En El imperio de la luz (Empire of Light) asistimos a un nuevo drama del maestro Sam Mendes, quien nos dio Belleza americana y no hace mucho 1917, pieza con la que de un plumazo reinventó el género bélico de la mano de otro gigante, el venerado experto en cinematografía Roger Deakins. Deakins y Mendes urdieron la ilusión, en 1917, de que toda la cinta se había rodado en una toma. En El imperio de la luz asistimos a un despliegue de los caprichos visuales de Deakins, excediendo los márgenes del guion de Mendes. Cada plano es una obra de arte, aunque Deakins ajusta las clavijas para no llegar a lo presuntuoso, a lo impostado. El efecto, sin embargo, nos engaña y así El imperio de la luz nos confunde desde el saque: quienes no hablan inglés demorarán un poco en ubicarse, ya que en apariencia –por los trailers, y los afiches de promoción– estamos en un Estados Unidos de los años cincuenta. Error: estamos en un balneario de la costa británica a inicios de los años ochenta.
El capricho del diseño de producción nos ubica así en un espacio extraño en el que cuesta confiar. No hay referencias al punk ni al disco, aunque por ahí se oye algo sobre Margaret Thatcher. Por toda locación –salvo un par de exteriores– tenemos un cine donde Hillary (Colman) es una trabajadora con algunos problemas de salud mental que tiene algunos encuentros furtivos con su jefe casado Donald (Colin Firth). Llegará un nuevo empleado, el joven moreno Stephen (Micheal Ward), quien se ganará la confianza de todos y se sentirá atraído por Hillary, iniciando un juego de poderes sutil entre función y función.
Cada plano es una obra de arte, aunque Deakins ajusta las clavijas para no llegar a lo presuntuoso, a lo impostado.
Colman luce la sobriedad de su registro, pero es lo único que se salva de este filme. Extenso y divagador, Mendes nos siembra pistas de una gran pasionaria que nunca vemos surgir. El romance entre Stephen y Hillary nunca prende fuego. Y con grandes presencias como Toby Jones en los secundarios uno se pregunta por qué se tomaron tan malas decisiones. Un gran momento, como el de Hillary subiendo al estrado para dar unas palabras de improviso ante un extenso público, tiene nulo impacto en el espectador porque carece de grandes revelaciones. Mendes intenta una representación de la salud mental por fuerza de la corrección política imperante y se olvida de halar las bridas de su historia. Intenta ser demasiado sensible con la representación del padecimiento de Hillary, pero a nivel de arcos narrativos el nudo entre ella y Stephen de desata y la picaresca con Donald se apantana.
Hay algo de filo en los acosos raciales que sufre Stephen por parte de skinheads y todo el componente de raza. Pero en esta historia de tipos buenos cuidando de un cine, solo Colman brilla por el rol que tiene, y ese brillo no basta. Mendes revisa su amor por el cine –como ahora mismo lo hace Spielberg y lo han hecho hace poco González Iñarritu y Kenneth Branagh– con abstracciones narrativas y preciosismos visuales que vulneran nuestro acercamiento a los personajes.
Los méritos de El imperio de la luz no la salvan de ser una pieza menor en las carreras de Mendes, Firth, Colman y Deakins. Así ocurre a veces.
FICHA TÉCNICA
Película: El imperio de la luz (Empire of Light)
País: Reino Unido
Año: 2023
Director: Sam Mendes
Protagonistas: Olivia Colman, Micheal Ward, Monica Dolan, Toby Jones, Colin Firth
Disponible en: Cines
Calificación: 3.5/5
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