Relatto

Arte y resistencia: entrevista con Ai Weiwei

por Avatar Relatto

Nuestra cita está fijada un sábado a las seis de la mañana, hora de Monterrey. Ai Weiwei, el famoso artista chino, reconocido por su activismo y sus gigantescas instalaciones, se encuentra en Portugal, y desde allí atiende la entrevista por zoom.

Debo reconocer que me tiemblan las piernas, no solo por el frío (en ese día amanecimos a cero grados centígrados en el norte de México) sino también por los nervios. Ai Weiwei es uno de esos artistas que, por diferentes razones, ha influido mucho en mi vida y en la de tantos profesionales del arte.A sus 64 años, a Ai Weiwei no le tiembla el dedo medio de la mano a la hora de mostrárselo al poder. Creció en el exilio en el desierto Gobi, al norte de China, tuvo que cavar su propia casa con las manos y conoció desde muy niño el significado de trabajos forzados. Pero más allá de sus vivencias, su obra, por sí misma, ha impactado en todo el mundo y sus proyectos están en los más importantes museos. Son enormes, estridentes, levantan polvo, remueven escombros, hacen noticia, y dejan al gobierno de China (y a los de otros países) en evidencia, sin poder esconder la corrupción y sin saber cómo argumentar o acallar su voz. Quienes lo encarcelaron o torturaron en el pasado, ahora saben que les iría muy mal si lo intentaran de nuevo, debido al enorme alcance que tienen sus ideas y su rebeldía.

Ai Weiwei and Ai Qing en la finca 852 en la provincia de Heilongjiang, China, 1958.

—Quisiera comenzar preguntándote por tu padre. Él fue un destacado poeta del partido comunista chino que pasó de ser respetado por el régimen al exilio por defender a los artistas y alentarlos a rebelarse. ¿Es correcto decir que sus palabras definieron tu postura crítica y tu carrera como artista y activista?

—Sí, mi destino está muy relacionado con el pasado y, por supuesto, hay muchas similitudes, aunque también muchas diferencias.

Ai Weiwei con Ai Qing en la plaza de Tiananmén, Beijing, China, Noviembre de 1959.

—Apenas tenías un año cuando enviaron a tu padre al exilio en el desierto de Gobi. Prácticamente creciste allí. ¿Cómo fueron esos primeros años?

—Primero fue el exilio. Mi padre estuvo exiliado desde el comienzo de mi vida, hasta cuando tuve unos veinte años. Para entonces habíamos experimentado ya la extrema crueldad del castigo de este Estado autoritario. El Estado comunista, para ser precisos. No es que él haya formado parte del comunismo, totalitarismo o autoritarismo. Se le prohibió escribir. Fue castigado, exiliado a la parte más remota del desierto de Gobi y obligado a hacer trabajos forzados. Así transcurrieron los primeros veinte años de mi vida; algo extremadamente difícil. Básicamente esto fue para mí una lección no sólo física o material, sino emocional. Estuve mental y espiritualmente aplastado por dentro. Me sentía amenazado. Cualquiera tendría miedo de vivir en este tipo de condiciones. Esta situación duró mucho tiempo y no sabíamos cuándo cambiarían las cosas, tampoco podíamos soñar con ir a una capital o una ciudad más grande. Pensábamos que no podríamos irnos jamás y que pasaríamos el resto de nuestras vidas allí. Sufríamos al igual que todos los demás que vivían en el desierto. Pero así era mi vida, así fue mi infancia. Si miro hacia atrás, no veo las cosas como una historia triste; pero eso sí, como algo que me enseñó mucho. Fue una lección.

—Un artista que visitó el desierto de Gobi, me contó entre otras cosas, que allí no existe la noción de “discapacidad”. Para los nómadas las cosas son como son, no cuestionan si una persona puede mejorar o rehabilitarse. ¿Quizás en nuestra sociedad existe una obsesión por uniformar, optimizar y estandarizar lo que conocemos como “calidad de vida y bienestar”?

—Creo que lo que dijo el artista está claro. Sea cual sea el vocabulario que utilizan los nómadas para referirse a la felicidad, a la motivación positiva o individual, la realidad es que la palabra “soñar” ¡no existe! Uno vive en el desierto de Gobi como lo hace la hierba, ni siquiera como un animal, sino como una hierba. Esto significa que uno no tiene en realidad ninguna actividad de pensamiento; uno está sólo siguiendo instrucciones. Así es como se sobrevive ahí. Uno no tiene derecho a cuestionar, a discutir o incluso a pedir una explicación.

—Según tengo entendido, tuviste que cavar tu propia casa en el suelo, recolectar madera e incluso fabricar tus propios muebles. Te has referido a esos años como una «lección de supervivencia…”.

—Creo que ya sólo podrían quitarme la comida si quisieran meterme realmente en problemas. Si lo pienso ahora, es un tesoro, porque aprendí a hacer que las cosas sucedan y eso es crucial para poder ser un artista como el que soy hoy. Disfruto de esa alegría cuando consigo que algo pase, y sé cómo hacer que suceda. Es una lección que aprendí en mis primeros años de vida y es un aprendizaje que atesoro. No me imagino cómo hubiera podido sobrevivir sin ese tipo de aprendizaje.

