Relatto

El estafador colombiano más buscado en el mundo. Capítulo 22

por Avatar Relatto

Capítulo 22

 

“Alfredo había llegado para ser la razón de cambio de mi vida”.

 

El 20 de diciembre de 2006 el magistrado irlandés Michael Pert se refirió al pedido de extradición que Francia hacía de Guzmán Betancur. Pert manifestó haber radicado una solicitud ante el Tribunal Supremo de Irlanda por medio de la cual buscaba que se aprobara la entrega de ‘Jordi’ a los franceses. El proceso —dijo— no debería tomar más de una semana, luego de lo cual aquel debería ser enviado en un tiempo no mayor a diez días, de lo contrario el gobierno de Irlanda lo dejaría en libertad. La diligencia hecha por Pert obedecía a una Advertencia Europea de Arresto1 con fines de extradición que las autoridades judiciales francesas habían enviado a sus pares irlandesas el 11 de abril de ese año y que contaba con la firma de Herve Defosseux, por ese entonces vicefiscal de gran instancia de París.

Una semana después de que Pert radicó la solicitud, el Tribunal Supremo de Irlanda falló a favor del pedido de extradición que realizaba Francia, por lo que Juan Carlos sería enviado a ese país en los próximos días. Su defensa en lo concerniente a dicho proceso fue asumida por el abogado Cormac Quinn, luego de que Alana MacCárthaigh se encargara de representarlo exclusivamente en lo penal, es decir, por los hechos ocurridos en el hotel The Merrion.

Lo primero que hizo Quinn fue oponerse a los argumentos de la justicia francesa en los que se soportaba la solicitud de extradición. Las tesis incluso consideraban que Juan Carlos podía ser el hijo de un diplomático colombiano, lo cual fue desestimado en audiencia luego de que Quinn alegó que aunque aquello fuera cierto no resultaba relevante en el proceso. Quinn también alegó que la filtración del caso a la prensa sólo había servido para causarle dificultades a Juan Carlos, pero al final su argumento no prosperó. El pedido de extradición de Juan Carlos fue cumplido en Garda Síochána por el sargento Martin O’Neill, quien se encargó de diligenciar los trámites y conducirlo desde la prisión al aeropuerto, donde lo escoltó hasta un avión de Air France que lo llevó directo a París. Aquello ocurrió el 28 de diciembre de 2006.

En palabras de Martin O’Neill:

“Estuve mucho tiempo cerca de Guzmán Betancur, desde el momento mismo de su arresto hasta el proceso en la Corte. Siempre anduvo muy bien vestido, pero no recuerdo haber hablado con él en ningún momento. Parecía hermético. De hecho, no hablamos nada de camino al aeropuerto ni tampoco en la sala de abordaje. Ni siquiera cruzamos alguna palabra cuando lo dejé en la puerta del avión. Aún así demostraba una decencia absoluta. No tengo mucho que decir de él, sólo que no parecía tan peligroso como para haber estado en una prisión de máxima seguridad”.

Como cuenta Guzmán Betancur:

“Pasé unos nueve meses detenido en Portlaoise. Me dieron tiempo retroactivo, así que entre ésta y Cloverhill fueron dieciocho meses los que en total estuve encarcelado en Irlanda. El tiempo restante de la pena —unos seis meses— me fue reducido por buena conducta y cosas por el estilo. Así que apenas terminé mi condena en Portlaoise fui enviado a Francia. La solicitud de extradición había llegado cuando yo llevaba un año y dos meses de condena en Irlanda, pero apenas vine a saberlo varias semanas después, cuando Bryan me lo dijo.

“Los franceses me habían sentenciado en ausencia. Me dieron tres años por todo lo que hice entre el 2000 y el 2001, así que me reclamaban para que pagara esa condena. Todo el trámite fue hecho en Francia por el fiscal Herve Defosseux y autorizado en Irlanda por el juez Michael Pert. Mi abogado a cargo del asunto, Cormac Quinn, me dijo que el tiempo que llevaba preso en Irlanda tendría que ser conmutado como pago de la pena en Francia. Se trataba de vericuetos legales. Así que desde el momento mismo en que los franceses enviaron la reclamación a Irlanda, la condena empezó a correr.

“Por otra parte, los franceses aseguraban que yo era hijo de un diplomático colombiano y por ahí querían armar el barullo. No sé de dónde coños sacaron eso. Seguramente Swindells tuvo que ver con el asunto. De todos modos, Quinn alegó que eso no podía ser admitido por la Corte. Dijo que no se trataba de investigar a mi familia o a mis conocidos, sino de realizar un proceso de extradición, por lo que al final Pert le dio la razón.

