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Zulianos inolvidables: Sixto José Márquez Martínez

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Por LEÓN SARCOS 

         A doña Egda Barrios Sevillano de Márquez

Constructor de caminos y horizontes, lo proclamaron quienes lo amaron y respetaron como un distinguido ingeniero civil, haciendo honor a su definida y entusiasta vocación de servidor público desde el sector privado. Formó parte de una pléyade de estrellas de la ingeniería agrupadas en una de las promociones más prolíficas de la historia democrática: la Juan Manuel Cajigal (1945), egresada de la Universidad Central de Venezuela y a quienes debemos la edificación de gran parte de la infraestructura del país.

Siempre mantuvo un bajo perfil, pero cuando se trató de enfrentarse a los magnates del monopolio financiero en el país dio un paso al frente, no importando a qué costo, por los ahorristas del Banco Latino. Fue un bregador en el ring de la vida y la empresa, de ahí el sobrenombre de Tigre. Sabía observar a la distancia, ser cauteloso y avanzar con sigilo cuando le tocaba pelear, porque poseía las virtudes del felino al que Borges profesaba fría admiración: don de la oportunidad, conocía cuándo era el momento propicio de caer sobre su presa y emplearse a fondo para conquistarla o apretar duramente al adversario y conseguir que este aflojara para obtener la victoria en cualquier terreno.

Nace el Tigre Márquez

Nació en Machiques, el 16 de octubre de 1923, tercero de una familia de ocho hijos, en unos años –según Rafael José Vargas, uno de los cronistas de ese municipio– en los que, en Machiques, el tiempo era muy largo. Los años se amontonaban sin que a nadie le preocupara la cuenta. Trabajo y recogimiento. Después del día, la noche y así siempre. Solamente el día y la noche. Nada más. Como si en el poblado se viviera sin tiempo o en la eternidad. Inclusive la muerte era para ellos la esperanza mayor, porque entonces verían directamente al Creador de todas las cosas.

Fernando Chumaceiro Chiareli, en el exordio a su biografía, es en mi sentir, quien ha hecho la semblanza más precisa y puntual del Tigre Márquez: En el hogar de Paulo Emilio Márquez Colmenares y Carmen Teresa Martínez Atencio tenían que formarse hijos que tuvieran vocación de patria y anhelos de superación personal… De no haber sido un ser humano, Sixto José Márquez Martínez hubiera sido un cristal de roca, transparente pero inquebrantable. Así ha sido su vida. De diálogos directos, nunca oblicuos. De verdades pregonadas a los cuatro puntos cardinales. Nunca sinuoso, siempre directo.

Sixto Márquez Martínez, iniciará la carrera de ingeniería en 1940 en la Universidad Central de Venezuela, donde solo existían cinco facultades: Medicina, Ingeniería, Odontología, Derecho y Farmacia. No era nada fácil en aquellos años hacer los estudios universitarios. Había que tener tesón, vocación y un gran espíritu de superación. Los profesores establecían niveles de exigencia en cuanto a rendimiento, muy superiores a los actuales. Especialmente en el caso de los profesores Eduardo Calcaño Sánchez, matemático y físico, rector de la cátedra de geometría descriptiva desde 1895 y de José Sanabria.

Muy pronto su natural inteligencia, jovialidad y un aguzado sentido del humor, lo harán destacar en el grupo y, a su vez, integrarse en una grata camaradería que los años y las diferencias temporales no podrán extinguir en el grupo de buenos amigos que cinco años más tarde serán los destacados miembros de una de las promociones modelo para muchas generaciones de ingenieros venezolanos.

Sixto Márquez Martínez siempre tuvo un espíritu independiente y sabía que ella, la independencia, solo se gana con disciplina, trabajo y responsabilidad. Por eso desde temprano, apenas terminaba el tercer año de la carrera, consiguió la oportunidad de ganarse la vida por sus propios medios. Uno de sus compañeros de clase y, en su momento, de promoción, Jaime Santos Estella, miembro de la directiva de Industrias Pampero y amigo de Alejandro Hernández, el mayor accionista, le abriría el camino incorporándolo a un proyecto encomendado por la empresa: construir las bases de un trapiche en la hacienda Santo Domingo, en Tejerías, para realizar el montaje de una torre de destilación que se había importado; además de ochenta viviendas para los trabajadores y una casa residencial.

