Por CARLOS COLINA
Amor líquido
La socialibilidad de nuestros días es, en gran medida, un juego intermitente y sin fin de conexión y desconexión mediada. En Amor líquido (2005), una de las obras cimeras del sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman, se describe de modo perspicaz la fragilidad de los vínculos sociales en la contemporaneidad. Desde nuestros brazos-móviles celulares, un clic basta para aceptar una amistad, otro clic es suficiente para dejar de seguirla o bloquearla. Hoy día puedes ser un influencer pero mañana puedes ser cancelado. En el amor no está de moda una relación “para toda la vida”. Un desacuerdo y confrontación de mediano alcance e inclusive una diferencia menor es suficiente para sustituir el miembro de la pareja por uno nuevo y mejorado que se puede encontrar en una página de citas on-line. “El amar, en definitiva, se abstiene de prometer un camino fácil a la felicidad y el significado…” (2009, 159).
En las redes digitales se conforman comunidades de individuos, en las cuales es muy fácil entrar y salir; a diferencia de lo que pasa con las comunidades tradicionales, donde las alcabalas de la membresía son más duras e inflexibles. Las redes sociales son maleables y reformulables a voluntad. Acepto y bloqueo de manera volitiva, con lo cual crece o decrecen mis contactos y mis grupos de interés. Se poseen varias filiaciones sin ningún problema porque se tiene una suerte de lealtad a la carta, sin el temor de ser acusados de traición. Las añosas comunidades integradoras existen en los niveles sociales más bajos.
Las redes sociales se constituyen en cámaras de eco (2021) de nuestras propias creencias y opiniones. Nos terminamos por aislar de los diferentes y nos conectamos con las personas que piensan como nosotros. Si bien “Internet” une a personas de variopintos lugares, crea brechas divisivas entre la gente como nunca antes.
Igualmente, Bauman identifica atinadamente el carácter volátil, vulnerable y frágil de las identificaciones en la modernidad líquida, fase sometida a un cambio vertiginoso y ubicuo, donde no podemos erigir un proyecto de vida para siempre; y ligarnos a una institución hasta la jubilación. Estas identidades están permanentemente en statu nascendi (2021). Continuidad y discontinuidad acompañan su devenir. “Debes convertirte en alguien diferente de quien eres’, reza la máxima social. La autocreación y autoafirmación identitaria constituyen una tarea permanente. Y es también autodeterminación”: el arte de “ser tú mismo”, con seguridad una de las artes más exigentes, consiste en rechazar y repeler con decisión definiciones e “identidades” impuestas o insinuadas por otros… (Frisch, Max, citado por 2009, 101). Los tropos de “echar” y “levar anclas” son más adecuados para definir estas identidades que las de raíces y desarraigo. A los grupos secundarios se les ofrece solo una lealtad provisional y coyuntural.
El apocalipsis de la globalización
El ensayista Zygmunt Bauman planteó, en su momento, que la globalización, sin frenos, nos llevaría ineludiblemente a la catástrofe planetaria. Con los efectos que se asoman del cambio climático y la pandemia del COVID-19, parecería una prognosis acertada. No obstante, a pesar de que algunos aspectos de sus descripciones son acertadas, no es así con la etiología de los fenómenos. El camino posee turbulencias pero también bifurcaciones.
En consonancia con su ascendencia frankfurtiana, Bauman realiza un análisis unidimensional y reductor de la globalización y “del capitalismo”. Para el autor polaco, la globalización es exclusivamente perversa y anárquica, parasitaria y predatoria. No da muchas esperanzas sobre una situación contraria porque no habría, supuestamente, una fuerza complementaria en la balanza. La globalización estaría atravesada por fuerzas descontroladas que rompen las fronteras estatales y afectan la soberanía territorial de poblaciones heteróclitas y vulnerables. No se han internacionalizado de manera concomitante las instituciones políticas y jurídicas de control de los fenómenos en desarrollo. Este proceso nunca ofrece libertad y seguridad de modo simultáneo, en cualquier alternativa societal existente, por el contrario, genera inseguridad e injusticia. La globalización negativa es… “la globalización altamente selectiva del comercio y el capital, la vigilancia y la información, la coacción y el armamento, la delincuencia y el terrorismo…” (2011, 125). Su argumentación desarrolla el manido credo anti-neoliberal que apenas esconde un anti-liberalismo a secas y la negación del necesario énfasis en las libertades individuales.
Para este intelectual polonés, la globalización tecnológica y “capitalista” genera progresiva e ineluctablemente desempleados, o seres humanos residuales (Bauman, 2021). En la nueva condición de conectividad e interdependencia universal y generalizada, todos somos afectados por las acciones de los demás y los afectamos. Nadie es invulnerable. “Todos estamos en peligro; todos somos peligrosos para los demás. Sólo hay tres papeles posibles que representar: el de perpetradores, el de víctimas y el de daños colaterales… (2011, 127). Más que a riesgos calculables estamos enfrentados a peligros inusitados e inciertos. La imagen del progreso se corresponde ahora con la de los programas de telerrealidad de El Gran Hermano o El rival más débil. La expulsión es irrevocable. La exclusión no es un mero residuo del progreso sino su producto y función principal. Al temor a la muerte física se le agrega el miedo a esta muerte metafórica. Bauman soslaya que, a pesar de que el renovado individualismo es una tendencia reconocida por diversos autores, también han resurgido redes de solidaridad enmarcadas en movimientos sociales o fuera de ellos (léase tribus maffesolinas).