—Supongo que esos aprendizajes sobre técnicas y materiales de construcción durante esos años en el desierto tienen una relación directa con tu posterior interés por la arquitectura.

—Oh, sí, es como si siempre hubieras sabido cómo cocinar, o si siempre hubieras sabido cómo construir. Eran nuestras habilidades de supervivencia.

Ai Weiwei en el Lower East Side de Nueva York, 1985.

—Es por eso que la idea de construir tu propio estudio (en Sahnghai) era tan importante para ti? Porque en 2011, cuando las autoridades chinas te avisaron de su inminente demolición, te enfrentaste a ellas y te detuvieron. Aún así ofreciste una cena para 800 personas para celebrar el derribo, a la que no pudiste asistir por estar en la cárcel. Y sirvieron cangrejo, palabra que en chino también suena a censura, ¿verdad?

—Sí, planeé y construí durante cuatro años un estudio poderoso. De repente, sin ninguna explicación me dijeron: “tiene que derribarlo”. Me animaron a construirlo y luego cambiaron de opinión. Así que no había explicación. ¿Cómo lidias con este tipo de decisión tan incómoda y absurda? No hay racionalidad que pueda hacerle frente, excepto el humor. Así que decidí hacer una fiesta para celebrar que el edificio sería derribado. Puse una nota en Internet, y respondieron mil personas, incluso a miles de kilómetros de distancia, diciendo que iban a traer a sus hijos, que querían ver cómo se derribaba un edificio tan hermoso.

Creo que esto fue muy positivo. Y, al mismo tiempo, creo que un edificio no es nada. Si un edificio no cumple con su propósito, su existencia implica un sinsentido. De todas maneras este edificio fue derribado ante los ojos de la gente, que entendió cuánto autoritaritarismo y cuánto odio tiene el gobierno hacia la arquitectura y el arte, especialmente hacia un artista como yo. Así que para mí significó un evento que me conmovió, un momento muy significativo y ceremonial. Por supuesto que durante esas horas sentí mucho miedo, me detuvieron y me dijeron “Oye, no puedes ir a la fiesta”. Pero incluso aunque no fui a la fiesta, de todas formas asistieron ochocientas personas allí para la celebración.

En cuanto a las palabras eran “Cangrejo de río” (河蟹 / Héxiè) y “Armonioso” (和諧/Héxié). Esta última es una palabra muy política: “Sociedad Armoniosa” (también conocida como Sociedad Socialista Armoniosa; un concepto socioeconómico en China que se reconoce como una supuesta respuesta a la injusticia y desigualdad social que se incrementan cada vez más en la sociedad de la China continental como resultado del crecimiento económico descontrolado).

—En el año 2008, para los Juegos Olímpicos de Pekín, se inauguró el estadio Nido de Pájaro, diseñado por ti. Imagino que en ese momento el gobierno te tenía en alta estima. Sin embargo, ese mismo año mostraste la pieza titulada “Straight”, un homenaje a las víctimas del terremoto de Sichuan que fallecieron por la negligencia del gobierno chino. ¿Fue esa pieza en particular la que activó las alarmas del gobierno en tu contra?

—Creo que mis actividades desde 2005 se hicieron cada vez más ruidosas, cuestionando directamente la credibilidad y también la legitimidad del poder. Así que adquirí paulatinamente mucha fuerza, de una manera especial dentro de la historia de mi país. Creo que nunca antes había existido una persona con un perfil como el mío, y no creo la haya en el futuro. Lo que pasó es que no supieron cómo lidiar con eso hasta 2008, cuando realicé una investigación de campo y descubrí que los estudiantes de las escuelas públicas murieron aplastados debido a que los edificios de las escuelas fueron construidos bajo el mando de una administración corrupta. No pusieron el acero y el cemento correctos; era una construcción muy barata, y por eso se derrumbó. Miles de estudiantes desaparecieron y el gobierno se negaba a revelar el número exacto, así como los nombres de las víctimas. De tal manera que organicé la búsqueda, fui al pueblo y recorrí puerta por puerta, familia por familia; reuniendo los nombres para poder encontrar a esos alumnos. Publicamos los resultados día a día, nombre por nombre, hasta que nos frenaron porque estábamos llamando demasiado la atención. Expusimos al gobierno y su corrupción. No tenían palabras para confrontarme. Luego, por supuesto, me golpearon y me metieron en la cárcel. Trataron de manchar mi nombre con todo tipo de acusaciones para lastimarme y tratar de hacerme desaparecer del ojo público.

Straight, 2008-2012 (Exhibition view at the Brooklyn Museum, New York, 2014).