En cuarto año –según Federico Wulff, otro de sus futuros compañeros de promoción– Santos Estella, Andrés Sucre y el Tigre Márquez, consiguieron empleo en una empresa constructora que se llamaba UNICA, donde trabajaban en estimaciones de cálculo de viga continua. No tenían hora de entrada y de salida. Les encargaban algunas y, cuando se iban, les cancelaban de acuerdo con el número de vigas calculadas.

Estas iniciativas le permitieron al futuro ingeniero y constructor, sentirse en la obligación de escribirle una carta a su padre Paulo Emilio Márquez, donde le decía con afecto y respeto, que lo libraba de la obligación que representaba enviarle la mensualidad para costear sus estudios y la estadía en la capital; pero, además, esta experiencia laboral le permitió comprar su primer automóvil, un confortable Dodge azul, muy útil en su tiempo para el estilo de su galanura.

El 28 de julio de 1945, será un día de los de mayor satisfacción en la vida de Sixto Márquez Martínez, pues se le concederá el título de doctor en Ingeniería con su tesis: Proyecto de un marco múltiple de concreto armado. Su propuesta escrita y, más que escrita, dibujada en una caligrafía plena de luz, habla de su temperamento equilibrado, de un muy alto ego y una serena cautela que le harán avanzar sobre seguro en cada paso y cada desafío.

Será el ingeniero número 905 inscrito en el Colegio de Ingenieros de Venezuela, el 21 de septiembre, dos meses después de presentar su tesis. Ahora es apodado cariñosamente el Tigre Márquez, por sus habilidades naturales para conquistar y negociar. Su promoción, la Juan Manuel Cajigal, de la que egresa, constituye una avanzada profesional única. Ella merece la atención de los investigadores para realizar una indagatoria conclusiva de sus muchos aportes al desarrollo de la ingeniería, la construcción civil y las obras de infraestructura de nuestro país.

Según la arquitecta Matilde Requena, presidente de la Fundación Manuel Cajigal: Si hay un grupo de venezolanos que ha tenido notoriedad en el hecho de ayudar al desarrollo material de Venezuela, es el de esta ilustre promoción. Ese año, en octubre de 1945, empezaba a germinar una nueva Venezuela, con nuevos líderes ansiosos y preocupados por el futuro, deseosos de hacerse útiles como servidores públicos y profesionales insignes, muchos de los cuales llegarían a ser ministros, presidentes de corporaciones e institutos autónomos y exitosos empresarios, como Sixto Márquez Martínez, en la construcción civil y en el levantamiento de la infraestructura del país.

CADE, una constructora de futuro

Cuando retorna a Maracaibo a finales de 1945, recién graduado de ingeniero, su llegada se transforma en una bonita reminiscencia de la ciudad que había dejado años atrás, pero especialmente de su pueblo natal, el faro único de la plaza que después sería Bolívar, donde hizo sus primeros amigos y practicó sus primeros juegos. Pero evoca también la iglesia, de la que tantas anécdotas de niño le contaría don Paulo y a la que tanto llegaría a amar y a ayudar.

El Tigre se integrará como accionista mayoritario de la empresa Compañía Anónima de Edificaciones (CADE) el 16 de marzo de 1951. La empresa le adeuda cien mil bolívares, como ingeniero, por sus trabajos en la construcción de aceras y brocales del Aeropuerto de Grano de Oro, y la directiva decide transformar en capital el pasivo que se le adeuda. Es el tiempo en que los profesionales jóvenes sí son proactivos, se aquilatan para producir.

Pronto se hace socio mayoritario de CADE, producto de su talento, su esfuerzo, y habilidad en el negocio de la construcción. En 1953, logrará tener el 60% del total de las acciones, y los otros socios juntos el 40%. Es el año en que construyó el Centro Comercial TODOS de Bella Vista. En 1955, el almacén del Puerto de Maracaibo, y la sección del edificio de la Cárcel de Sabaneta. En 1957 gana la licitación para construir el edificio rectoral de la Universidad de Los Andes y ese mismo año gana la licitación para construir la carretera Churuguara-El Tocuyo.