Por otra parte, los franceses aseguraban que yo era hijo de un diplomático colombiano y por ahí querían armar el barullo. No sé de dónde coños sacaron eso.

“Quinn hizo un buen trabajo. Juntó el tiempo de condena que me dieron los franceses con las amnistías que había hecho a los presos el entonces gobierno de Jacques Chirac2. En otras palabras, me dijo que según ese cálculo, mi tiempo en Francia sería breve, de unos tres meses a lo sumo.

“Fuimos a audiencias un par de veces para que Quinn tratara el asunto de mi extradición con Pert. Aquello tomó varias semanas debido a la cantidad de casos que el magistrado tenía por resolver. Cuando por fin pudo revisar mi caso, ordenó que me extraditaran en diez días como máximo. De lo contrario —advirtió— me dejaría en libertad. Así que a los ocho días me transfieren de Portlaoise a otra cárcel para coordinar mi envío a Francia. Cuando ya todo está listo me suben en un avión de Air France junto con unos agentes de Europol3 y me envían directo a París.

estafador colombiano

Juan Carlos Guzmán fue extraditado de Irlanda a París luego de que las autoridades francesas lo juzgaron en su ausencia y lo encontraron culpable de varios robos.

“Al bajar del avión en el aeropuerto Charles de Gaulle los policías franceses ni siquiera saben quién soy. Me habían reclamado a Irlanda y los muy gilipollas no tenían clara cuál era mi nacionalidad. Se preguntaban si era español, colombiano o venezolano. Lo digo porque así se los escuché decir. Me daba igual. De todos modos ya estaba ahí y no había nada qué hacer.

“Me conducen a una prisión provisional y como a los veinte días me sacan para llevarme al tribunal. Me sientan en un gran salón frente a tres jueces que me explican los cargos por los cuales me han declarado culpable en ausencia. Luego me dicen que deben dirimir acerca del lugar al cual me van a enviar y enseguida salen del salón. Al cabo de un rato regresan y me anuncian que su decisión ha sido confinarme en la prisión de Fleury-Mérogis4, un suburbio al sur de París. Me explican que una persona hará el cálculo de cuántos días deberé permanecer allí. La cuenta —al como lo había previsto Quinn— da poco más de un mes. Así que sin más me trasladan a Fleury-Mérogis.

“Aquella prisión es tan grande que para llevarte de un lugar a otro deben usar un autobús. Es un hexágono que encierra varios edificios de varias plantas cada uno. No hay clasificación allí. Lo único que tienen en cuenta es si vienes de París, de las afueras o de otra ciudad de Francia. Así que te ubican en uno de los edificios dependiendo de eso.

“Apenas llevaba un par de días ahí cuando de a poco se empezó a formar un hervidero. Luego, estalló un follón de puta madre. Varios internos del edificio en el que yo estaba quemaron sus propias celdas. Algunas se llegaron a incendiar de modo impresionante. Yo estaba en la mía cuando eso. Quedaba en uno de los niveles superiores. Miraba por la ventana aquel desorden junto con mi compañero, Nico, un tío que estaba allí por intento de homicidio. Era un caos completo por todas partes. Los guardias debieron abrir celda por celda para sacar a los presos que empezaban a asfixiarse con el humo. Nico y yo no incendiamos nada y tampoco corríamos ningún peligro, así que cuando los guardias llegaron no tuvieron necesidad de sacarnos.

“La razón de todo aquello era que Nicolás Sarkozy5 había ganado las presidenciales hacía pocos días y eso tenía por los cojones a más de un reo. Cada 14 de julio esos tíos esperan ser cobijados por una serie de amnistías por parte del gobierno, gracias a las cuales muchos logran salir de prisión. Digamos que aquello es un paliativo para descongestionar el sobrecargado sistema de prisiones francés, de manera tal que varios de quienes están recluidos por cosas menores pueden recobrar la libertad rápidamente. Sarkozy había alborotado el avispero al anunciar que aboliría esas prebendas. Dijo que no les daría nada a los presos. Así que varios de los que les faltaban cuatro o cinco meses para salir se enfurecieron y formaron ese desmadre. Eran hombres que permanecían veintitrés horas del día encerrados en una celda, lo menos que querían escuchar era una advertencia como la que había hecho Sarkozy.