—Recuerdo tu caso como el del primer artista censurado, encarcelado, amenazado o perseguido que logró conmover al mundo a través de una protesta masiva en las redes sociales. Creo que ni siquiera tú (con casi 300.000 seguidores en Twitter en ese momento) lo llegaste a dimensionar. El hashtag #Freeaiweiwei logró unir a millones de personas a tu alrededor; incluso a muchos que no te conocían ni a tu arte. ¿Cómo fue tu reacción cuando te enteraste de lo que sucedía?

—No tenía idea de haber contado con tanto apoyo del público, pues estaba en total aislamiento. No podía llamar a mi madre, ni podía conseguir un abogado. Pero luego me di cuenta de que había una voz muy fuerte que me apoyaba y, por supuesto, eso me dio algo de fuerza. Aunque siempre he tenido la fuerza para defender y hacer humor con la libertad de expresión. Lo obtuve de mi padre.

—Retrocedamos a 1981, cuando llegaste a Nueva York. ¿Es cierto que tenías la intención de ponerte en contacto con Andy Warhol? ¿Pudiste conocerlo?

—Bueno, Warhol falleció en 1987, así que yo estaba allí y él todavía estaba muy activo. Ya no estaba muy presente, pero siempre asistía a las fiestas e inauguraciones. Así que nunca lo conocí personalmente, pero siempre lo vi en las fiestas.

—Imagino que el nivel de fiestas era genial.

—Ese fue un momento en el que el mundo del arte era mucho más pequeño y, por supuesto, todavía no había ninguna posibilidad de que alguien como yo fuera parte de él. No estaba realmente preparado.

—Warhol era hijo de padres inmigrantes que también habían experimentado las primeras etapas del comunismo. Creo que por eso su visión del capitalismo no era para nada superficial y su fijación por cuestionar el significado de lo «popular» se sigue analizando hoy día. ¿Cuál es tu posición frente a esto?

—Bueno, el capitalismo… Para entonces (década de 1980) todavía se consideraba la mejor oportunidad para la sociedad humana. Al mismo tiempo creo que el capitalismo es la peor ideología humana de la Historia. Hace que los ricos se vuelvan súper ricos y a los pobres los deja desesperados, sin posibilidades, sin futuro. Creo que esta es la condición actual del panorama global. El capitalismo sigue dividiendo a la sociedad en pocas personas súper ricas y las demás muy pobres.

Urna de la dinastía Han con logo de Coca-Cola, 1993.

—Crees que en este momento actual, con tecnologías como NFT y Blockchain, y con la difusión de la educación a través de Internet, sería posible concebir algo así como el capitalismo colaborativo?

—No, no es posible. No tiene nada que ver con atacar la existencia básica del capitalismo. Aún así, el capital todavía se dirige hacia un número muy reducido de personas.

—Realizaste entrevistas con artistas chinos, que publicaste en la década de los noventa en la serie de libros The Black, White and Grey Cover, con el objetivo de fortalecer la escena artística china. ¿Cómo surgió esa idea?

Pienso en los artistas como individuos, pero también como grupo. Como artista tienes que crear tu propio entorno. Esto significa crear una manera propia de tener conversaciones y de comunicarte; de aprender y animarte a compartir ideas; de construir un movimiento propio. Para ese entonces (los años noventa) esas habilidades eran imposibles para un individuo en China. Como artista, uno siempre tenía miedo de expresarse. Es decir, sí, uno como artista es buenísimo para expresarse, pero surgía la duda sobre ¿quién estaba escuchando o cómo era el ambiente cultural que recibiría ese mensaje? Por lo tanto, pienso que es necesario que los artistas —incluso si son pocos amigos o grupos— se propongan algunas metas que alcanzar y que estén activos. Esto es sólo una onza de lo que en realidad se necesita: tener cierta actividad; de lo contrario no existes. Especialmente cuando uno es joven, realmente hay que profundizar en esa dirección.

Ai Weiwei en Lesvos, 2016.

—Recientemente publicaste tus memorias 1000 Years of Joys and Sorrows, ¿Cómo ha sido esta experiencia?

—Desde el punto de partida, escribir el libro me tomó diez años. Gran parte provino de la investigación y de un arduo estudio sobre la situación política. Por supuesto, necesité mucha disciplina para también entender el idioma y poder dejar clara la estructura. ¡Los invito a que lean el libro! Es una experiencia muy significativa para mí. Es algo que necesitaba hacer. De lo contrario no sería capaz de entenderme a mí mismo, entender a mi padre o incluso entender a China. Así que, bueno, este es un buen camino para empezar. Y sí, tengo una sensación de logro porque se podría decir que fue todo un viaje para poder ir del punto A al punto B o al C. Así que es muy esclarecedor poner los pensamientos y los recuerdos por escrito.

—Por último, ¿crees que es importante conocer la biografía, la vida y los antecedentes del artista para comprender realmente su trabajo?

—Si se trata de un artista especial, entonces sí tendrá algo especial. Y si no hay nada especial, entonces no habrá nada especial que saber. Así que depende del tipo de pasado moral o estético del artista que estemos hablando. Pudo haber tenido una vida muy complicada, así como pudo haber sido muy fácil. Hay muchos tipos de artistas.