De él diría su gran amigo, el Dr. Alfredo Belloso: Fuimos excelentes amigos, diría que existía casi una hermandad entre ambos. Juntos hicimos las primeras incursiones por Suramérica, donde visitamos Rio de Janeiro, Buenos Aires y Santiago de Chile. Sixto era un hombre sumamente inteligente, violentamente inteligente, muy competente como ingeniero. Las obras que emprendía las terminaba con puntualidad y éxito. Personalmente era un hombre de gran calidad humana y de una generosidad digna del más imparcial de los elogios.

Aparece Egda, el gran amor de su vida y se inicia su despegue

La vida en ocasiones, transcurre estrepitosamente. Nadie dispone cuál es el mejor tiempo para enamorarse y fundar una familia. Sixto José Márquez tiene treinta y cuatro años a finales de 1957. Es un hombre maduro cuando, de manera accidental, conoce a quien será el gran amor de su vida y su futura y única esposa: Egda Barrios Sevillano, quien cuenta apenas con dieciocho años.

En abril de 1958, contraen matrimonio por el civil y en el mes de mayo se casan por la iglesia. De esa unión procrearán seis hijos: el día de los enamorados, 14 de febrero de 1959, nacerá la primogénita Soraya Carmen Márquez Barrios; le seguirá el 17 de noviembre del año siguiente, 1960, en víspera del día de la patrona del Zulia, Nuestra Señora de Chiquinquirá, Farah María Márquez Barrios; en 1961, el 15 de diciembre, verá la luz el otro Sixto, Sixto José Márquez Barrios; luego, el 25 de enero de 1963, Paula Betina Márquez Barrios; el 10 de mayo de 1964 nacerá el quinto descendiente de la familia, una bella hembra de nombre, Egda Karina Márquez Barrios, y 18 años después, Egda concebirá para sorpresa de todos, a John Federico Márquez Barrios, el menor de todos.

Antes del matrimonio había sido padre de Edith Margarita Márquez Espinoza y de José Guillermo Márquez Quintero. La primera, farmaceuta, falleció muy joven a los 45 años; el varón se graduó de economista. A ambos los reconoció y nunca dejó de asistirlos hasta el final de sus días, en su condición de padre.

A partir de 1959, Sixto Márquez Martínez, iniciará una larga marcha que durará más de treinta años, como uno de los pilares fundamentales de la construcción de la infraestructura en Venezuela. Las razones de su pronto éxito en el ramo de la construcción civil e infraestructura pueden resumirse en las siguientes fortalezas:

En primer lugar, en el hecho de que para poder competir con posibilidades hay que adelantarse; para ello resultan vitales la visión, el alcance y el dominio del área que se va a operar. En segundo lugar, tomar en cuenta que, siendo un empresario sin tradición en el área y, por lo tanto, sin mucho capital, debía usar su ingenio y el de los suyos, para utilizar, con la menor inversión posible, una maquinaria que le proporcionara los mismos dividendos. En tercer lugar, tenía que mantener una estructura baja de costos laborales: empleados bien pagados y atendidos que hagan bien todo lo que se les asigna, evitando abultadas nóminas con mucha gente ineficiente, sin mística por el trabajo. Y, en cuarto lugar, ser muy cauteloso a la hora de invertir lo que se ha ganado. De la asertividad en la selección del nuevo negocio, dependerá el crecimiento futuro.

Sixto José Márquez Martinez, se ha consolidado como empresario cuando se establece en Barquisimeto. Una vez terminado el primer tramo de la autopista Centro Occidental hasta San Pablo, seguirá el de Carora-Arenales; la prolongación de las avenidas Venezuela, Vargas, Morán y la intercomunal de Barquisimeto-El Cují; la construcción y pavimentación de la avenida Circunvalación Norte y muchos otros tramos de la vialidad interurbana en el estado Lara.