“Todas las celdas en Fleury-Mérogis son viejas y frías. El único tiempo en el que los presos no están en ellas es cuando deben trabajar. En esa cárcel —como en todas las cárceles— les pagan a los reos por trabajar. Pueden dedicarse a labrar piezas para coches o ayudar en la encuadernación de libros. Hay de todo allí. Yo trabajaba organizando los folletos para bancos como el Santander o el HSBC. Toda la papelería de esos bancos que circula en Europa se organiza allí. Me sentaban en una mesa llena de papeles y mi trabajo consistía en separar las hojas. Cada hoja es distinta y todo eso debe ir en un sobre que a su vez forma decenas de paquetes. Así que entre más sobres llenaba, más dinero ganaba. Me hacía como cuatrocientos euros6 al mes trabajando en eso”.

Algunos reclusos de la prisión de Fleury-Mérogis, donde se encontraba Guzmán Betancur, produjeron desmanes y un incendio como protesta por la abolición de una ley de beneficios penitenciarios que había ordenado el recién posesionado presidente Nicolas Sarkozy.

***

Durante el tiempo que estuvo en Fleury-Mérogis, Juan Carlos siguió comunicándose con Bryan McGlinn como si se tratase de un par de viejos amigos. Lo llamaba o escribía por correo electrónico cada tanto para disipar las pesadas horas que significaba estar en prisión. De ese tamaño era la camaradería que ambos habían cosechado en Dublín meses atrás, una suerte de simpatía en la que parecía no importar la distancia ni de qué lado de la ley estaba cada quien.

McGlinn no era el único con el que Juan Carlos mantenía contacto. También se escribía con una de sus tías, una de las hermanas de su madre. No se trataba de que hubiera retomado el diálogo con ella, sino de que lo hacía de modo más asiduo. La verdad es que aquel vínculo nunca se perdió. Juan Carlos había decidido ocultarlo para no inmiscuir a la mujer ni a nadie de la familia en sus asuntos. Es algo que admite públicamente apenas hasta ahora. Aquella tía se había convertido en una suerte de puntal moral desde la primera vez que ‘Jordi’ pisó una cárcel. Había estado siempre allí, pero a los ojos de los demás era como si no existiera.

Ciertamente, la tía no era la única persona importante en su vida en ese instante. Según dijo, había alguien más, alguien a quien conocía desde hacía un tiempo y de quien estaba suficientemente encariñado. Se trataba de una persona por la que estaba dispuesto a abandonar la forma de vida que venía viviendo hasta ese entonces.

Como cuenta Juan Carlos Guzmán Betancur:

“Sin importar que yo estuviera o no en prisión hablaba siempre con la tía Claudia7. Ella es comerciante, vive en Estados Unidos. Se la pasa entre Miami y Aruba porque su marido trabaja allá. Es apenas diez años mayor que yo. Una mujer hermosa, en verdad. No lo digo porque sea mi tía, sino porque en realidad lo es: alta, rubia, muy simpática. Tenemos el mismo carácter, así que nos entendemos muy bien. Nos burlamos de todo por más difíciles que sean las circunstancias. Si la abuela está enferma, nos reímos, si tal o cual cosa, nos reímos.

“Durante las varias veces que he estado preso le he escrito con frecuencia a la tía Claudia. Cuando no, la llamaba una vez por semana y durábamos entre quince minutos y media hora hablando. Nos decíamos CNN porque en ese rato nos poníamos al día en la vida de todo mundo. Básicamente hablábamos de la familia. Le preguntaba por todos y le contaba las cosas que me pasaban en prisión. Aquello me servía como terapia para distraerme. En medio de esas charlas nunca faltaba el consejo de su parte. La tía era de las pocas personas que por ese tiempo me sugería no meterme en más líos. Me insistía en que no hiciera esto o aquello.

“La otra persona era Alfredo, mi pareja8 . Es un mexicano que llegó a mi vida mucho tiempo después que Matt, un novio inglés que tuve. Conocí a Alfredo en una disco un par de años atrás, cuando anduve en Estados Unidos. La verdad es que en un principio todo comenzó mal. Recuerdo que yo me fijaba en él, pero en cambio, él no me miraba. Desde hacía varias semanas le había echado el ojo pero él ni se inmutaba, así que era algo divertido. Luego, un día estábamos en un lugar y él me vio. Nos pusimos a hablar y poco a poco se fueron dando las cosas. Nunca me atreví a decirle que me gustaba, pero la verdad es que desde entonces me encantaba.