A la manera marxista, ignora y desdeña el importante papel del mercado para la democracia, cuestión que los venezolanos conocemos a diario. Si es cierto que el consumismo es una tendencia que deberá ser revertida, de cara a un desarrollo sostenible, en un contexto de transición ecológica, también lo es que una libertad de consumo mínima, indispensable para ejercer la ciudadanía.
Las posibilidades libertarias de Internet y el uso de las redes sociales por parte de los movimientos sociales constituyen una dimensión eludida por el autor. Desde la denominada Primavera Árabe hasta el reciente estallido social en Cuba, el ciberactivismo ha jugado un papel crucial en la defensa de libertades culturales y políticas, en contra de sistemas autoritarios y totalitarios. Importantes movimientos sociales se valen de la red de redes en su lucha por revertir tendencias culturales retrogradas en occidente en general. Oriente comienza a mostrar algunas grietas.
El autor eslavo obvia que la interconexión sistémica de la globalización evidencia también la posibilidad de la emergencia de una conciencia y ética planetarias; y que la globalización ha posibilitado la acción del movimiento de antiglobalización que él mismo ha influenciado desde los años noventa, como para socavarle, cínicamente, cimientos a su argumentación.
En la globalización baumaniana se genera una sustitución simple de grupos y asociaciones de base territorial por redes sociales “… para las que no importa el espacio físico y que han cortado ataduras con lo local” (2011, 225). De esta forma, el autor desconoce las diferentes interrelaciones, imbricaciones y combinaciones de lo global y local.
Para este sociólogo de origen judío, los problemas que causa o refuerza la globalización son globales y solo pueden resolverse a esa escala. El reto de este siglo es religar nuevamente el poder y la política (2021). Esto es verdad, solo a medias, porque las respuestas tienen que ser también glocales.
La globalización del miedo
En este tema en específico, el aporte y la vigencia del autor son indubitables. Nuestra contemporaneidad esta signada por el miedo y sus paradojas. El fantasma de la inseguridad recorre todas nuestras calles. El estado de incertidumbre endémica nos confronta continuamente con lo improbable y nos asechan los peligros y los riesgos más inauditos. La pandemia ha abierto un nuevo ciclo intensivo de miedos.
Desde hace aproximadamente dos décadas, asistimos a la implantación de sistemas de vigilancia masiva de la vida cotidiana del ciudadano común, tras el acontecimiento del 11S y la renovada lucha contra el terrorismo. De resultas, se conforman categorías sospechosas de personas con determinados rasgos estereotipados. Las ciudades se fragmentan y surgen bunker citadinos.
El sentimiento de inseguridad en la vida en la modernidad líquida suscita una profusión de temores. La obsesión por la seguridad y la adicción al miedo son cada vez más comunes en las naciones más modernizadas. Asistimos a una cascada de alertas de seguridad y concomitantes estallidos de pánico. La promesa moderna de controlar todas las amenazas para la seguridad humana, mediante la aplicación de la ciencia y la tecnología, se ha cumplido solo parcialmente.
El Estado de seguridad personal reemplaza al Estado de Bienestar y se legitima en la defensa de un orden público amenazado, centrando sus políticas y medidas en la criminalidad. Las libertades civiles se ven claramente amenazadas en la lucha antiterrorista, que más que prevenir el acto en sí, incrementan el miedo y la sensación de emergencia. En la manipulación del miedo, los guardianes del orden pueden confundir a cualquiera como portador de esa amenaza. Este Estado emergente no tiene vocación democrática y se inspira en el miedo y la incertidumbre, dos clásicos enemigos de la confianza, que es un elemento que nutre a la democracia y supo alimentar con creces al Estado Social (2021).
Dentro de un ritmo vertiginoso de cambios, tendemos a focalizarnos en ciertos riesgos que creemos controlar, ante los innumerables e inusitados peligros que se advienen. Al igual que J. Martín Barbero, nos habla de los medios del miedo:
…la exhibición de amenazas a la seguridad personal ha pasado a ser un importante (quizás el más importante) recurso en las guerras de los medios de comunicación de masas por los índices de audiencia, lo que ha redundado aún más en el éxito de los usos comercial y político del miedo… (2011, 186).
El equipamiento tecnológico y científico de punta no ha disminuido los sentimientos de inseguridad e impotencia, que campean sin cesar. La solución de los problemas se privatiza y se abandona a la gestión individual. No obstante, la seguridad e inseguridad de los ciudadanos, inclusive distantes territorialmente, se afectan mutuamente. Si no se soluciona la disparidad mundial en el proceso de vacunación, el coronavirus y sus mutaciones persistirán indefinidamente.