Tiene como residencia, en aquel entonces, un local cerca del aeropuerto de aquella ciudad, cuando le tocó dirigir operaciones en esa zona. Evidencia con esa decisión su necesidad vital y existencial de moverse permanentemente de un lugar a otro, de desplazarse, de cambiar de hábitat para simular comienzo; de trasladarse para sentirse vivo. Lleva en el fondo de su alma y en su siquis, el espíritu del hombre liberal; pero un liberal, al igual que su padre, singular, que sabe dónde están los límites entre el trabajo y la diversión; del osado, igualmente muy particular, que asume retos y peligros, pero que nunca pone en riesgo su familia y las tradiciones.

Sixto Márquez Martínez, perteneció al tipo de ser humano que no puede estar fijo en un mismo punto con las mismas personas, porque sentía que dejaba de vivir y de disfrutar nuevos y hermosos torrentes de emociones y belleza humana. Esta es una de las características más acentuadas de su personalidad: la necesidad de movimiento constante. Solo quien está en constante fluir –piensa– puede verlo todo. Un verdadero guerrero es quien, para él, combate en varios frentes; no quien vegeta en oficinas de lujo, desde donde no es posible percibir qué carencias y cuántas derrotas y victorias experimentan los hombres y las mujeres que sirven a sus empresas. Así lo practica de por vida.

Siempre él irá a la gente, a sus trabajadores, a sus amigos, a sus familiares, a su esposa y a sus hijos. Su estilo de gerencia itinerante le dará excelentes resultados, contrariando la normativa de la gerencia moderna, de delegar cada vez más y compartir horizontalmente desde confortables oficinas. Para Sixto Márquez Martínez, en el trabajo todo debe ser modesto, sin pompa, sin exhibicionismo. Él practica su estilo gerencial desde su muy singular perspectiva y obtiene a lo largo de su vida los resultados esperados.

La crisis financiera y la quiebra del Banco Latino

El 12 de enero de 1994, el Banco Latino queda fuera de la cámara de compensación y luego de más de 72 horas de conversaciones y esfuerzos desesperados entre los sectores involucrados, el 16 de ese mes se toma la decisión de su cierre definitivo. Sixto Márquez Martínez había sido desde mucho tiempo atrás el protagonista en la denuncia de abusos y malos manejos de la directiva controlada por Pedro Tinoco.

El Tigre Márquez había librado una dura batalla, anunciado con mucha antelación el peligro que representaba para los ahorristas, el monopolio sobre las decisiones por parte de un grupo de la directiva dirigida por Tinoco. Por eso, fue muy vehemente cuando puso en evidencia ante la opinión pública el convenio del 22 de julio de 1974, que otorgaba poderes absolutos al presidente del banco para tomar decisiones en nombre del 51% de los accionistas que estaban bajo su influencia y control para ese entonces.

El cierre del Banco Latino expresaba una de las crisis financieras más graves de la historia democrática, y tenía sus causas en las malas prácticas bancarias y la falta de vigilancia y complicidad de los organismos encargados de la supervisión y control del sistema financiero, pero también en la concurrencia de los abusos y conductas antiéticas del sector privado, especialmente del señor Tinoco y parte de su entorno en el poder.

En el caso del Banco Latino, la voz solitaria del Tigre Márquez, sonó como una clarinada en la noche oscura, a la que nadie escuchó o nadie quiso oír. Él era una avanzada de esa sociedad civil que a partir de los ochenta comenzó a germinar silenciosamente en Venezuela; por encima de arreglos partidistas clientelares, intereses personales, de grupos financieros y políticos, como expresión de ciudadanía soberana que servirá de ejemplo a las nuevas generaciones.

Nunca se doblegó, ni siquiera cuando uno de los miembros de la directiva le ofreció una enorme suma de dinero para que vendiera sus acciones como accionista individual mayoritario y cesara en sus denuncias. Él prefirió perderlo todo. Sabía que, si claudicaba, entregaba con ello su dignidad ciudadana, el dinero de los ahorristas y el futuro de la institucion. Sixto José Márquez Martínez, el Tigre, aspiraba a democratizar y a hacer transparente un negocio que, por su naturaleza, está en la obligación ética de serlo.