“Ahora bien, no creáis que se trata del típico charro mexicano. En absoluto. Es un tío blanco, rubio y de ojos azules. Parece un vikingo, mide un metro con noventa y siete y pesa trescientas libras, aunque es siete años menor que yo. Un verdadero macho. No tiene un pelo de maricón. Incluso es padre de una niña, pero ella vive con su madre en Estados Unidos, en Oregon.

Una de las personas con las que Juan Carlos Guzmán tuvo contacto frecuente lo largo de su carrera delincuencial fue con su tía «Claudia». No importaba que estuviera o no en prisión, siempre le escribía o hablaba con ella al menos una vez por semana.

“Recuerdo bien que fue él quien tomó la iniciativa para conmigo. No al revés. Se me acerca un día y me dice a lo puro mexicano: ‘Oye, ¿te gustaría ser mi putita?’. ¡Vaya capullo! ‘Este tío se gasta su estilo’, pienso. Es rudo, pero me fascina. Así que sin vacilar acepto su propuesta y terminamos siendo pareja. Ahora, incluso, soy su ‘chaparrito’. Es así como me llama. Yo le digo ‘mi osito’. Él es mi propiedad privada y yo, la suya. De hecho cada uno tiene un tatuaje que así lo atestigua. Nos los hicieron los amigos de Amsterdam que son dueños de un tatoo shop. Los mismos tíos que me hicieron la bandera en el brazo y el tatuaje en el dedo. Alfredo tiene su tatuaje en la espalda y yo en la parte izquierda del pecho, sobre el corazón. En el de él se lee: “Propiedad privada de Juan’, y en el mío, ‘Propiedad privada de Alfredo’.

“Alfredo es un tipo bien celoso, así que se toma nuestra relación bien en serio. Falta verlo para saber de lo que hablo. Todo el tiempo está repitiendo por ahí que no le gusta que nadie juegue con sus juguetitos, que sus juguetitos son sólo suyos. Se cabrea con el asunto. Recién nos emparejamos empezó a celarme con otro amigo, un chaval de Quintana Roo que usaba brackets9 en los dientes y de quien Alfredo desconfiaba. Pensaba que yo tenía algo con él. Cada vez que le decía que fuéramos a Cancún me salía con el sarcasmo de que a mí me gustaba ir allá para probar el sabor a metal. Insinuaba que lo que yo quería era besarme con el otro tío. Así que por eso detesta Quintana Roo.

Alfredo es un tipo bien celoso, así que se toma nuestra relación bien en serio. Falta verlo para saber de lo que hablo. Todo el tiempo está repitiendo por ahí que no le gusta que nadie juegue con sus juguetitos, que sus juguetitos son sólo suyos.

“Aquellos celos nunca pasaron a mayores. Al menos no con el chaval de Quintana Roo. Digamos que lo verdaderamente grande llegó tiempo después, luego de que se acabó una reunión de amigos en un piso en el que vivía Alfredo. La gente empezó a marcharse y entonces uno de los chavales se acerca a mí y se despide dándome un fuerte abrazo.

“Luego de que se marchan todos me conecto a internet desde mi ordenador y entro a una sala de chat. Quería terminar una conversación que había iniciado con aquel chaval durante la reunión, una charla que por algún motivo tuvimos que cortar. Así que me siento en un sofá con mi ordenador, pero Alfredo estaba justo detrás mío y yo no me había dado ni por enterado. Cuando menos pienso se para a mi lado y me lanza una patada en la cara que me da justo en el mentón. ¡Puta! Sólo siento una sacudida terrible en la cabeza que por poco y me priva del dolor. Fue como un latigazo. A duras penas alcanzo a ver el ordenador volando por los aires. Cuando logro reincorporarme me doy cuenta que estoy bañado en sangre. Creí que me había tumbado todos los dientes con semejante patada. Como puedo me reviso y veo que me ha abierto la barbilla. Me meto los dedos a la boca para ver si me falta algún diente, pero no. Por fortuna los tenía todos. Como la sangre es tan escandalosa pensé que me había roto algo más que la barbilla, pero no fue así.

“Después de un rato, cuando pude ponerme en pie, fui por mi propia cuenta a un hospital para que me suturaran esa herida. Me quedó una cicatriz en el mentón desde aquel entonces. De ese tamaño es la cosa con Alfredo. Es la forma que tiene de expresar que yo soy suyo y de nadie más. Aparte de esos arranques de furia, es un tío bien especial. El mejor regalo de los pocos que he recibido me lo dio él. Se trata de un reloj Casio que compró por unos pocos pesos una vez que caminábamos cerca del Paseo de la Reforma, en el DF, en México. Recuerdo que pasamos frente a una vitrina y me dice:

—Yo sé que a ti te gustan los relojes caros, pero yo quiero darte este.

