora como poner una luz incandescente apuntando a tu desnudez física, emocional y espiritual.
Se compone de danza, técnicas de respiración volcadas a la meditación y a la reconexión de experiencias emocionales profundas grabadas en las diferentes zonas de tu cuerpo y sus correspondientes centros energéticos, la estimulación de tu chakra raíz y tu chakra sexual mediante la contracción del esfínter anal y uretral, técnicas de auto masaje, masaje en pareja y en grupo, que tienen grandes dosis de erotismo sin comprometer el toque genital, desnudez física y emocional en la intimidad que otorga que un grupo de personas elijan vivir este proceso, observar y transgredir sus límites personales, pero también observar y respetar los ajenos, comida vegetariana deliciosa que favorece la desintoxicación física y la renuncia al influjo de cualquier sustancia que pueda considerarse psicoactiva (drogas, café, cigarrillo, azúcar, etc.), diálogo abierto y honesto sobre la vivencia personal y conexión profunda.
Imagínese usted, de repente, en menos de 24 horas, en calzones y brassier, o sin él, rodeada de 35 individuos que antes no conocía, que están igualmente vulnerables que usted, pero enfocados en su proceso, que, por supuesto, pueden excitarse al verlo, pero que jamás intentarán transgredir los permisos que usted decida otorgar, incluso porque tienen su atención comprometida con ellos mismos.
Para mi fue reconocer cuantas normas tenía en mi cabeza en torno a la intimidad física, cuánto apego podía desarrollar en cuestión de segundos con alguien, cuánta sensualidad podía crearse con un desconocido, cuánta energía atraviesa cada una de las células de mi cuerpo y cómo nuestra carne y nuestro espíritu son absolutamente indisolubles.
Implicó llorar algunos de los dolores más profundos de mi corazón, entendiendo que mi cuerpo tenía cosas que decirme y que mi mente las había puesto en la trastienda.También transgredir algunos de mis límites personales y, a la vez, comprender que no estaba lista para mover la línea en otros.
Abrir mi mente a una sexualidad tan expandida y significativa que me recordó algo que dice María del Pilar: “Las relaciones sexuales convencionales, asumidas como el ritual común en Occidente, son una experiencia tan limitada como asumir que un perrito caliente (hot dog) es el mejor alimento que podemos consumir en el vasto territorio de la gastronomía”.
Esta experiencia me dio la certeza de que no me interesa ver el sexo como una transacción, tan común en nuestros tiempos, de que no me siento cómoda compartiendo mi cuerpo y energía con alguien con quien no sienta verdadera intimidad y conexión emocional.
Pude observar cómo me cuesta rendirme a los impulsos de mi cuerpo, porque mi mente no se detiene ni un instante, y el profundo impacto que tienen las memorias de tu carne: puedes estar desbordada de excitación, cálida y segura en los brazos de alguien y evocando momentos con otros, que atesoraras para la eternidad, entre nostalgia y dicha.
Viví algo así como el sonido de dios a través del canto de un mantra, en la voz sublime que surge de ir todos al unísono. Y una distinción profunda de mi proceso personal, de los pasos que voy dando, de los muchos que están por venir, de la medida inconmensurable de la vida y la experiencia.
Para resumir, una vivencia extraordinaria que te saca, entre caricias y golpes, de tu zona cómoda, para ponerte en otro espacio personal, emocional, trascendental e íntimo.