Los anuncios del adiós

Sixto Márquez Martínez siente que la vida, bien avanzados los setenta, ha dejado secuelas en su biología y en su memoria. Pese a haber sido un hombre de extraordinaria vitalidad, percibe que a ratos comienza a experimentar inexplicables olvidos. Sus días transcurren en una reminiscencia constante, especie de calidoscopio de escenas múltiples, cruzadas y solitarias donde son constantes sus dos ascendientes más amados: Paulo Emilio y Doña Carmen, cuya imagen besa emocionado en las fotos, en momentos de exaltación.

Evocan, sus ojos brillantes y perdidos, los mejores días en la quinta Los Márquez, una de sus pequeñas obras, donde todos los hermanos y la única hembra festejaban y disfrutaban juntos a sus viejos queridos, los primeros éxitos en familia de los Márquez Martínez.

Rememora, por igual, sus audacias y andanzas junto al Negro Martínez, las idas al Cine Variedades, las primeras novias en el Liceo Baralt y aquellas noches inolvidables de picoteo, en que los aromas del amor danzaban en puntas de bailarina y exhibía el rostro de placeres sinuosos en los jugos de los primeros besos.

Un hombre viejo es un sabio tallado a fuerza de vivir y ser infinidad de veces muchos hombres. Un ser humano logrado, ha dicho un sabio francés, es quien experimenta la mayor cantidad de vidas a un mismo tiempo. Cuando entramos a la fase final de nuestros días, todos los escenarios donde hemos actuado se despliegan simultáneamente, sin cronos, sin antes ni después; como si convivieran juntos, solo a la espera de una chispa o un detalle que nos muestre el resumen de nuestra obra.

La chispa puede ser una canción, un bolero, una guaracha, un merengue, un mambo, o una sinfonía. Una sonrisa de ahora que te enlaza a una interceptada ayer en un sitio público o en una fiesta. El instante sagrado que te devuelve otra mirada interesada que se cruzó al azar con la tuya y secuestró tu alma. Un roce accidental de piel, que resucitó tu carne y que nunca esperaste. La relectura de una obra olvidada que, mágicamente, se muestra ante ti como un espejo. Una llamada accidental que tiene el tono y las modulaciones de todas las mujeres o los hombres que amaste. Un sueño premonitorio que te anuncia la presencia de la otra o del otro al día siguiente. En ocasiones se suceden varias en una imagen y entonces pintamos el cuadro en que podemos contemplarnos nosotros mismos al paso del tiempo.

A Egda, le confiesa en cada oportunidad que le es propicia: te amo en muchas versiones, especialmente aquella que me deslumbró cuando te conocí. A ella quisiera volver a cada instante, ¡siempre!, para que tu imagen no se me olvide en la otra vida. Las otras, de madre abnegada, amiga íntegra, mujer y amante, esas las disfrutaré eternamente…, alimento de todas mis batallas y mis sueños…

Los días transcurren lentos en la oficina de Miami. A pesar de la edad, todavía hay una jornada que luce ligera para quien está acostumbrado a faenas agotadoras e interminables. CADE, la empresa de construcción, ha estado activa según los registros hasta el año 1992. Ahora, sus actividades laborales se ven reducidas a algunos trámites administrativos que, con diligencia resuelven sus asistentes.

Interminable la lista de obras ejecutadas que llevan el sello de Sixto Márquez Martínez, desde que se recibió de ingeniero en 1945, y de CADE, tanto en el sector público como en el privado. Merecen un trabajo especial, muy útil a las nuevas promociones de ingenieros civiles, la cantidad y calidad de aportes realizados por este insigne constructor de Caminos y Horizontes a la nueva Venezuela que se abrió paso a partir de 1958.

El Tigre Márquez, un Zuliano Inolvidable, fue uno de esos héroes que ayudó a materializar con su obra, sacrificio y mucha satisfacción, el paso de la Venezuela atrasada y dictatorial a la Venezuela moderna y democrática. Sixto José Márquez Martínez, el Tigre, partió al encuentro del señor el 26 de enero de 2017.