“Enseguida entró al almacén y lo compró. Tengo como cien relojes de las marcas más finas, pero aquel es el que más me gusta. Lo conservo aún en su estuche. Ni siquiera lo uso para no gastarlo. Cuando no vamos de compras o a montar bicicleta -que me encanta- me invita a cenar. No hace falta que salgamos a algún sitio, él mismo se encarga de cocinar. El lío está en que a todo le echa picante. Dice que le gusta comer mero picoso. Así que con el tiempo terminé acostumbrándome a comer chiles jalapeños y cuanta clase de ají se me atraviese.

“¡Vaya falta que me hacía Alfredo en prisión! Mientras estaba en Cloverhill y después en Fleury-Mérogis no hacía más que recordarlo. Quería salir de allí e irme con él para el desierto. Anhelaba ir con él a un lugar entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes y rentar allí una tienda. Ya se sabe que ese plan me encanta. El silencio, el viento, poder leer tranquilamente un libro… todo eso es increíble. De todas formas no la tendría fácil con Alfredo. Es de los que prefiere escuchar música en el iPod que leer un libro.

“Alfredo había llegado a mí para ser la razón de cambio en mi vida. Hasta ese momento yo no había amado a nadie tanto como a él. Es un tío bastante calmado y serio. Me decía que no seguiría aguantando mis correrías, que tenía que abandonar ese camino si quería estar con él. Me hizo recapacitar sobre todo eso, ver la vida de otra forma. Ahora bien, no me arrepiento para nada de lo que he hecho. En mi trabajo sólo he robado a millonarios, nunca a gente pobre. No veo nada de malo en eso. He disfrutado haciéndolo y gracias a ello he paseado por medio mundo. Así que la insistencia de Alfredo sólo me llevaba a pensar que era posible alejarme por un tiempo de mi trabajo, no a renunciar a él, no a dejarlo del todo.

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Alfredo, el compañero sentimental del que Guzmán Betancur estuvo más enamorado, le obsequió un reloj Casio que Guzmán atesoraba pese a su gusto por las piezas costosas.

“Durante ese tiempo, Alfredo me invitó a que trabajara con él en un rancho que su padre tiene en Mazatlán, en Sinaloa. Ambos crían ganado allí, aunque Alfredo es agrónomo. Decía que yo les podía colaborar en la administración del rancho una vez que saliera de la cárcel, a mediados de 2007. Se había propuesto emplearme en la oficina. Me había dicho que podía probar en eso y que si no me gustaba podía dejarlo y buscar otro empleo. Incluso que si quería podía dejar de trabajar, que él me sostendría”.

***

Cuando llevaba cumplida la mitad de la pena, en un tiempo no preciso durante los meses que pasó en Cloverhill y Fleury-Mérogis, Juan Carlos recibió una llamada de Bryan McGlinn que logró pasmarlo. Según le dijo el detective en ese momento, las autoridades de Estados Unidos trabajaban en el trámite de un pedido extradición que podría hacerse efectivo una vez acabara su condena en Francia.

Por aquellos días McGlinn había hablado telefónicamente con Andy Swindells, el detective de Scotland Yard, y fue éste quien le comentó del asunto. Según McGlinn, Swindells se habría comunicado a su vez con el detective de Las Vegas Kirk Sullivan y fue éste quien le mencionó lo de la solicitud de extradición. Dijo que estaba trabajando en ella para poder llevar a Juan Carlos a una prisión en Estados Unidos y que la diligencia estaba relacionada con el robo a Daniel Gold en el hotel Four Seasons de Las Vegas, en agosto de 2003.

Sin embargo, lo que Sullivan no le comentó a Swindells era que dentro de muy poco tiempo tendría que abandonar el Departamento de Policía de Las Vegas. Aquella circunstancia obedecía a su jubilación, lo que a la postre constituía un palo en la rueda para el proceso de extradición que venía adelantando. Sullivan era consciente de ese traspiés, pero no podía hacer nada al respecto. Para colmo, pocos días antes el abogado de distrito con el que trabajaba en el asunto también se jubiló. El sujeto que llegó para reemplazarlo fue —según Sullivan— “menos diligente” y dejó hundir el proceso, por lo que al final sólo se logró contar con una demanda local y no con una internacional10 contra Juan Carlos. En otras palabras, las autoridades estadounidenses sólo podrían atraparlo dentro de Estados Unidos y extraditarlo al interior del país, de un Estado a otro.