Los pesados grilletes del marxismo
El discurso baumaniano puede ser tediosa y tendenciosamente marxista como incisivo, lucido y acucioso; ora simplificante y anacrónico; ora novedoso y original. En ocasiones, las más oxidadas y manualescas nociones marxistas se adosan para estorbar una descripción excepcional de un fenómeno crucial. A veces, sus escritos encantan, en otras circunstancias, aburren hasta el incordio. Verbigratia, en el análisis de El arte de la vida (2009), el filósofo mostrará toda su enorme potencia intelectual, y sus anclas inerciales. Bauman nos demuestra las ambivalencias y paradojas de la felicidad, su carácter de desiderátum imposible. pero siempre imperiosamente renovado, en su afán fútil de domeñar lo incierto. No hemos podido lograr sus precondiciones, a saber: libertad y seguridad, entrelazadas. En este tema nos mantenemos en la oscuridad que señaló Séneca en la antigüedad clásica (2009), al menos en Occidente, podemos precisar.
Aunque señala explícitamente al comunismo, junto al nazismo, como una de las dos versiones del totalitarismo del siglo XX y de sus regímenes de opresión y terror, no hay una mínima identificación de la responsabilidad de la teoría/ideología marxista (y menos aún su deconstrucción) en el germen de dicho totalitarismo de izquierdas, en donde la mayoría conformamos otra suerte de infraclase. Omisión que comparte con buena parte de la academia occidental.
No dice nada de cómo la emancipación franfurtiana, de la primera y segunda generación, se ha transformado siempre en horror, en los hechos, y que es una trampa siempre redituable. Con la falacia religiosa de que cualquier error (horror) de cualquier proceso, es producto de la distorsión en la aplicación de un marxismo original: prístino, inmaculado e incruento.
A pesar de que plantea que el pensamiento crítico debe replantearse continuamente, este académico no lo hace en aspectos cruciales. Si todo discurso está determinado por sus condiciones sociales e históricas de producción —que es un aporte singular del marxismo—, ¿por qué el discurso marxista tendría que estar al margen de esa circunstancia? Sus análisis del consumismo le agregan muy poco a los planteamientos de la Teoría crítica, Baudrillard y Erich Fromm, que forman parte ya de cierta doxa.
No obstante, los pesados grilletes del marxismo no lo encerrarán del todo en el determinismo de marras. Aceptará cierta agencia del sujeto dentro de una circunstancia específica y concreta, en la conformación de su vida (2009).
En su alegato parcial, podemos decir que, además de que puede ser, más de una vez, especialmente agudo en algunos análisis temáticos concretos, en su vida profesó la ética de la alteridad como filosofía primera (Levinas), la solidaridad con los más vulnerables y la necesidad de crear bienestar para todos. Según Emmanuel Levinas, la responsabilidad por el otro es el núcleo esencial de mi subjetividad. “Soy porque soy para otros. Para todos los intentos y objetivos prácticos, ‘ser’ y ‘ser para otros’ son sinónimos…” (2009, 147).
Encontramos un continuo llamamiento de solidaridad con la denominada infraclase y los refugiados:
Ser recluido en un campo de refugiados supone haber sido excluido del mundo y de la humanidad. Los refugiados no sobran, sino que resultan superfluos. Se les ha cerrado el camino para regresar a la patria que han perdido. Y, además, a los internos de los campos se les sustraen todos los rasgos que los dotan de identidad, con una excepción: el hecho de que son refugiados. Sin Estado, sin hogar, sin una función, sin papeles… 115.
Igualmente, ya no como sociólogo o filósofo, sino como ser humano, manifestó una humildad modélica. A pesar de una prolífica obra que sobrepasa cinco decenas de libros y la centena de ensayos de proyección internacional, se llegó a autocalificar de superficial y a dudar de su trascendencia (2021). A la larga, la lectura de su legado no nos defrauda por completo, no sólo por su sabiduría enciclopédica, sino porque nuestra paciente minería intelectual encontrará varias gemas; después, claro está, de dinamitar y excavar acuciosamente en algunos de sus yacimientos textuales.
Referencias
Bauman, Zigmunt (2005) Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: FCE.
(2005) Identidad. Buenos Aires; Losada.
(2006a). La globalización. Consecuencias humanas. Mexico: FCE.
(2006b) Modernidad Líquida. Buenos Aires: FCE.
(2007) Libertad. Buenos Aires: Losada.
(2009a). El arte de la vida. De la vida como obra de arte. Barcelona: Paidós Ibérica.
(2009b) Vida de Consumo. Mexico: FCE.
(2011) Miedo Líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Buenos Aires: Paidós SAICF.
(2013) La cultura en el mundo de la modernidad líquida. Mexico: FCE.
(2021) Vivir en tiempos turbulentos. Conversaciones con Peter Haffner. Barcelona: Tusquets.