Los días pasaron y a mediados de 2007 Sullivan finalmente debió pensionarse. Había trabajado durante veintidós años con la policía, diez de ellos en Las Vegas y cuatro de estos detrás de Juan Carlos Guzmán Betancur. Durante el tiempo que le siguió la pista a ‘Jordi’ llegó a sumar un expediente con más de trescientos folios. Aquel material le resultaba tan interesante que incluso faltando pocas horas para dejar su oficina decidió sacar una copia y llevarla consigo a casa.

No había nada más que hacer en ese entonces. Si Sullivan quería a Juan Carlos tras las rejas debería esperar que éste pisara suelo estadounidense. La situación pintaba difícil, por no decir que imposible. Si como detective en activo fue poco lo que pudo hacer para atraparlo, como jubilado sólo le quedaba confiar en que las circunstancias se darían para encarcelarlo algún día, cuando se atreviera a regresar al país y fuera descubierto. La pregunta que por entonces se formulaba Sullivan era en qué momento intentaría entrar de nuevo y, tan importante como eso, con qué identidad pretendería hacerlo.

Durante el tiempo que le siguió la pista a ‘Jordi’ llegó a sumar un expediente con más de trescientos folios.

Luego de que salió de la policía, Sullivan se mudó de Estado. Dejó Nevada para irse con su familia a Kentucky, donde por un tiempo ofició como profesor de inglés y, después, como promotor de finca raíz a través de una pequeña firma inmobiliaria que creó, Sullivan Development. Desde ella promocionaba un proyecto denominado Woodland Heights, un gigantesco condominio localizado en la región de Campbellsville para gente amante de los caballos y con espíritu de vaquero, donde ahora tiene una propiedad. En el 2012 regresó a la aviación. Se vinculó con una pequeña compañía dedicada a la instrucción de vuelo en avionetas y al alquiler de estas, pero después de un par de meses se retiró.

Por un tiempo después Sullivan trabajó como piloto de helicóptero para una firma privada de Texas, la cual ofrece vuelos charter para ejecutivos tanto en ese Estado como en Luisiana y el Golfo de México. Un cambio del cielo a la tierra frente a la rutina de atrapar ladrones a la que se había acostumbrado en Las Vegas, mucho antes de que recibiera la jubilación.

Sobre aquella época en “Sin City”11 Kirk Sullivan recuerda:

“Me encontraba trabajando en una solicitud de extradición contra Betancur, pero el abogado de distrito que iba a hacer esa petición se fue de vacaciones y cuando regresó se jubiló. El nuevo abogado que lo reemplazó fue menos diligente. Por esa razón la única demanda que pudimos interponer contra Betancur fue de tipo local y no internacional. El caso ya me estaba dando una úlcera. Había hecho tanto trabajo para traerlo a Estados Unidos y todo se había detenido de un momento a otro. Parecía como si la Ley no quisiera obrar. Si se hubiera tramitado una reclamación internacional, Betancur habría entrado a una prisión americana tan pronto como terminara su tiempo en Irlanda o en Francia. De todas formas, teníamos radicada ya una demanda contra él y eso me llenaba de tranquilidad. Si llegaba a entrar a Estados Unidos y era capturado, el Estado de Nevada podía reclamarlo.

“Francamente, desde que conocí de Betancur hasta el momento de mi jubilación no hubo un solo día en que no pensara cómo atraparlo. Mientras estuve en activo, mantuve el expediente encima de mi escritorio todo el tiempo para agregarle datos o releer anotaciones. Trataba de dar con una pista que quizás hubiera pasado por alto. Luego, cuando supe que fue atrapado en Irlanda, usé los medios a mi alcance para traerlo a Estados Unidos y meterlo a la cárcel, pero todo fue infructuoso. Después de eso me llegó la jubilación.

Después de su jubilación, el detective estadounidense Kirk Sullivan, quien por años persiguió a Guzmán Betancur, realizó varios trabajos, entre ellos pilotear helicópteros de una empresa que ofrecía vuelos charter para ejecutivos.

“Cuando dejé el Departamento de Policía saqué una copia del expediente y la traje conmigo. La leía cada tanto. Incluso ahora que vivo en Kentucky la conservo. Pensaba que así estuviera jubilado testificaría en contra de Guzmán por los delitos que cometió en Las Vegas. No importaba a dónde tuviera que ir, estaba decidido a testificar si me llamaban para eso. Al final el condado de Clark12 acusó a Betancur por hurto”.

En palabras de Juan Carlos Guzmán Betancur:

“Mantenía comunicándome con Bryan de manera habitual. Alguna vez, en un tiempo que no sé precisar bien, me llama por teléfono y me dice algo de otra posible extradición. No me aclara bien las cosas, pero recuerdo que comienza el cuento contándome:

—¿Recuerdas a Swindells, el policía de Londres?

—¡Cómo olvidar a ese cabrón! ¿Qué hay con él? —pregunto.

—Me llamó el otro día. Estuvimos hablando acerca de ti.

—¿Sobre qué? —inquiero— ¿Sigue cansándote con estupideces acerca de mí?

—Ojalá y así fuera —dice—. Esto es algo mayor… Escucha, al parecer Swindells tiene un nuevo aliado.

“Me quedé en blanco. Bryan andaba como con muchos rodeos aquel día y yo no lograba cogerle ni una. Así que le digo que la suelte, que no le estoy entendiendo un coñazo.

—¿Cómo nuevo aliado? —pregunto— ¿Alguien más aparte de Plowman? Vamos, explícate.

—Se trata del policía de Las Vegas —dice—. Al parecer el mismo que estuvo llamándote la otra vez a Cloverhill.

—¿Y qué te dijo de él, pues?

—Bueno, verás… Según Swindells, el tipo está tratando de extraditarte a Estados Unidos. Parece que tiene bastante terreno abonado en ese sentido.

“La noticia me zarandeó la cabeza. Me costó asimilarla un poco cuando me la dijo Bryan. Ya me imaginaba que el gilipollas detective ese no me había llamado a prisión sólo para insultarme, era lógico que se traía algo entre manos. Sin embargo, no me esperaba que fuera a ser una extradición. Ir a prisión en otro país era algo que no me esperaba tan pronto. Me faltaba más bien poco para salir en libertad en Francia y me encontraba haciendo nuevos planes con mi vida. Aún medio aturdido le pregunto a Bryan:

—¿Una extradición a Estados Unidos, dices?

—Así es. Eso fue lo que me dijo Swindells —respondió.

—¿Y para cuándo será? ¿Sabes qué tan avanzada está esa reclamación? —pregunté.

—No tengo la menor idea. Lo que te he dicho es lo único que sé.

“No hablamos mucho más de eso. Me quedé como en blanco luego de que colgué. Supuse que el tal pedido de extradición estaba relacionado con el robo en el Four Seasons o en el Caesars Palace o con ambos. Después me puse a pensar en la propuesta de trabajo que me había hecho Alfredo y lo que ahora tendría que contarle. Como yo, él también estaba haciendo preparativos para el reencuentro. Me había advertido que estaba harto de mis correrías y que no quería verme envuelto en más problemas, pero la llamada de Bryan me había dejado confundido. No sabía qué esperar. No sabía si despedirme por un buen tiempo de la oportunidad de trabajar con Alfredo o a qué atenerme. A todas estas, la propuesta de Alfredo era la única oportunidad que tenía para dejar mi trabajo y darle un vuelco completo a mi vida”.

Durante ese tiempo, Alfredo me invitó a que trabajara con él en un rancho que su padre tiene en Mazatlán, en Sinaloa. Ambos crían ganado allí, aunque Alfredo es agrónomo. Decía que yo les podía colaborar en la administración del rancho una vez que saliera de la cárcel, a mediados de 2007.

***

Juan Carlos permaneció en Fleury-Mérogis hasta entrado el verano de 2007, cuando recién había cumplido los treinta y un años de edad. La noche antes de salir de prisión fue sacado del pabellón en el que permanecía y conducido al primer piso del complejo, donde ubican a los reos que se encuentran próximos a abandonar el lugar. Se trata de un procedimiento de norma para diligenciar los documentos respectivos. Al día siguiente fue dejado en libertad.

Estados Unidos nunca hizo efectivo el pedido de extradición por los motivos legales explicados por Sullivan. De manera tal que luego de que pisó la calle, Juan Carlos tuvo el mundo a sus anchas una vez más. Por los próximos dos años no se supo mucho más de él. Señala que después de que abandonó Fleury-Mérogis buscó algo de dinero que tenía guardado y rentó por quinientos mil dólares un yate —con tripulación incluida— en la Costa Azul de Francia para recorrer el Mediterráneo. Admite que aquello es la mayor excentricidad que se ha dado en la vida. Quién sabe. Como otras tantas de sus historias, ésa también es un incierto.

Luego de aquel viaje, Juan Carlos habría estado por tres meses en Cannes —al menos así lo asegura—, y luego, a finales de 2007, habría viajado también a Omán, de donde siguió —en el 2008— a Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Bahrein, Kuwait y Siria, lugares en los que dice haber estado siempre con amigos.

Aquel periplo tampoco resulta fácil de comprobar, como sí que a mediados de 2009 apareció en Canadá. ‘Jordi’ no entra en detalles de lo que hizo durante todo ese tiempo, sólo aduce que quería viajar. Afirma que paró de robar en los hoteles y que tenía suficiente dinero guardado como para retirarse una buena temporada. Extrañamente, ni siquiera menciona qué ocurrió con Alfredo en ese entonces. Era como si de repente Alfredo hubiera dejado de existir en esa etapa de su vida junto con su propuesta de trabajo en el rancho de Mazatlán.

Sin embargo, las autoridades manejan otra versión de lo que Juan Carlos habría hecho luego de que salió de Fleury-Mérogis. Una versión muy diferente a la que él sostiene.

El 12 de septiembre de 2007 —sólo tres meses después de que recuperó la libertad— la policía de Ginebra, Suiza, fue llamada para atender una denuncia por robo en una de las suites del exclusivo Four Seasons Hotel des Bergues, un céntrico edificio levantado en 1834 en las estribaciones del norte de los Alpes, junto al lago Lemán.

Aquel día un sujeto que se hizo pasar por uno de los huéspedes entró a una de las suites y sacó varios miles de euros de la caja de seguridad. Cuando la prensa indagó por el hecho las autoridades argumentaron que la investigación estaba en etapa preliminar y que sobre ella pesaba reserva del sumario. Sin embargo, de algún modo se pudo saber que el nombre que había empezado a barajarse como responsable era el de Juan Carlos Guzmán Betancur. La presunción partía de unas imágenes de seguridad en las que se observaba a un hombre con su misma fisionomía.

Con base en ello, el 19 de octubre de 2007 un magistrado suizo emitió una orden de detención contra ‘Jordi’, aunque sobre ella la prensa no hizo demasiado aspaviento. Tiempo después uno de los detectives asignados al caso fue abordado por los periodistas. Preguntado por el curso de la investigación, el sujeto eludió dar respuestas, pero ante la insistencia de los comunicadores señaló escuetamente: “Lo único que puedo decir es que se trata de uno de los más grandes estafadores que he visto en mi carrera”.

 

1 EAW, por su sigla en inglés.

2 Jacques Chirac (gaullista) fue presidente de la República de Francia entre 1995 y 2007.

3 Europol fue el organismo encargado de ejecutar el proceso de extradición de Irlanda a Francia de Juan Carlos Guzmán Betancur.

4 Construida entre 1964 y 1968, es una de las tres principales cárceles de la región de París y es la prisión más grande de Europa. Cuenta con cerca de 730 kilómetros cuadrados de área y una capacidad para 3.800 presos. Fleury-Mérogis está formada por una gran estructura poligonal que encierra cinco bloques, los cuales -a su vez- están conformados por tres edificios de cuatro plantas cada uno. Cada bloque tiene una capacidad para 900 prisioneros. El complejo está dividido en cárcel para hombres (la zona de mayor extensión), cárcel para mujeres y una más para menores de edad, así como un cuartel de la Gendarmería Nacional.

5 Nicolás Sarkozy (conservador), presidente de Francia entre 2007 y 2012.

6 Unos 432 dólares estadounidenses para la fecha en la que se reeditó este libro, en 2022.

7 Nombre cambiado para proteger la intimidad de la persona.

8 Guzmán Betancur aseguró en declaraciones para este libro, en mayo de 2012, que por entonces mantenía una relación sentimental con un sujeto llamado Alfredo. Sin embargo, se desconoce la veracidad de ese testimonio.

9 El término bracktes se utiliza en ortodoncia para referirse a los instrumentos terapéuticos que se ajustan a los dientes para corregir anomalías. Se deriva de la traducción de la expresión ‘braces’, en inglés.

10 El 16 de julio de 2006 la Corte de Nevada emitió una orden de detención contra Juan Carlos Guzmán Betancur en caso de entrar a Estados Unidos, así como una orden de extradición interna con la cual podía ser enviado de un Estado a otro dentro del mismo país. Estados Unidos nunca llegó a diligenciar una solicitud de extradición internacional contra Juan Carlos Guzmán Betancur.

11 En castellano, “Ciudad del Pecado”, una de las denominaciones que recibe Las Vegas.

12 El condado de Clark, en el Estado de Nevada (EE.UU.), comprende la ciudad de Las Vegas.